“Una nueva fe debe evitar ambos errores. Se debe dar un lugar importante a la severa limitación del poder del Estado de interferir en las actividades de los individuos; al mismo tiempo, se debe reconocer explícitamente que hay funciones positivas importantes que deben ser realizadas por el Estado. La doctrina a veces denominada neo-liberalismo, que ha venido desarrollándose más o menos simultáneamente en muchas partes del mundo (…), es la fe buscada” . Milton Friedman (1951)
“La versión moderna del liberalismo tiene su exponente más representativo en la Economía Social de Mercado (…). Asociada a formas políticas democráticas, la Economía Social de Mercado integra una síntesis que algunos llaman también Neoliberalismo” . Álvaro Alsogaray (1968)
“La doctrina liberal tradicional, sin embargo, no sólo fracasó al tratar nuevos problemas, sino que tampoco desarrolló un programa suficientemente claro para diseñar un marco legal destinado a preservar un efectivo orden de mercado. (…). La doctrina liberal del siglo XIX descuidó en cierta forma esos problemas, siendo ellos examinados en forma sistemática sólo recientemente por algunos grupos ‘neoliberales’” . Friedrich August von Hayek (1973)
“Cuando cae el comunismo en la Unión Soviética, no se ofrece como alternativa la democracia sino la economía de mercado. Esta pasa a ser una verdadera concepción política (…). El problema para los socialistas es que inevitablemente deben aceptar la economía de mercado” . Álvaro Alsogaray (1999)
En los últimos tiempos, casi que, al modo de una contraofensiva ideológica, los think tanks (neo)liberales han comenzado a realizar un patético esfuerzo por negar la existencia histórica de algo así como el (neo)liberalismo. Sostienen que se trata, ya de un “mito”, ya de un “espantapájaros” (muñeco de paja) socialista o progresista para desprestigiar a su nunca bien ponderado liberalismo. El objetivo de esta estratagema, claro, y al igual que cuando se crease la Mont Pelerin Society, es salvar la ropa del liberalismo, esta vez en sus versiones neoclásicas, de su estrepitoso naufragio histórico-político, así como de un evidente fracaso teórico, aun si lo evaluamos en sus propios términos.
En esta ocasión, no nos detendremos a realizar una genealogía de la instauración histórico-política de los regímenes neoliberales, ni de la hegemonía neoliberal en cuanto tal, sino, más modestamente, nos limitaremos a señalar una serie de características generales, pero axiales, que lo distinguen efectivamente del liberalismo tradicional.
Pero antes de avanzar con ello, advirtamos, de paso, también, una cierta opacidad “marxista” para asimilar la singularidad histórico-política del neoliberalismo. Tal vez por temor a ser tachados/as/es de “post-modernos/as/es” o “post-marxistas”, se tiende a soslayar la lectura foucaultiana de la especificidad (neo)liberal, que, a decir verdad, por más fina y sutil que ésta sea, no aporta mucho más que lo que aportaría una atenta lectura de la textualidad (neo)liberal por sí misma, o, si tal vez se está preso/a de una suerte de censura interna que permite leer a autores tales, se puede recurrir, asimismo, a la lectura de un autor tan clásico como canónico de la tradición marxista ortodoxa, como lo es Georg Lukács, ya sea en el final del “Asalto a la Razón”, ya en su “Ontología del Ser Social”.
Pero volvamos a lo nuestro. Veamos:
1] El liberalismo es el principio y práctica de gobierno frugal, que sitúa a la defensa y promoción de las libertades civiles, y del librecambio, como objetivos fundamentales del orden público.
2] El (neo)liberalismo es el principio y práctica de gobierno dúctil, que defiende y promociona al librecambio y la libre concurrencia, como los pilares fundamentales de todo el régimen social.
3] El liberalismo (se) afirma(ba) (en) una filosofía negativa del “laissez faire, laissez passer”, el (neo)liberalismo se propone desarrollar un programa positivo para la efectiva implementación de esos mismos principios.
4] Más que participar de la vieja polémica entre las visiones minimalistas y maximalistas del Estado, el (neo)liberalismo opone una versión proactiva de la estatalidad, a la visión de una estatalidad providencialista.
6] En el liberalismo clásico, se pretendía que el rol del gobierno era el de oficiar como “vigilante nocturno” de la sociedad civil. En el (neo)liberalismo, se pretende que el rol del gobierno sea el de oficiar como un “comité gerencial” de los negocios colectivos de la sociedad-empresa(rial).
7] Más que ponerle límites al Estado en defensa de las libertades civiles y/o de la autosuficiencia del mercado, el (neo)liberalismo apuesta a convertir al primero en un instrumento dócil del segundo, en procura de que tanto las libertades civiles como toda la cosa pública, se encuentren sometidas a las lógicas del mercado.
8] Más que como una ideología política, el (neo)liberalismo se define como una estrategia de gobernanza; más que un mero paquete de reformas administrativas, es un proceso inteligente de ingeniería social; más que una mera apuesta económica por librecambio, se trata de una apuesta por la cultura de la libre concurrencia.
9] A diferencia del liberalismo clásico, el advenimiento del (neo)liberalismo supuso e implicó un desplazamiento de la idea ético-política del ciudadano como verdad del burgués (principio demócrata-liberal), al axioma oikonómico-político del burgués como verdad del ciudadano (principio liberal-demócrata).
10] Bajo los gobiernos inscritos en un signo liberal clásico, hubo de darse lugar a procesos de mercantilización extensiva de las relaciones sociales, las “gobernanzas” (neo)liberales han proyectado una capitalización intensiva de las subjetividades, hasta de su fuero interno.
