Un paro respiratorio fulminó en su propia casa el realizador, que vio crecer y desarrollarse a decenas de cineastas mexicanos desde los años 40 hasta la fecha. Su última producción registrada fue El crimen del padre Amaro, dirigida por Carlos Carrera, la cual obtuvo un Ariel además de batir récord de asistencia y ser representante […]
Un paro respiratorio fulminó en su propia casa el realizador, que vio crecer y desarrollarse a decenas de cineastas mexicanos desde los años 40 hasta la fecha. Su última producción registrada fue El crimen del padre Amaro, dirigida por Carlos Carrera, la cual obtuvo un Ariel además de batir récord de asistencia y ser representante de México en la categoría de mejor película extranjera en la 75 edición de los Oscar.
«Seguiré haciendo cine hasta que el cuerpo aguante. Este arte me ha dado muchas satisfacciones como el que mi hijo esté en él, y ahora mis nietos. Todo se lo debo al cine», aseguró el productor nacido en 1916, en un homenaje que le rindió el festival de cine de Guadalajara hace unos años.
Era el único productor activo de su época.
Ripstein comenzó a trabajar en la Financiera Industrial Cinematográfica, para luego pasar a Filmex, en la que inició su carrera como gerente de producción y productor ejecutivo. Luego se independizó para fundar Alameda Films.
«Antes la imagen del productor era determinante en el cine, ahora pasó a quinto lugar, pero sin productor no hay película», comentó en ese entonces Alfredo.
Hijo de un comerciante de origen polaco, llegó a la ciudad de México a la edad de cinco años. A pesar de su confesada poca vocación por el estudio, terminó su carrera de Contador público y, en calidad de tal, a fines de los años treinta comenzó a trabajar en la Financiera Industrial Cinematográfica de Simon Wishnack.
«Ocho años y casi cincuenta filmes después, decidió independizarse y fundar su propia compañía, Alameda Films S.A., para la que han trabajado estrellas como Pedro Infante, Marga López, Joaquín Pardavé o Arturo de Córdova; y directores como Alejandro Galindo, Alfredo B. Crevenna, Chano Urueta, Fernando Méndez, Miguel M. Delgado, Rogelio A. González, Luis Alcoriza, Sergio Vejar Alberto Gout y, más adelante, Alberto Isaac, Jorge Fons, Carlos Carrera y Arturo Ripstein (hijo del productor). Sin contar su trabajo previo con realizadores como Julio Bracho, Rafael Baledón, Roberto Gavaldón, Julián Soler, Tito Davison, entre muchos otros.
Alejado del medio durante varios años, a consecuencia de un grave accidente, Alfredo Ripstein regresó a la producción en 1993 para realizar filmes de renombre, tales como Principio y fin (de Luis Estrada), El callejón de los milagros (Jorge Fons) y El crimen del Padre Amaro. «La muerte de Alfredo Ripstein es la partida de una generación de productores. Un tipo que no dejó de ser vigente. Fue productor desde los años 40 hasta el dos mil, y nadie puede decir lo mismo. Deja que sea productor, sino que un ser vivo tenga una vida tan productiva durante tanto tiempo, en lo que sea es importante», comenta el director José Luis García Agraz. En ese reconocimiento que se le hizo en Guadalajara en 2003, y donde se presentó el libro del también finado crítico Tomás Pérez Turrent, Alfredo Ripstein, productor, se le cuestionó al productor la forma tan precaria con la que se hacía cine en México.
Respondió:»De milagro se hace cine aquí. En mi época se hacían 120 películas y era la segunda entrada de divisas para México. Ahora se hacen 10 ó 12. Se debe estimular al cine mexicano porque se está dando a conocer en todas partes. Estuve en la entrega del Oscar ése y la gente preguntaba mucho sobre las películas mexicanas. No me sentí decepcionado de no haber recibido el Oscar, porque la competencia era muy fuerte, con estar postulado fue suficiente».
Sobre su hijo, sin duda uno de los más prolíficos realizadores contemporáneos de México y cuyas cintas han sido mejor apreciadas en el extranjero que aquí, decía: «Lo aprecio pero tiene mucho que aprender, como director me gustan mucho sus películas». Mientras que el propio Arturo reviraba: «Papá, te debo mi oficio. Los dos tenemos la enfermedad del cine». Pero todavía se recuerdan las demás palabras que tuvo Arturo para su padre: «Alfredo Ripstein, el productor, me enseñó con su ejemplo que el camino es largo y tortuoso, pero que desgraciadamente es mucho más larga la corrupción mexicana. Alfredo Ripstein, mi papá, no sólo me inculcó el miedo, sino también el coraje. Mi papá lo conoce todo como los viejos coyotes, me inculcó el aterciopelado veneno del cine. Como hijo sólo te puedo decir a ti, en público, muy bien papá; gracias por llevarme de la mano a los foros, por los cables, verle las piernas a Ninón Sevilla; gracias por haberme enseñado que el mundo sólo puede desentrañarse con las claves del celuloide».
Alfredo Ripstein tiene registradas en la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas noventa y ocho películas.