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Nadie ha dicho que sea fácil

Fuentes: Rebelión

Cada cierto tiempo, como cada persona, me encuentro con amigos de esos que solo se ven unas pocas veces en el año, y que conversan mucho. Entre  los temas de que tocamos en esos encuentros, están la filosofía, la economía política, lógica, ideología, y otras tantas pasiones de los que tenemos deseos de cambiar para […]

Cada cierto tiempo, como cada persona, me encuentro con amigos de esos que solo se ven unas pocas veces en el año, y que conversan mucho. Entre  los temas de que tocamos en esos encuentros, están la filosofía, la economía política, lógica, ideología, y otras tantas pasiones de los que tenemos deseos de cambiar para mejor el mundo.
Algunos de mis jóvenes amigos intelectuales y yo, siempre llegamos a un punto de conflicto donde las ideas se contraponen; y es justo ese el mejor momento, porque con seriedad y respeto, comienza el despliegue de argumentos. Yo, cautivado por la dialéctica y su fascinante mundo de determinaciones, contradicciones, mismidades y otredades, tomo esta como égida desde la cual defiendo mis puntos, o mejor dicho, desde la cual los construyo.
Me asombra como todas las críticas hechas a la filosofía -a su lógica- por Hegel, que todos los señalamientos que este hizo, todas sus predicciones de los errores que se podían -pueden, y se cometen de hecho-, siguen teniendo una increíble vigencia. Después de todo, vivimos en la dictadura del sentido común, y de lo que nos dictan nuestros sentidos.
Siempre defiendo la dialéctica, y trato de explicar algunos de sus fundamentos (1). Al hacerlo -y es algo que me ha ocurrido varias veces- y plantear los argumentos contra todo entusiasmo teórico o toda teoría hecha y asumida ya (2), recibo como respuesta una especie de decepción; como si esa ciencia del traspasar del ser y la nada -la dialéctica- representara a los que defienden la no cognoscibilidad del mundo, y me preguntan mis amigos, y cualquiera con los que converse del tema: ¿entonces cómo se hace, cómo se hace teoría?
La repetición -con ciertas variaciones de términos que se ajustan a cada persona, claro- de esa interrogante, me hace pensar lo necesario que sería reflexionar sobre lo que representa hacer ciencia, y llegar a comprender un fenómeno -sobre todo, uno social-.
Dado que por ciencia se entiende un conjunto de prácticas y tradiciones socialmente aceptadas como tal, aclaro que hablo aquí de ciencia, en el sentido del sistema de ideas que se genera que es capaz de explicar, describir y predecir un objeto teórico, y que este se corresponda con el real.
Para ello, sería muy ambicioso plantearse una fórmula general y trascendental. Por tanto, lo primero es que no existe una regla específica para hacer ciencia. Es necesario por tanto, simplemente comenzar a armar teóricamente lo que se desea estudiar. En ese ejercicio, se notará que existen casi una infinidad de características y rasgos del objeto. Así, será todo un reto asumir cuál de todas es la que permite explicar, es decir, cual la que está marcando el rumbo del objeto. Siempre se corre el riesgo de tomar como tales variables, a las equivocadas.
En esa conformación, se plantean las relaciones sobre las que se comenzará a construir y desenvolver el objeto teórico. La relación esencial no puede faltar en él. Esta, evidentemente por sí sola no dice nada, por lo que deberán aparecer las formas en que se muestra esa esencia, y luego, cómo se manifiestan estas formas.
En ese ejercicio, cada paso deberá cumplir con las ideas planteadas en los momentos anteriores, de manera que se noten como un sistema. Y ya que hablamos de sistema, para que el sistema no sea perfecto y lineal, deberán mostrarse sus contradicciones, sus tendencias contrarias en unidad, y lo resultante. Por si fuera poco, una vez establecido dicho sistema, no se ha terminado si no se pueden explicar su finalidad, y objetivo.
