Chris Ealham, un hispanista raro Chris Ealham (Kent, 1965) es un historiador e hispanista raro. Su obra parte de reconstruir la mentalidad, la cosmovisión y la autopercepción de los sujetos que estudia. En ese sentido, explica conflictos reconstruyendo la cultura que los verbaliza. Especializado en anarquismo español y catalán, es autor del importante La lucha […]
Chris Ealham (Kent, 1965) es un historiador e hispanista raro. Su obra parte de reconstruir la mentalidad, la cosmovisión y la autopercepción de los sujetos que estudia. En ese sentido, explica conflictos reconstruyendo la cultura que los verbaliza. Especializado en anarquismo español y catalán, es autor del importante La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto 1898-1937 (Alianza Editorial, 2005), una explicación del conflicto social en Barcelona a través de varias culturas en colisión, entre ellas, la anarquista. Vuelve a incidir en la cultura como instancia de conflicto en España fragmentada. Historia cultural y Guerra Civil Española (Comares, 2010), volumen colectivo del que es coeditor, junto a Mike Richards. Recientemente ha aparecido su Vivir la anarquía, vivir la utopía. José Peirats y la Historia del Anarcosindicalismo Español (Alianza Editorial), una biografía de José/Josep Peirats y, por lo tanto, una biografía del anarquismo catalán del siglo XX.
En esta entrevista hablamos de su obra, de su tema de estudio y, a través de ambas cosas, intentamos extrapolar algo de todo ello a la actualidad reciente.
-Una constante, muy atractiva, de su trabajo, consiste en trabajar con la autopercepción de sus investigados. Las culturas barcelonesas de inicios de siglo, el anarcosindicalismo. Esto, que tiene resultados muy sexis, no es muy frecuente. ¿Cuál es el origen de esta manera de trabajar suya? ¿La psicología social?
-Para entender a los actores sociales es muy importante analizar el pasado con un sentido antropológico. Concretamente, con el anarcosindicalismo catalán estamos hablando de un movimiento social muy extendido, con raíces profundas. Hay mucha literatura dedicada a realizar un discurso sobre su pasado, su naturaleza, que cae en el negacionismo. Hay una literatura muy política que muchas veces aparenta otra cosa, aparenta estudios académicos y externaliza el anarquismo. Mi idea es analizarlo desde dentro. En algunos casos pude hacer entrevistas, también he utilizado autobiografías de militantes para entrar en su mundo e intentar reconstruir el significado de su actuación. No soy el único que lo hace -tenemos los ejemplos de Anna Monjo y Dolors Marín-. También eso forma parte de la escuela histórica británica de historia social. Tenemos el ejemplo de Edward Palmer Thompson. Leer sus trabajos cuando hice la carrera fue muy inspirador para mí.
-Su último libro es una biografía de Josep Peirats, el autor de La CNT en la Revolución Española . ¿Dónde le nació el interés por la persona?
-Conocí los trabajos de Peirats cuando estuve preparando mi libro sobre Barcelona y siempre me ha fascinado la lucha por la cultura de los obreros barceloneses. Me parecía muy valiente. Dentro del anarcosindicalismo está la historia negra del anarquismo. Pensamos que no son más que bombas, pistolas y violencia. Siempre me ha llamado la atención que por cada anarquista violento hay tres o cuatro más: educadores, obreros…
-Vegetarianos…
-Sí, hay de todo dentro del movimiento. Y dentro de ese movimiento de masas, los violentos, entre comillas, han sido una minoría. Pero la lucha por la cultura, por extender la cultura a los mismos obreros, y también dentro de la sociedad catalana, eso me ha llamado mucho la atención. La relación o el papel de los intelectuales, de nuevo entre comillas, de lo que era un sindicato, pero también un movimiento social. Hay pocos intelectuales de clase media, existen, pero en general, cuando hablamos de los intelectuales de la CNT, del movimiento anarquista, estamos hablando de obreros autodidactas en su mayoría, gente como Salvador Seguí, que fue pintor, Ángel Pestaña, relojero, o Peirats, que está en la misma línea: un obrero que con ocho años se convierte en ladrillero y, después, en el ladrillero más publicado en la historia de los ladrillos. Y eso me llama mucho la atención. ¿Cómo es posible que haya gente que, naciendo en un mundo muy hostil, llega a tener tal nivel de cultura?
-Corríjame: Peirats es el emisor del punto de vista oficial de la CNT de posguerra. ¿De ahí también radica su interés?
