Soy periodista pero no soy neutral. Hoy menos que nunca. Porque si por neutral entendemos mantener una supuesta equidistancia entre sectores o clases sociales en disputa, dando el mismo tratamiento a opresores y oprimidos, a poderosos y empobrecidos, no puedo serlo; me es imposible. Porque, ¿cómo podría observar con la misma mirada a quienes desahucian, […]
Soy periodista pero no soy neutral. Hoy menos que nunca. Porque si por neutral entendemos mantener una supuesta equidistancia entre sectores o clases sociales en disputa, dando el mismo tratamiento a opresores y oprimidos, a poderosos y empobrecidos, no puedo serlo; me es imposible. Porque, ¿cómo podría observar con la misma mirada a quienes desahucian, tijeretean derechos, a los terroristas de chaqueta y corbata, colaboracionistas que avalan con su voto que niños y ancianos pasen en sus casas hambre y frío, a quienes se enriquecen con la crisis-estafa; que al ejército de trabajadores precarios y desempleados, a los inmigrantes asesinados en la frontera, o a las familias que pierden su hogar a manos de los bancos?
El historiador Paul Preston dijo: «no puede existir la objetividad ni la ecuanimidad. No se puede tratar al asesino y al asesinado, o al violador y a la violada como si fuesen iguales». Y yo lo suscribo; más cuando vivimos tiempos críticos, tiempos de guerra encubierta, que hacen palidecer la cómoda ambigüedad de los tonos grises, tiempos que obligan a tomar partido. Sucede además que las palabras son por naturaleza connotativas, no tienen significado unívoco. Cada verbo, cada sujeto, situado en una u otra posición, en una frase, en función del contexto, cobra un sentido u otro, apoya una versión de los hechos o la contraria, por la fuerza de los matices casi subliminales del idioma. Vemos las cosas a través del filtro de nuestros valores y forma de entender el mundo. Y no hay fraude peor al lector o a la audiencia que disfrazar de falsa neutralidad un relato sesgado de los hechos.
Yo admiro a los corresponsales extranjeros que durante la guerra civil española se posicionaron claramente con el bando republicano, y a reporteros como Ryszard Kapuscinski, y su defensa a ultranza del periodismo intencionado, comprometido, nacido del corazón. «Ante una guerra hay que odiar o amar a alguien. Sin eso no se soporta lo que ahí ocurre», dejó dicho el fotógrafo Robert Capa. Pero nunca desde la mentira, ni desde la falsa neutralidad, sino desde el rigor, el humanismo y la sinceridad.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.