Hecho eso, más o menos se está cerca de poder describir, explicar, y predecir. Pero si se busca dónde y quién ha logrado proceder de ese modo, de seguro se encuentra poco. Como ejemplo indiscutible, tomo siempre El Capital, de Marx.
En dicho libro, se aprecia cómo se selecciona el cambio, como aquello que  se desea estudiar para explicar el modo capitalista de producir. Luego se ve el fundamento, el valor en movimiento (3), y las cuatro formas en que se organiza ese fundamento (dinero, que es la última). Luego, se continúan con cómo se manifiestan esas formas en la relación capitalista obrero en sus relaciones mercantiles.
Su finalidad, su relación esencial queda definido en cuanto a la relación de valor, antes establecida, que va a tratar de repetirse a sí misma. También, aparecen los elementos para entender cómo el sistema es capaz de generar una capacidad productiva mayor de la que es capaz de asimilar. De ahí, deriva la idea de la crisis del sistema, donde la capacidad de auto-producirse del sistema es mayor que su capacidad de asimilación de lo que produce (4). Entonces, queda bien clara el resultado de la contradicción allí presente, de esa contradicción en el movimiento mercantil, que no es capaz de asimilar el movimiento capitalista (y que en otro plano de análisis sería la superproducción).
También, y puede apreciarse, está la finalidad del sistema, que es llegar a reproducir aquella parte del valor que se destinará a la reproducción de los que hacen apropiación indirecta del producto del trabajo (plusvalor), porque su producción implica que hubo antes una apropiación directa (capital variable). Con la aparición de la idea de la finalidad del sistema, se daba la base para entender la dinámica de interacción de los contrarios trabajo-capital.
Como puede verse, en El Capital, se observa un vivo ejemplo de lo que constituye de manera seria hacer teoría. Donde se explica cómo se despliega esta (por tanto el objeto teórico y el conocimiento de este), y donde los conceptos son fundamentos capaces de abarcar todo el sistema.
Tal hazaña, si bien no exige una cuota fija de tiempo para elaborarse, como tampoco tener una determinada edad (sobre todo teniendo en cuenta que algunas de las genialidades teóricas han sido realizadas en edades tempranas (5) ), exige un trabajo muy serio de investigación que dista mucho de las dinámicas que se basan en citar mucho para decir poco (6), existentes en no pocos circuitos de publicaciones académicas del mundo; y sobre todo, téngase en cuenta que los destinos de la teoría pueden ser muy inciertos. Todo lo realizado puede tomar la relación de identidad y diferencia -movimiento- de manera equivocada -aunque muy coherente dentro de la propia teoría-. Contrastarlo con el mundo real, en muchas ocasiones, no podrá verificarse en vida. El Capital, ha tenido que esperar a la maduración del capitalismo, para demostrar la veracidad de sus planteamientos de la lógica del sistema.
Hacer teoría es un gran riesgo. Nadie ha dicho que sea fácil.
Bibliografía
1. Hayes Martínez, Miguel Alejandro. ¿Qué es la dialéctica? La Trinchera. [En línea] [Citado el: 25 de 04 de 2019.] http://www.desdetutrinchera.com/marxismo/que-es-la-dialectica/.
2. -. El entusiasmo y el pensamiento revolucionario. Rebelión. [En línea] 28 de 01 de 2019. [Citado el: 25 de 04 de 2019.] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=251841.
3. -. El valor: capital y su fundamento. Rebelión. [En línea] 05 de 03 de 2019. [Citado el: 25 de 04 de 2019.] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=253214.
4. -. Crisis, capitalismo y dialéctica. Rebelión. [En línea] 14 de 02 de 2019. [Citado el: 25 de 04 de 2019.] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=252526.
5. -. El papel de los jóvenes. La joven Cuba. [En línea] 19 de 10 de 2018. [Citado el: 20 de 04 de 2019.] jovencuba.com/2018/10/19/el-papel-de-los-jovenes/.

6. -. Citar mucho, decir poco. La Trinchera. [En línea] [Citado el: 25 de 04 de 2019.] http://www.desdetutrinchera.com/marxismo/citar-mucho-decir-poco/.

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