-Mmm… No tanto. Porque, bueno, en el primer momento yo pensé que Peirats era como un portavoz del movimiento, pero al investigar para el libro me di cuenta de que en la mayoría de los casos era disidente. Antes de la Guerra Civil, antes de la polémica sobre la entrada de los anarquistas en el Gobierno, ya Peirats estaba criticando lo que él vio como el rumbo reformista del movimiento, apoyando la candidatura del Frente Popular en febrero del 36. Y después, a lo largo de la guerra es uno de los más críticos con los líderes del movimiento libertario. Después, en el exilio, es dos veces secretario general. Pero eso no necesariamente significa que sea un conformista dentro del movimiento, porque su gran obra a nivel organizativo, su gran trabajo, fue intentar unificar las dos partes de la CNT tras una escisión brutal después de la II Guerra Mundial. Al final, por su oposición a los sectores más influyentes de la CNT -efectivamente, estamos hablando del matrimonio Federica Montseny y Germinal Esgleas-, le expulsan de la CNT…
-Oficialmente, por ladrón, como señala en su libro…
-Sí, bueno dijeron lo mismo sobre Cipriano Mera, otro disidente que fue, como Peirats, un obrero honrado con una moralidad muy estricta. Claramente fue por otro motivo -por su oposición a lo que era el control burocrático de un movimiento que siempre había resistido la burocracia-. Pero en el exilio la CNT se convierte en otra cosa. Pero en general, no sé si se puede considerar el libro de Peirats, La CNT en la Revolución Española, la visión oficial de la Guerra. Buena pregunta… Hmm… Ahora lo estoy pensando. Evade ciertos temas, esto es seguro. Habla de los ministros anarquistas, pero por ejemplo evade toda la crítica a los amigos de Durruti, que era la crítica más profunda dentro del anarquismo, del rumbo del movimiento durante la Guerra. Pero en general, yo diría que a lo largo de su vida Peirats fue un rebelde, una persona muy crítica.
-Desde la guerra hasta los setenta el movimiento anarquista español desaparece o disminuye perceptiblemente. La represión y la infiltración son evidentes, pero ¿es responsable de esta dinámica también el propio movimiento, que no sabe practicar un aggiornamento , que no sabe desprenderse del cenetismo oficial de Toulouse? ¿Qué falla? ¿Cuál es el fracaso personal, no necesariamente policial?
-El punto de partida es que el franquismo constituye la represión más brutal. Muchos militantes no estaban preparados. La gente conocía la dictadura de Primo de Rivera y no se puede comparar el nivel de la represión. Los miles de militantes que murieron en el Camp de la Bota en Barcelona -una zona de la playa, en la que se practicaron fusilamientos cotidianos en la posguerra-… Estamos hablando de un contexto muy duro, la represión franquista siguió a un ritmo tremendo en los primeros años de la posguerra. Constituyó un trauma monumental para los militantes. Hicieron lo que pudieron dentro del contexto. Hay que tener en cuenta que el anarquismo español no fue nada sin la CNT, que es, principalmente, un sindicato. La guerra del Estado franquista contra la CNT efectivamente lo dejó muy difícil. Reconstruyeron la CNT en España y tuvo éxito, tuvo miles de afiliados y atrajo a militantes clandestinos, activistas en un contexto muy difícil, pero la represión era cruenta. La resistencia de los maquis es otra cosa. Hay quien dice, y a lo mejor tiene razón, que fue un error reconstruir la CNT en Francia, porque siempre había funcionado como un sindicato de lucha, y en Francia se convirtió en un centro social para los exiliados. Quizás hubiera sido mejor crear un movimiento anarquista exiliado en Francia sin tener CNT. Porque la CNT jamás funcionó en Francia como en España. Viendo el contexto me parece difícil criticar demasiado a los líderes en el exilio; la gran crítica que tengo es que en el exilio -y a lo mejor es una condición de vivir en el exilio-, poco a poco se alejaron de la realidad española. Un gran ejemplo de eso está en los años sesenta, con el nacimiento de una nueva clase obrera en España debido al boom económico. Con esa nueva clase obrera tenemos el surgimiento de CCOO. En muchos casos -en la zona barcelonesa y otras zonas de la geografía de España- las primeras Comisiones tenían mucha influencia en las zonas de tradición anarcosindicalista, y en muchos casos -en L’Hospitalet, por ejemplo-, los militantes, creadores de Comisiones eran cenetistas. Los líderes de Toulouse, con una visión muy alejada de lo que estaba pasando en España, no eran capaces de concebir un nuevo movimiento que no era necesariamente de la CNT, y estaban muy preocupados con el control burocrático, querían controlar lo que estaba pasando en España y el flujo de información de España a Francia. Hubo mucha censura de Montseny y Esgleas, no querían saber nada de lo que era el movimiento sindical más poderoso que ha conocido el franquismo. Fue un gran error de los líderes de Toulouse porque el cenetismo podía haber estado representado dentro de Comisiones. Hubiera llegado así a una nueva generación de obreros, en cambio, dejaron el campo abierto para los comunistas. Hay que tener en cuenta que CCOO no se convierte en un sindicato comunista hasta mucho más tarde, pero los anarquistas, los anarcosindicalistas, dejaron el campo abierto.
