Recomiendo:
0

Neoliberalismo económico chileno en fase terminal

Fuentes: Rebelión

Durante décadas, Chile fue presentado como el “milagro” de América Latina, estabilidad macroeconómica, apertura comercial y crecimiento sostenido. El modelo neoliberal impuesto en dictadura y administrado luego por la transición democrática (socialdemócratas neoliberales) prometían que, con disciplina fiscal y libertad de mercado, el bienestar llegaría para todos. Hoy, ese relato se resquebraja,la economía chilena no colapsa, pero sí muestra signos claros de agotamiento y desgaste estructural.

Desde hace más de una década, Chile crece por debajo del 2 % anual, muy lejos del dinamismo que exhibió temporalmente en los noventa y comienzos de los 2000. La inversión privada se estanca y se concentra en sectores como minería, banca, comercio minorista, mientras la innovación y la diversificación productiva brillan por su ausencia.El país se ha vuelto un espacio de rentas para unos pocos, más que de creación, el capital chileno busca rendimiento financiero, no productivo.

Aun así, los bancos reportan utilidades récord (Scotiabank, Banco de Chile y Santander). Las grandes fortunas (1% más rico) siguen aumentando su participación en el ingreso nacional, las empresas en Chile controlan una parte significativa del PIB, ya que generan la mayoría de los ingresos y el comercio exterior, que representa aproximadamente el 61% del PIB, está dominado por las exportaciones y las importaciones realizadas.

Mientras que los salarios reales apenas crecen. Chile figura entre los países más desiguales de la OCDE, el 1 % más rico concentra alrededor del 50% de la riqueza nacional. Las promesa de movilidad social se diluye frente a una estructura que premia la herencia más que el esfuerzo, todo por obra y gracias del deficiente capitalismo chileno.

El corazón del modelo chileno heredado de la dictadura, con la privatización de los derechos sociales, ya no convence y se encuentra agotado. Educación, salud, vivienda y pensiones, se han transformado en negocios que operan bajo la lógica del cliente, no del ciudadano. El resultado es una sociedad altamente endeudada, más del 75 % de los hogares mantiene algún tipo de deuda, principalmente en créditos de consumo. El crecimiento se sostiene literalmente en el crédito.

El estallido social de 2019 fue la expresión más visible de ese malestar acumulado, una ciudadanía que paga por todo, que trabaja más y gana menos, y que ve cómo los beneficios del crecimiento solo benefician a las grandes empresas. El modelo económico neoliberal o capitalismo nacional, ha sido, ante todo, una crisis de un modelo que carece de sensibilidad social y menos humana y en donde solo prevalece el “Dios dinero”.

Frente a este panorama, los herederos del pinochetismo, UDI, RN, EVOP.PR y PNL, insisten en que “Chile se cae a pedazos”. Acusan inestabilidad, falta de certezas y exceso de reformas, de las cuales tampoco se hacen responsables, cuando fueron gobierno. Pero lo cierto es que el deterioro comenzó mucho antes de la actual coyuntura política. La desaceleración, la desigualdad y la pérdida de legitimidad social son consecuencias lógicas de un esquema que privilegia la acumulación de riqueza privada sobre el desarrollo y los beneficios de la gran mayoría de los chilenos.

El problema no es que Chile haya abandonado el modelo, sino que ya no puede sostenerlo. El neoliberalismo chileno envejeció, se encuentra en estado terminal, sin alternativas claras ni voluntad de cambio, especialmente desde los sectores políticos de centro y extrema derecha, que abrazan el legado económico de la dictadura cívico-militar. El neoliberalismo económico chileno fue creado solo para proteger los intereses de la oligarquía nacional.

Lo cierto, es que Chile necesita un nuevo modelo económico de desarrollo. Uno que supere la obsesión por el equilibrio fiscal y abrace la idea de un Estado emprendedor y con mayor receptividad social, capaz de invertir, coordinar y redistribuir, pues la torta de la riqueza nacional está muy mal distribuida. El modelo en sí solo ha generado grandes desigualdades sociales, carencias diversas, solo cambios cosméticos y un gran endeudamiento crediticio a perpetuidad.

Un nuevo nuevo pacto productivo y social es necesario,reindustrializar con enfoque verde, capturar las rentas del litio y del cobre, impulsar la innovación pública y privada (economía mixta), una reforma tributaria progresiva, que hoy solo protege al capital financiero más que al mundo de los asalariados.

No se trata de desechar el mercado, sino de domesticarlo, ponerlo al servicio del desarrollo nacional y no de una élite rentista, que poco y nada le importa la situación socio económica de las mayoría de los chilenos y del propio país.La democracia económica es la condición de una democracia política plena.

Chile no se cae pedazos, Chile cambia. Lo que se desmorona no es el país, sino el mito de un modelo que prometió libertad y terminó generando desigualdad, deuda y gran desconfianza.El neoliberalismo chileno no está en crisis por exceso de Estado o por reformas progresistas, está en crisis porque dejó de cumplir la finalidad social y su propia promesa de prosperidad.Y cuando un modelo deja de ofrecer futuro, el pueblo chileno debe inevitablemente buscar otro camino, pues aún el país esta lejos de ser un “estado del bienestar”.

Chile se apresta a vivir una nueva jornada de elecciones presidenciales y parlamentarias (16 noviembre) y el pueblo chileno deberá elegir entre un continuismo económico neoliberal (pinochetismo) y un modelo de desarrollo económico nacional (progresismo), con sensibilidad social y respeto por los derechos humanos de forma integral y no parcial.

Eduardo Andrade Bone. Analista político, comunicador social.    WMP/PP/AIP                          

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.