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Reseña del tomo dos del libro colectivo: "El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista", 2016

«Ningún mensaje es más urgente y necesario que plantear la preservación de la vida en la Tierra»

Fuentes: Rebelión

El segundo tomo de la obra El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista incluye las ponencias e intervenciones, -entre personas y colectivos–, de 35 invitados al seminario que, con ese nombre, se llevó a cabo en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, del 29 de abril al 9 de mayo del año 2015. Los […]

El segundo tomo de la obra El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista incluye las ponencias e intervenciones, -entre personas y colectivos–, de 35 invitados al seminario que, con ese nombre, se llevó a cabo en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, del 29 de abril al 9 de mayo del año 2015. Los textos compilados, que van desde salutaciones, intervenciones o palabras, a ponencias formales, tocan una extensa variedad de temas que, en su mayoría, tratan de responder a la convocatoria de los zapatistas en torno al ejercicio de un pensamiento crítico, no haragán ni rutinario, mucho menos conformista, que contribuya a las luchas emancipadoras y anticapitalistas, frente a ese monstruo de múltiples cabezas, la hidra, que ha llevado a la humanidad, y al planeta mismo, a la deriva de su posible destrucción.

A diferencia del primer tomo, en el que se incluyen todas las participaciones de los miembros de EZLN, que se caracteriza por su coherencia interna, en su diversidad temática, en este libro se exponen diversas posiciones políticas, en un conjunto también muy heterogéneo de temas, que, no obstante, en su mayoría, expresan un esfuerzo por profundizar en el diagnóstico de la tormenta en la que estamos inmersos, y en las propuestas para la construcción de un proyecto alternativo al capitalismo.

Las palabras iniciales de los padres y madres de los normalistas desaparecidos forzados de Ayotzinapa, dan cuenta de esos lazos de ternura que unifican las luchas en un torrente de rabia digna y solidaridad reciproca frente a un Estado criminal, unos construyendo autonomía y otros buscando a sus hijos hasta encontrarlos, «¡cueste lo que cueste!.»

Juan Villoro refiere a la pérdida de los seres humanos de la relación directa con nuestra residencia en la Tierra, abismados en el mundo virtual de la televisión y las computadoras (y añadiría, el teléfono celular), esa vida espectral que produce un nuevo egoísmo. Nos recuerda que el mundo material existe y debe transformarse, y destaca el lema de la Universidad de la Tierra, «¿Y tú qué?», mientras cuestiona la erosión del mundo en aras del progreso, el cual representa ya una insensatez. Sostiene que la contemporaneidad hay que concebirla a partir del cambio y de ahí el carácter contemporáneo del zapatismo. Afirma que el pensamiento conservador se refugia en el análisis del presente y abdica de su responsabilidad ante el futuro y critica a quienes fincan su independencia en el inmovilismo de no estar ni a favor ni en contra. Asegura que «el comunismo no fue el brebaje cura-todo que la Revolución soviética prometió en su alborada, pero la necesidad de asociar el pensamiento con la modificación de la realidad, no ha perdido urgencia.» El zapatismo representa una modernidad genuina, mientras que la construcción de otra forma de vida, se fundamenta en la comunidad., donde el nosotros predomina sobre el «yo». «Una ética de valores compartidos. En este ámbito, el poder no es un fin en sí mismo, sino un servicio que se rige por un lema dialectico: mandar obedeciendo.»

Adolfo Gilly ofrece una perspectiva sobre lo que denomina la «unificación financiera del mundo», una nueva época del capitalismo y de la relación de dominación del capital sobre el trabajo y la naturaleza. Sostiene que «estamos ante una forma inédita de la relación de dominación y subordinación: la dominación universal del mundo y el mando de las finanzas -el capital financiero global- sobre las sociedades y las economías… [Y] una humanidad que ve y vive la destrucción o la degradación de sus mundos de la vida.» Esto ha traído consigo, señala, la conformación de un nuevo sujeto histórico: el trabajador mundial. Sostiene que no es el tiempo de la esperanza, sino el de la ira y la rabia.