-En los setenta los mítines más concurridos de Barcelona son anarquistas, las Jornadas Libertarias y el mitin de la CNT en Montjuic registraron asistencias aún no superadas. Había no sólo curiosidad, sino cierta predisposición o interés hacia un movimiento que de alguna manera existía en la calle o en la memoria. ¿Qué pasa cuando el exilio vuelve, y se produce un choque bestial entre ese exilio y ese movimiento de la calle? ¿En qué consiste ese choque? ¿Qué ocurre? ¿Qué es lo que les recibe aquí?
-A nivel emocional fue muy importante lo de Montjuic. Decir hemos estado fuera, pero hemos vuelto y todavía somos un movimiento de masas.
-¿Se lo creían?
-Sí, pero creo que el gran problema que tiene la CNT en aquel momento es una cuestión de renovación. En vez de captar las nuevas energías, gente como Montseny no quiso dejar el liderazgo. Hay un tipo de timelag y un conflicto de generaciones. Muchos de los viejos no entendían los nuevos movimientos sociales, como el feminismo. Pero con el Caso Scala hay un antes y un después: antes del Caso Scala la CNT, el anarquismo, tenía un gran poder de convocatoria, en Barcelona y en otras zonas del Estado español. Después del Caso Scala -un asunto muy oscuro con la participación clave de un infiltrado vinculado a la policía-, los medios no paraban de identificar el anarquismo con la violencia. Y bueno, no vamos a saber esto, pero es posible que si no hubiera pasado el Caso Scala, la CNT habría estado en primera línea para organizar las protestas contra los pactos de La Moncloa y el ataque contra la clase obrera que vino con ellos. Y es posible, en otras circunstancias, que la historia de la Transición hubiera sido bien distinta.
-Permítame extrapolar sus conceptos de cultura. Estamos en un momento de crisis de Régimen. ¿Percibe un choque cultural o sólo es un choque político?
-Yo lo veo más como un choque político. Estamos con la crisis de la visión de la democracia que ha sobrevivido desde la Transición. Supongo que hasta cierto punto esto es una cuestión de la cultura política. Pero sobre todo lo veo como una cuestión política: cómo llegar a una nueva estructura capaz de captar los deseos de cambio. Yo creo que hay un gran rechazo, desde la crisis, hacia los políticos que han llevado las riendas del Estado español desde la Transición. Y la cuestión es ¿después qué? Pero lo veo todo, lo dicho, más bien en términos políticos que en términos culturales.
-Hay una cierta pugna, aplazada, no verbalizada, en el interior de Podemos, entre quien quiere crear un gran partido y gente que quiere crear un gran movimiento. A veces se utiliza como ejemplo la CNT, para explicar algo que tuviera una funcionalidad política, que en el caso de la CNT era sindical, pero que sirviera para hilvanar políticas y acciones no institucionales. ¿Cree que existe una cultura antiautoritaria suficiente para llegar a esta idea?
-Yo creo que Podemos ha captado muchas de las energías y las críticas del 15-M, y ha utilizado a veces estructuras más relacionadas con el anarquismo, como la democracia directa y el asamblearismo. Yo veo el gran problema de Podemos en que, efectivamente, ha expuesto las críticas sobre la política actual y ahora están dentro del mismo sistema político de antes. No sé qué va a aportar Podemos, sinceramente. Ahora está con Izquierda Unida, y estamos hablando de una política bastante gastada. Si no recuerdo mal, en algún momento los de Podemos consideraban a IU como una parte de la casta. Por ejemplo, Lola Sánchez, «la camarera del gin tonic «, y después eurodiputada de Podemos, ha contado las amistades en Cartagena de los concejales del PSOE, del PP y del IU, y ella se indignó por su sobremesa. Para mí en el primer momento fue refrescante esa crítica de la casta política y su corrupción, pero ahora me parece que Podemos ha llegado a tener un pacto con una parte de la casta, o lo que era la casta de antes. Y, sinceramente, no creo que Podemos ofrezca gran cosa nueva, hay muchos elementos dentro de Podemos así que es difícil generalizar, pero Podemos me parece que se está convirtiendo en otro partido político.