11] Se pasa, asimismo, del énfasis en el locus cívico-individualista (principio demo-republicano), al acento en el socius empresarial-capitalista (principio etno-liberal). Más que una mera defensa ético-política de la individualidad asocial, se trata de una promoción etno-lógica de la sociabilidad empresaria.
12] De la ingenua consideración del homo oeconomicus como una eseidad natural precisada de liberación de toda férula política, se pasa a la constatación del homo oeconomicus como resultado histórico-político de una ingeniería social; dicho sea en otras palabras, el homo oeconomicus no nace, se hace y/o, se llega a serlo.
13] El liberalismo fue/es la doctrina teórico-práctica de la separación (demo-republicana) entre “sociedad política” y “sociedad civil”. El (neo)liberalismo es el principio y la práctica de una ingeniería social tendiente a la efectiva configuración de una (real o virtual) “sociedad de mercado”.
14] El (ordo)liberalismo es la doctrina teórico-práctica que sostiene la necesidad de(l resguardo de las) “reservas naturales” de sociabilidad frente al mercado. El (socio)liberalismo, es la contraparte progresista del conservadurismo ordoliberal (vistas desde las ópticas “ultra”, se trata de formas hegemónicas de socialismo).
15] El (ultra)liberalismo es la doctrina teórico-práctica que proclama el imperio totalitario de la sociabilidad mercantil (anarco-capitalista). En general, puede decirse que se trata de la cobertura ideológica del trust-liberalismo actual, mas, en su variante (paleo)liberataria, se nos presenta como la posible deriva fundamentalista, más o menos hierocrática, del (neo)liberalismo realmente existente.
Va pues una vez más ¿qué es el (neo)liberalismo? Ese emplasto neoclásico entre (ordo)liberalismo alemán y (anarco)liberalismo norteamericano. Emplasto que ha venido imponiéndose desde la denominada crisis del petróleo en adelante, y que, con la caída del bloque soviético, ha tendido hacia su globalización.
En este mismo orden de sentido, la denominada “tercera vía” (o socioliberalismo) es poco más que un (neo)liberalismo progresista, una articulación claudicante de la socialdemocracia con el hegemón neoliberal. Tal y como advirtiera, de forma seca y pedante, el ingeniero otrora líder de la UCeDE, don Álvaro Alsogaray.
¿Que no hay, actualmente, desde el campo genérico del liberalismo, corriente alguna que se autodefina como neoliberal? Más allá de los epígrafes, y de lo hasta aquí dicho, es algo que se comprende con facilidad cuando se acierta a advertir que semejante emplasto neoclásico comienza a ser implementado en la misma época en que se proclamaba “el fin de las ideologías”.
Mas, y como buena ideología que también es, hoy por hoy el neoliberalismo se presenta a sí mismo como una nueva vulgata social, o, dicho sea mejor en sus propios términos, cada vez que presenta a sus postulados teórico-prácticos, como axiomas inherentes al sentido común, apenas traducidos a un lenguaje teorético.
Claro, los apologistas del libre mercado se dan hoy a la dura tarea de levantar este muerto-vivo, tanto en lo teórico como en lo político. Pues el (neo)liberalismo ha fracasado en sus propios términos (ya en términos de evitar la formación de monopolios, ya en términos de implementación de efectivas políticas sociales, ya en términos de sostener positivamente sus formas político-institucionales de hegemonía, etc.).
El truco retórico habitual, en este menester, una vez que se ha negado la existencia del (neo)liberalismo, es la pueril y ramplona oposición entre “ser” y “deber ser”, mensurando los órdenes, procesos y hegemonías (neo)liberales, en razón de su mayor o menor adecuación al liberalismo considerado como “tipo ideal”, lo cual, va de suyo, nunca sucede completamente, ni sucederá nunca. Pero así se consigue, con todo, la configuración de un propio “muñeco de paja” ideal, con el que se fuerza a debatir ideológicamente, soslayando cualquier intento de análisis riguroso de la realidad (neo)liberal en cuanto tal. Hay que decirlo, el liberalismo, hoy por hoy, es un “muñeco de paja” con el que los/las/les (neo)liberales se engañan a sí mismos/as/es, y pretenden confundir al resto.
Mas, sin embargo, esta relativa fragilidad macro del (neo)liberalismo a la que veníamos haciendo alusión, o, dicho de otro modo, esta fragilidad que presenta el (neo)liberalismo, “por arriba”, se ve compensada por una igualmente relativa fortaleza “por abajo”, o a nivel micro. Y es que tal vez en aquello que el (neo)liberalismo ha resultado ser más efectivo -relativamente-, es en la configuración positiva de la tan mentada subjetividad (neo)liberal (autonomista, meritocrática, emprendedora), la cual atraviesa a todo el campo social, de derecha a izquierdas (los movimientos sociales, la así llamada “economía popular” están mediados por esta lógica), aunque sin dar todos los “buenos” resultados que se esperaba de ello, e incluso llegando a tomar derroteros no del todo halagüeños para el esquema de sociabilidad (neo)liberal, ni para sus ordenamientos de la cosa pública.
En pocas palabras, si en términos económico-políticos el (neo)liberalismo ha comenzado a renegar de sí mismo (tanto por derecha como por izquierda), en términos socio-culturales amenaza con socavar sus propias derivas progresistas (como lo es aún la del actual gobierno argentino), y radicalizarse, asumiendo cada vez más la fisonomía reaccionaria de un fundamentalismo paleolibertario, más o menos hierocrático, al estilo Donald Trump, Jair Bolsonaro, Fabiola Yañes, Juan José Gómez Centurión, Javier Milei, etc.