Sergio Rodríguez Lascano debate sobre el poder y la izquierda, en el que las posiciones se polarizaron sin atenerse a la nueva realidad del capitalismo. Afirma que hoy en día «la estrategia de una buena parte de la izquierda no es tomar el poder para cambiar el país o el mundo, sino cambiar la administración (ni siquiera el gobierno) sin tocar el poder». Sostiene que vivimos un ciclo de acumulación de dinero ficticio, de un capital especulativo y un dominio de las finanzas de la sombra. Que el error fundamental del análisis geopolítico es que sigue entendiendo a la economía mundial como la suma de las economías nacionales, cuando en realidad «es la suma de las grandes sociedades financieras legales e ilegales y las grandes industrias con el crimen organizado o desorganizado.» Sostiene que la crisis es la realidad permanente del capitalismo, su dinámica propia, su esencia. «Esta nueva forma del capital -el sistema financiero-arrasa países, pueblos, culturas, idiomas formas de vida.» En esta situación, el Estado Nación ya no juega ningún papel de los que antes jugaba, en especial, el de regulador de la inversión…La burguesía nacional es parte del museo de las reliquias.» Al igual que Juan Villoro, Sergio considera que «la tormenta que se avecina no es producto de la barbarie sino del…PROGRESO…La catástrofe que se avecina no es una crisis más en la historia del capitalismo. Es un ajuste de cuentas entre el capital y la humanidad y va más allá de las buenas o malas intenciones de tal o cual gobierno.» Piensa que, para el caso mexicano, la tormenta ya está entre nosotros. Enumera nuevas características del capitalismo como un proyecto de dominación que «busca desorganizar-reorganizar desde luego la economía, pero también la cultura, los lazos humanos que se han construido desde siglos atrás, la economía moral de los que viven en el campo y las ciudades.» Parte de estas características son: La concentración del poder en una treintena de ciudades, mientras a su lado, hay otras zonas trascendentes para el futuro del capitalismo porque en ellas se encuentran las reservas energéticas del mundo. Aquí, el control del territorio se convierte en factor productivo esencial en tanto directamente genera condiciones para engendrar valor. «Este es hoy por hoy el escenario de las confrontaciones más significativas entre el capital y los guardianes de la tierra: los pueblos originarios.» En cuanto al sujeto histórico de la revolución plantea: «hoy no hay un núcleo unificado de resistencia, (sino) que hay una gran diversidad de procesos de rebeldía. Plantea que ante la diversidad de estos procesos, se torna obsoleta la idea de vanguardia y pone al día la compartición y el encuentro, los cuales tienen que darse también en el terreno de las ideas. «Romper el individualismo en la elaboración teórica es una precondición del pensamiento crítico.» Propone construir un mundo en que la hidra no pueda reproducirse. No se trata de concebir otros mundos, sino de construirlos. «No se puede destruir a la hidra si nuestro accionar político y ético cuenta con los mismos principios que la hidra ha impuesto desde que la dominación es la dominación.»

Luis Lozano Arredondo inicia con una crítica a las universidades, las cuales, afirma, se quedaron en el confort de la teoría, mientras los saberes de las comunidades en resistencia avanzan en la construcción de un mundo de autogestión. Expone como se expresan la explotación y el despojo en nuestro país, al grado que un 85% de la población experimenta la pobreza, ha perdido todos los derechos laborales, mantiene altos niveles de desempleo y sobre-explotación. Plantea colaborar, cooperar y compartir nuestros saberes con los demás humanos para devenir y construir otro mundo.

Rosa Albina Garavito considera que la catástrofe que anuncian los zapatistas, en realidad, nos rodea, destruyendo todo a su paso, nuestra fuerza de trabajo, engrosando las filas del empleo informal hasta en 60% de la población ocupada, la estabilidad laboral, la bilateralidad para acordar condiciones de trabajo, los fondos de pensiones, los salarios, los fondos de ahorro, las más de mil empresas paraestatales, entre ellas, PEMEX. Se ha deteriorado los servicios de salud, educación, vivienda, alimentación, en suma, la hidra capitalista ha desmantelado sin esfuerzo derechos sociales conquistados y sólo nos queda la dignidad y el auto organización. Considera a la autonomía como un proyecto de futuro, de dignidad y capacidad de decisión frente al Estado. Con la autonomía, los zapatistas están cortando muchas cabezas a la hidra capitalista. Es la semilla de la nueva patria.

Efraín Herrera, del Colectivo Callejero, considera que construyen un discurso estético propio a partir de una actitud rebelde en la sociedad capitalista, a partir de lo que sostenía Bertolt Brecht, de que «antes de ser artista, eres un ser social.» Es en el campo de la rebeldía que se encuentra el carácter creativo, imaginativo y propositivo. Esto implica tomar una actitud frente al Estado. Encontraron que el panfleto no provoca la reflexión inmediata y optaron por la metáfora como herramienta eficaz, que deja abierta la puerta a una reflexión duradera. Están convencidos que la alternativa no es otra que formar más y más colectivos.

