«Pareciera que entre la importante reunión geoestratégica del 6 de febrero, en Munich, con una duración de tres días, hasta la cumbre del G-20 en Gran Bretaña, el próximo 2 de abril, se buscan fincar los cimientos del «nuevo orden mundial» entre los grandes del planeta.» El Foro Económico Mundial en la necrópolis de Davos […]
«Pareciera que entre la importante reunión geoestratégica del 6 de febrero, en Munich, con una duración de tres días, hasta la cumbre del G-20 en Gran Bretaña, el próximo 2 de abril, se buscan fincar los cimientos del «nuevo orden mundial» entre los grandes del planeta.»
El Foro Económico Mundial en la necrópolis de Davos acabó en la catatonia, donde los asistentes exhibieron una perturbadora parálisis mental, incapaz de superar los grilletes del neoliberalismo global.
En la necrópolis de Davos, a la que no asistieron Barack Obama ni ningún alto funcionario de su administración (ver Bajo La Lupa, 01/2/09), llamó la atención la prudencia del primer ministro ruso, Vlady Putin, quien se vio muy conciliador hacia Obama para cooperar en energía, economía, seguridad y desarme. Putin definió que el mundo vive la «tormenta perfecta» de la crisis financiera: «Nos encontramos todos en el mismo barco» (IHT, 28/1/09).
«Pareciera que entre la importante reunión geoestratégica del 6 de febrero, en Munich, con una duración de tres días, hasta la cumbre del G-20 en Gran Bretaña, el próximo 2 de abril, se buscan fincar los cimientos del «nuevo orden mundial» entre los grandes del planeta.»
Todo el mundo está de acuerdo en que el viejo orden mundial, de la unipolaridad estadunidense y la globalización financiera anglosajona, ha fenecido y urge reconfigurar un «nuevo orden mundial» sobre cuyos alcances y destino aún no existe un común denominador.
Aun en el seno de la anglósfera difiere la visión del «nuevo orden mundial» entre el primer ministro británico Gordon Brown y su homólogo australiano Kevin Rudd. Para el británico Brown, el «nuevo orden mundial» debe reformarse sin tocar prácticamente el dominio financiero anglosajón, lo cual será repelido por los países poderosos de Europa (Alemania y Francia), ya no se diga por el BRIC (Brasil, Rusia, India y China). Como previamente lo había proferido Henry Kissinger (ver Bajo La Lupa, 18/1/09), ahora Brown critica el peligro del «mercantilismo» y su concomitante neoproteccionismo (The Sydney Morning Herald, 26/1/09).
Resulta asombroso que un país quebrado como Gran Bretaña («Islandia en el Támesis», Der Spiegel Online, 30/1/09) se atreva a propinar consejos a los demás y pretenda todavía conservar una parte del liderazgo global. Hasta David Cameron, líder de la oposición británica del Partido Conservador, se desmarca asépticamente de las políticas económicas del desbocado thatcherismo con la promesa de un «sentido de responsabilidad» en lugar del «espíritu empresarial» de la década de los 80 (The Observer, 1/2/09).
Kevin Rudd, premier australiano, ha denunciado el «capitalismo desbocado» de las pasadas tres décadas, de las que culpó al thatcherismo, y reclama la nueva era de un «capitalismo social (¡súper sic!)», cuyas características sean la intervención y la regulación del gobierno (The Sydney Morning Herald, 31/1/09).
Rudd es muy rudo en su crítica a los neoliberales, a quienes imputa la crisis financiera global por haber colocado «toda su fe (sic)» en la autorregulación del mercado: «el tiempo ha llegado para proclamar que el gran experimento neoliberal de los pasados 30 años ha fracasado y que el emperador se quedó sin vestimenta». Se burla del neoliberalismo y del fundamentalismo del libre mercado, disfrazados de «filosofía económica»: «la ironía es que ahora la democracia social impide que el capitalismo neoliberal se devore a sí mismo».
Concluye Kebin Rudd que el Estado debe ser «activo» y cuya intervención sirva para «reducir las grandes desigualdades que los mercados competitivos generan inevitablemente».
Nunca como en sus anteriores reuniones la Conferencia de Seguridad, a celebrarse en Munich, ha despertado tantas expectativas para la «búsqueda de un nuevo orden mundial», según Gerhard Spoerl, analista del Der Spiegel Online (30/1/09). En la reunión de este año, Obama, a diferencia de la despreciada necrópolis de Davos, envía una impresionante delegación al más alto nivel que será encabezada por el vicepresidente Joe Biden. En forma espectacular se pudiera escenificar, al margen de la relevante reunión de Munich, un «diálogo informal con Irán». Me da pena recalcar que ni Calderón ni Zedillo ni Gurría fueron invitados a esa prestigiosa reunión de ligas mayores.
Gerhard Spoerl acentúa que la conferencia de Munich este año «eclipsará a Davos». A estas alturas del colapso neoliberal global, cualquier reunión aldeana o regional es más productiva que Davos. El analista alemán comenta que Obama envió a su plana diplomática y militar mayor, como Richard Holbrooke (nuevo emisario en Afganistán y Pakistán), el general David Petraeus (quien consiguió detener la hemorragia estadunidense en Irak) y el general James Jones (consejero de Seguridad Nacional).
La robusta delegación estadunidense comprende a dos pesos pesados y anteriores candidatos a la presidencia: el republicano John McCain y el demócrata John Kerry (ahora presidente del influyente Comité de Relaciones Exteriores del Senado). Spoerl comenta que del lado europeo tomarán la batuta el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la canciller y anfitriona, Angela Merkel.
La naturaleza previa de la Conferencia de Seguridad de Munich ha sido superada cuando reflejaba los contenciosos de la guerra fría; ahora ha pasado de ser un «pequeño círculo de expertos en defensa estratégica» a una «más extensa reunión política».
Por cierto, uno de los temas a tocar -además de Afganistán y el tránsito europeo del gas ruso, la OTAN, el Medio Oriente- será «¿es posible el cero?», es decir, «¿es posible tener un mundo sin armas nucleares?»
Sonará muy utópico, pero, a juicio de Gerhard Spoerl, «Obama deberá decidir si de una vez por todas renueva el Tratado de Misiles Antibalístico (ABM, por sus siglas en inglés)», rechazado unilateralmente por Baby Bush. También Obama «tendrá que clarificar su posición sobre el despliegue del sistema de escudo misilístico en la República Checa y en Polonia, tema que configurará las relaciones estadunidenses con Rusia».
De allí quizá nazca la postura conciliatoria de Vlady Putin hacia Estados Unidos en la necrópolis de Davos cuando no hay que olvidar que el primer ruso, en su calidad de presidente todavía, había lanzado su célebre discurso en Munich el año antepasado sobre la «nueva era multipolar».
Por lo pronto, Rusia ha lanzado una operación seducción dirigida a Obama y ha reconsiderado la instalación de misiles en Kaliningrado (entre Polonia y Lituania), a solamente 600 kilómetros de Berlín.
En el aspecto geoestratégico y en medio del tsunami financiero global, en Munich se pueden fincar los primeros cimientos del «nuevo orden mundial»: desde la mejoría de las relaciones de Obama con Rusia, hasta la reanudación de relaciones de Estados Unidos con Irán después de tres décadas.
En Munich se pueden tejer trueques interesantes entre Estados Unidos y Rusia sobre misiles, energía y territorios.