Los conflictos bélicos marcan la biografía personal. Las Malvinas en los ochenta, Corea se llaman informalmente algunos barrios, la guerra civil española, que aún ocupa el callejero que rodea al Ministerio de Defensa (nombres del bando golpista), la invasión de Irak… Esta última sacó a la calle en manifestación un millón de personas en Madrid […]
Los conflictos bélicos marcan la biografía personal. Las Malvinas en los ochenta, Corea se llaman informalmente algunos barrios, la guerra civil española, que aún ocupa el callejero que rodea al Ministerio de Defensa (nombres del bando golpista), la invasión de Irak… Esta última sacó a la calle en manifestación un millón de personas en Madrid en febrero de 2003, volumen de gente no superado desde entonces en una protesta política pese a la generosidad del recuento de los organizadores de las concentraciones que después se han producido.
Para el discurso sobre el estado de la nación de 2002, el equipo del presidente de EEUU inventó la expresión «eje del mal»: el eje recordaba a la Segunda Guerra Mundial, el mal era lo suficientemente difuso para despertar rechazo irracional y amparar todo tipo de desmanes, los componentes eran Irak, Corea del Norte e Irán.
Los tríos funcionan, desde la Santísima Trinidad, los Tres Sudamericanos, hasta los Bee Gees.
El resultado fue la invasión de Irak, que generó otro trío, el de las Azores, con Barroso de anfitrión que no fue reconocido ya que la expresión «cuarteto de las Azores» tiene menos fuerza, aunque el político portugués fue recompensado con la presidencia de la Comisión Europea y ahora con el fichaje de Goldman Sachs por cinco millones de euros al año.
Finalmente el balance de la invasión y ocupación de Irak es hasta el momento de 251.000 muertos documentados, según contabiliza el Iraq Body Count; ha sido placenta y alimento para el yihadismo, destrucción del país durante generaciones y algún negocio no pequeño para los participantes.
«El 20 de marzo de 2003 una coalición internacional liderada por Estados Unidos y Reino Unido invadió Irak con el objetivo de recuperar la libertad de los iraquíes mediante el derrocamiento del régimen de Sadam Husein, acusado de apoyar a la organización terrorista Al Qaeda, responsable de los atentados del 11-S. Otro de los objetivos de la invasión fue encontrar el armamento de destrucción masiva que pudiera poseer el régimen», dice aun hoy el Ministerio de Defensa español en su página web sin explicar nada.
Del peor de los desastres es importante aprender algo y algunos países lo intentan.
En los últimos días se han conocido las conclusiones de dos procedimientos puestos en marcha por países vecinos, amigos, socios y aliados para intentar extraer mejoras institucionales de asuntos como el terrorismo o la guerra.
El Parlamento francés ha desarrollado durante seis meses una comisión de estudio y análisis como consecuencia de los atentados terroristas de París en noviembre de 2015: 200 horas de audiencias, 300 páginas, mil anexos, ocho meses de trabajo y una cuarentena de propuestas. El trabajo finaliza con una serie de recomendaciones con la intención de superar los fallos en los servicios de socorro, la descoordinación de las tres fuerzas policiales de intervención antiterrorista que por allí aparecieron, que todos los terroristas estuvieses fichados, controlados y escuchados.
La comisión de investigación parlamentaria francesa sugiere también la creación de una única agencia de inteligencia a partir de las varias hoy existentes.
Por otra parte, se acaban de conocer las conclusiones de la comisión de investigación promovida por el Gobierno británico para analizar la participación del Reino Unido en la invasión de Irak.
El informe Chilcot, oficialmente, Iraq Inquiry, es el resultado de una comisión de investigación independiente creada en junio de 2009 por el entonces primer ministro británico Gordon Brown.
En este documento se afirma que Saddam Husein no suponía una amenaza urgente a los intereses británicos, que la inteligencia respecto a las armas de destrucción masiva fue presentada con demasiada certidumbre, que no se habían agotado las alternativas pacíficas a la guerra, que el Reino Unido y Estados Unidos habían socavado la autoridad del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que el proceso para la identificación de la base jurídica era «lejos de ser satisfactoria», y que la guerra en marzo de 2003 fue innecesaria.
Al hilo del seguidismo de Blair y Aznar tras las aventuras imperiales de Bush, el informe afirma que «la influencia no debería establecerse como un objetivo en sí mismo. El ejercicio de la influencia es un medio para un fin».
Los números de esta investigación son ocho años de trabajo, el esfuerzo ha costado diez millones de libras (explicada en detalle cada partida en la página web), la información ocupa 12 volúmenes, se han consultado 150.000 documentos, se ha entrevistado a militares, civiles, familias de víctimas, se ha radiografiado la política exterior y de defensa británica desde entonces y las decisiones tomadas.
Inspirado en lo anterior, el Parlamento portugués ha aprobado abrir una comisión de investigación sobre la implicación del país en la guerra de Irak, por donde deberá comparecer el nuevo empleado de Goldman Sachs.
«Viviré con la decisión de ir a la guerra y sus catastróficas consecuencias el resto de mi vida», ha declarado quien en aquel momento era viceprimer ministro del Reino Unido, John Prescott, explicando su postura en un artículo publicado en la prensa británica, reconociendo que aquella guerra fue ilegal. En aquellas mismas fechas de 2003 el vicepresidente en España se llamaba Mariano Rajoy, que preguntado hoy por el contenido del informe Chilcot ha declarado que no lo había leído.
Sería bueno que el sistema institucional español avanzara para hacer posible iniciativas como estas comisiones francesa y británica, y en cualquier caso hasta que eso ocurra tampoco estaría mal aprovechar los instrumentos existentes, que no se utilizan por falta de voluntad política.
Hace 19 meses que el Gobierno de Mariano Rajoy y Pedro Morenés no informa al Parlamento de las operaciones en el exterior de las Fuerzas Armadas en cumplimiento de la vigente Ley orgánica de la defensa nacional. Parece un lujo pedir además explicaciones por los militares desplegados (incluida la Guardia Civil), cada vez en mayor número, sin autorización del Congreso.
Volviendo a Irak, no se trata de dudas sobre la interpretación de vagos informes de inteligencia; ni de pedir perdón o mostrar arrepentimiento, sino de ver si el sistema político ha fallado y si al amparo de la legalidad internacional existiría una responsabilidad penal de quienes intervinieron en aquella invasión y ocupación.
El mal y el perdón y la Biblia y el Corán son mala guía para las relaciones internacionales y la responsabilidad política. En sentido contrario, la UE acaba de elaborar una estrategia de seguridad que habla de extender un mundo regido por normas, las que se saltaron en 2003.
La respuesta política más poderosa a la invasión de Irak ha sido musical, «Nanas desde el eje del mal». De ese trío de países donde se decía que vivía el demonio (también de Siria, Libia, Palestina, Cuba y Afganistán), a un noruego se le ocurrió producir una recopilación de canciones infantiles que las madres que han tenido la semilla del diablo en su vientre cantan a bebés con los tres seises en la cabeza.
¿Cuántos bebés, cuántas madres y padres ha costado las relaciones internacionales no basadas en normas?
¿Cuántas nanas no se han cantado por los 251.000 muertos documentados en Irak desde la invasión?