Eduardo Almeida Acosta considera que estamos viviendo la situación apocalíptica mundial; una pesadilla capitalista, hoy neoliberal, globalizadora y extractivista: «el afán narcisista o el conato de conservarse a sí mismo en la existencia a expensas de todo y de todos los demás…y a buscar su perpetuación como sistema sin importar si ello implica violencias, guerra y muerte. Esto se refleja en nuestro país, el México minado: una república quebrada, un país en guerra consigo mismo; un Estado mafia y una polilla corporativa, un gobierno oscuro, de control social, y coaligado con elementos empresariales y criminales coludidos. Una cabeza de la hidra es la perversión de la política; otra ha sido la injusticia en el trato de las diferentes culturas; una tercera es el despojo de la soberanía nacional, de las garantías individuales y de los derechos sociales y comunitarios; y una cuarta cabeza forma el complejo de desventuras que sufre todo México por el manejo empobrecedor de la macroeconomía. Otra gran cabeza son las injusticias de los mercados financieros. Se pregunta: ¿Qué hacer frente a esta devastación? Intensificar la rabia, poner el cuerpo, desafiar todo, inventar nuevas formas de lucha frente a la dominación: otra democracia, otras formas de autonomía, otro antiimperialismo. Soñar, imaginar, idear otras formas de tejer cohesión social.

Vilma Almendra, indígena Nasa-Misak, de Colombia, confronta cuatro cabezas de la hidra: el terror y la guerra, el ajuste estructural, la propaganda y la cooptación, y la asimilación de las luchas. El terror y la guerra como instrumento para despojar a las comunidades; el ajuste estructural entre las trasnacionales y los Estados para definir todas las leyes del despojo e imponer las agendas de arriba; la propaganda a través de los medios de comunicación, las iglesias, las escuelas que pretenden despojar el pensamiento propio y crítico; y la cooptación que roba procesos enteros, detiene a los movimientos, inclusive a través de conceptos como el multiculturalismo. Critica las negociaciones con los gobiernos, que son los verdugos y que, en últimas, terminan de reunión en reunión, de comisión en comisión, confundiendo la agenda política de lucha y sometiéndose a la agenda del Estado. Pese a todo, considera que no está ganando la política de las transnacionales y del mal gobierno, haciendo un recorrido por las luchas por la Madre Tierra. «Es importante ver y saber que estas luchas, resistencias y libertades, pese a las políticas de exterminio y de despojo, siguen floreciendo, siguen emergiendo, están allí de frente a nosotros, frente a la hidra capitalista.» Invita a reapropiarse de las palabras en el andar, en lo que denomina «palabrandar nuestro camino de la palabra digna.» Revitalizar las asambleas como máxima autoridad. Sostiene que «desde los territorios, y también desde la academia, (se trata de) lograr armonizar la práctica y la teoría, porque a veces desde la academia nosotros mismos encarcelamos las prácticas y las convertimos en conceptos, las vamos dejando sin alas.» Rechaza, sin embargo, que el esencialismo constituya una posición de los pueblos y las comunidades, «no somos puros», afirma.

Ma. Eugenia Sánchez Díaz trata sobre el pensamiento crítico, en este caso, frente a la pseudo-identidad nacional, considerando que estamos al inicio del colapso de la modernidad / colonialidad, un escenario de grandes desgarramientos civilizatorios: las aspiraciones al «desarrollo» y su inviabilidad ecológica y política; la imposibilidad de articular ciudadanía y diversidad en una igualdad que no uniforme y una diferencia que no discrimine. Plantea deconstruir la llamada identidad nacional, que esconde relaciones de dominación, formas de racismo, xenofobia y xenofilia selectivas. Piensa que la lucha contra el racismo, incluyendo el «racismo cordial», es una tarea a contracorriente, tan importante como otras vertientes de la lucha. Expone que la ideología mestizante construida en los siglos XIX y XX, y consolidada con el nacionalismo revolucionario, se arraiga en la sociedad de castas de la Colonia y en su componente de limpieza de sangre. Esta ideología constituye un proceso de desindianización forzada, considerado como un genocidio blando.

