Los intelectuales de izquierdas dedicamos toda la vida a tratar de explicar en miles de artículos y libros cómo funciona el capitalismo y, de pronto, quienes lo gobiernan y se aprovechan de él lo muestran con toda claridad en una línea.
Eso es lo que han hecho, con unos días de diferencia, el hombre más rico del mundo, el político más poderoso del planeta y el representante de las grandes empresas españolas.
Mostrando los efectos de la reciente ley presupuestaria de Trump, Elon Musk ha denunciado lo que decenas de economistas llevamos tratando de explicar desde hace años: no es verdad que detrás de las políticas llamadas de austeridad, y ahora de motosierra, haya ahorro. Se realizan, efectivamente, recortes de gasto, pero sólo social, el dedicado a mejorar la vida de la gente con menos recursos. Sin embargo, al mismo tiempo se aumentan el gasto militar que beneficia a las grandes corporaciones y el destinado a darles ayudas de todo tipo, y se reducen los impuestos a las grandes fortunas y empresas. Por tanto, el gasto total aumenta y se dispara la deuda.
Eso es exactamente lo que ha sucedido siempre con los gobiernos liberales o libertarios que han presumido de recortar gastos para ahorrar. Ocurrió en la Europa de la austeridad y en el primer mandato de Trump. En este último, el gasto público aumentó 2,3 billones de dólares y la deuda un 36 por ciento, y en el actual volverá a ocurrir. La Oficina de Presupuesto del Congreso prevé que la ley recién aprobada aumente la deuda en 3,8 billones de dólares en los próximos diez años.
El capitalismo y las políticas de motosierra son los principales generadores de gasto de despilfarro y de deuda, y hay que darle las gracias a Elon Musk por reconocerlo.
Por otro lado, Donald Trump ha denunciado que Elon Musk y sus empresas han podido obtener beneficios multimillonarios gracias a ayudas muy cuantiosas del Gobierno al que ataca.
Es verdad, pero no sólo ocurre eso con las de Musk. El 60% del ingreso de las empresas de defensa, tecnología y consultoría viene de los gobiernos. Sólo en Estados Unidos, los contratos estatales con empresas sumaron 759.000 millones de dólares en 2023 y se calcula que reciben, en total, entre 1 billón y 1,8 billones anuales (según las diferentes estimaciones) en forma de subvenciones, contratos públicos, compras gubernamentales, exenciones fiscales específicas, y otras formas de ingresos directos o indirectos provenientes del Estado
El capitalismo de nuestros días (en realidad el de siempre, pero ahora mucho más) no puede vivir sin el gasto del Estado, y las empresas capitalistas necesitan su inyección constante. Muchas gracias también a Donald Trump por recordarlo.
Finalmente, el presidente de la patronal española, Antonio Garamendi, ha dicho que «corrompe quien tiene el poder».
Lleva toda la razón. Le faltó decir que se refería al poder económico, aunque quizá haya querido llegar más lejos y reconocer, también con gran realismo, que quien detenta este último tiene igualmente el político, el mediático, el cultural, el académico: el poder, en una sola palabra.
Es muy de agradecer que nada más y nada menos que el representante de las grandes empresas españolas reconozca que son ellas las causantes de la corrupción que nos avergüenza y asquea. Es obvio que no habría corrupción si las empresas decidieran no corromper, pero se agradece que lo diga su máximo representante.
Muchas gracias, por tanto, a los tres. Si siguen con esa labor pedagógica, explicando tan a las claras cómo funciona el capitalismo, van a dejarnos sin ocupación a los intelectuales y economistas críticos.