El racismo cordial son cachetadas racistas pero edulcoradas, maquilladas y, por lo mismo, más difíciles de elucidar y evidenciar. Este tiene una vertiente religiosa que se cuela a través del culto a la Guadalupana, quien es manipulada por los poderes políticos y religiosos. Considera que los Acuerdos de San Andrés permitían iniciar un proceso de restructuración del anclaje jurídico de la sociedad, y «una reconfiguración de la pseudo-identidad nacional profundamente racista/clasista, para ir construyendo un espacio social de convivencia un poco menos inhumana.»

Greg Ruggiero escribe sobre la ecología, fiebre, compañerismo e insurgencia y de cómo el trabajo que se hacía en los años noventa, que buscaba liberar a la humanidad de su propia capacidad para imponer injusticia, miseria y guerra, sigue siendo esencial, pero «ahora definitivamente parece estar más en juego, y hay trabajo mucho más urgente que hacer para revertir el desbalance masivo que la actividad humana está causando en el clima global y en la biosfera como entidad viviente.» Destaca que «hoy no sólo está en riego la democracia, la dignidad y la justicia. Hoy está en riesgo el bienestar de la red interconectada y diversa de todos los organismos vivos -la tierra viva y consciente–. […] necesitamos cuestionar nuestro lenguaje, pensamiento crítico, prácticas y formas de vivir para desarrollar nuevas formas de lucha y humanización que protagonicen por completo la lucha para acabar con la fiebre que tenemos ya encima […] necesitamos las herramientas críticas, el lenguaje, los medios, y el compañerismo no sólo para liberarnos del capitalismo, sino para liberarnos de la capacidad para dominar y destruirnos entre nosotros y a la hamaca de la vida en la que estamos tejidos.»

Alicia Castellanos refiere al tema del zapatismo y su horizonte de futuro de la tarea de difundir los aportes de los pueblos indígenas para que crezcan conciencias que no contribuyan a la continuidad del capitalismo y la sociedad patriarcal. Coincide con varios de los autores sobre la gravedad de la crisis capitalista, que también califica de civilizatoria y considera que a éste sistema social, le es consustancial la violencia, la cual se vuelve exponencial en esta etapa de la mundialización capitalista, y se relaciona con el poder, y en consecuencia, con el Estado. «Pero la violencia del Estado no podría ejercerse sin la intervención de millones de otros actores que siguen este camino; sin la obediencia, colaboración, corrupción y traición de ideales y de luchas, que son signos de la ausencia de un horizonte colectivos».

Examina la dimensión del legado zapatista que se relaciona con la autonomía, los principios éticos, el humanismo y los valores para vivir en una comunidad más humana, inscritos en una lógica anti sistémica. Piensa que «destruir comunidad, valores y lazos comunitarios, solidaridad y fraternidad en cualquier espacio social y nivel de relaciones, es objetivo primordial de las políticas de Estado».

En este contexto, afirma que la nación está siendo expropiada, su soberanía secuestrada y la igualdad, libertad y fraternidad negadas. Debate sobre el concepto de utopía, a la que considera como un necesario horizonte de futuro e identifica las utopías concretas, que pierden sentido de lo imposible, y, en esa dirección, sostiene que el zapatismo es profundamente movilizador de las conciencias. «En la idea de «otro mundo es posible», se encierra la proyección utópica del pensamiento zapatista, que busca recuperar la dignidad de los pueblos y de la persona.» Concluye que la «acción movilizadora de la utopía concreta, en este caso, del zapatismo, reside en la organización, la mística del horizonte de futuro y la unidad de las fuerzas de la resistencia.»

Ante la imposibilidad de glosar a todos y todas los autores de la obra, basta mencionar que el lector encontrará en este segundo tomo trascendentes reflexiones de pensadores como Pablo González Casanova, Immanuel Wallerstein y Michel Lowy, así como cruciales aportaciones colectivas de la Compañía Tamérarantong y de la extraordinaria experiencia de los Kurdos, que fue representado en este seminario por la compañera Havin Guneser, quien trajo la «solidaridad del pueblo de las montañas al pueblo de la selva.»

Precisamente, cabe finalizar con palabras de Pablo González Casanova que sintetizan una buena parte de las intervenciones del colectivo: «Estoy seguro que ningún mensaje es más urgente y necesario que plantear la preservación de la vida en la Tierra, la emancipación del ser humano y la organización local, regional y global de colectividades y colectivos de jóvenes , de pueblos, de trabajadores, de campesinos, de profesionales, que honren su palabra, articulen su voluntad y materialicen su experiencia, dominen su información, y su forma de dialogar y acordar con serenidad y firmeza para defender efectivamente la libertad y la vida.»

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.