-¿En las confluencias ve las mismas dinámicas?
-Sí, más o menos. Pero no vivo tanto en el presente, vivo más en el pasado, eso lo reconozco. Hasta cierto punto es nostalgia, pero sigo pensando que algo mejor es posible y muy preferible.
-Me sorprende que haya dicho que el conflicto es más político que cultural cuando hemos tenido un 15-M que ha sido mucho más cultural que político. Ha cambiado, en cierta manera, paradigmas culturales inamovibles. Creo que depende de lo que consideres la política. Ocupar una plaza es otra forma de hacer política, es una política más bien callejera, es una política que está fuera de las instituciones, pero para mí es todavía política.
-En el siglo XXI parece que el punto de choque no va a ser el Estado y que la política se deslocaliza hacia la empresa.
-Hay una cultura política más general en el Estado español que encaja con el anarquismo en España si tenemos una visión larga, por ejemplo, desde el siglo XIX hasta ahora. Los españoles siempre han tenido un fuerte rechazo a los políticos por motivos obvios. La cuestión es si los anarquistas serán capaces de moverse para aprovechar una crisis que tiene muchas facetas. Hasta ahora los teóricos, los estrategas de Podemos, han sido mucho más hábiles en captar las energías del 15-M, pero no hay ningún motivo que impida que los anarquistas pudieran organizarse, para captar esas mismas energías del rechazo de la política actual. Yo creo que un gran problema que tiene el anarquismo son sus divisiones. En cuanto al anarcosindicalismo, estamos hablando de un anarcosindicalismo muy fragmentado, hay tres sindicatos anarcosindicalistas en Barcelona. Hay CNT y CNT Joaquín Costa, CGT, no sé si Solidaridad Obrera. En Madrid hay Solidaridad Obrera, que es una escisión de la CGT. Los proyectos de los anarquistas desde el 15-M no han tenido mucho éxito. La iniciativa del Apoyo Mutuo ha topado con divisiones entre los de Madrid y los de fuera de Madrid, si bien ahora se ha reconstituido como un grupo madrileño sobre todo. No veo ningún impedimento «natural». La cuestión es si los militantes y los activistas pueden llegar a canalizar esas energías. Hasta ahora, no han podido captarlas, no han sido tan eficaces como han sido los militantes de Podemos. Bueno, hay que ver lo que pasa, si Podemos se convierte en un partido político más, o si pueden llevar consigo a los círculos de Podemos, que me parece cada vez más que es un movimiento muy burocratizado.
-No sé si lo comparte pero, paradójicamente, cada vez hay más iniciativas ciudadanas y sociales que, sin denominarse anarquistas o libertarias, recurren a esa tradición al asociarse para garantizar ayuda mutua, cooperación, cultura o consumo. ¿Eso es anarquismo sin recurrir a ese nombre?
-Pues a Tomás Ibáñez -militante libertario, profesor de Psicología Social en la UAB- le cito en el libro sobre Peirats: a todo eso le llama «anarquismo extramuros». Yo creo que depende mucho de la habilidad de los activistas. Volviendo a los años treinta, yo creo que la gran fuerza que tiene el anarcosindicalismo son sus propios militantes, su capacidad para crear vínculos entre seres humanos en situaciones donde no tienen mucho poder a nivel cotidiano, en su vida cotidiana. Y luego entrelaza esa gente, y crea un movimiento, sabe cómo relacionarse con los explotados, por llamarlos de alguna manera. Y sabe relacionarse con la gente sin teorías, pero con palabras que son capaces de movilizar y mover a la gente. Yo veo muchos problemas en la calle que son iguales que antes, como el tema de la vivienda, y los anarquistas de antes eran capaces de movilizar muchísima gente por esos temas.
-En su libro La Lucha por Barcelona se identifican varios mecanismos y conceptos que parecen fosilizados en la ciudad. Existen exactamente como el mismo conflicto y la misma estructura de conflicto. Por ejemplo, usted habla de atracos de la FAI, magnificados por la prensa del momento, que luego, como usted demuestra, no existieron en esa calidad e intensidad. ¿Sucede un poco eso actualmente con, pongamos, el Banc Expropiat? ¿Ha habido más violencia comunicada que efectiva? ¿Sucede eso con los grupos violentos anarquistas, que nadie conoce, pero que salen periódicamente en la prensa y en los discursos políticos?
-No puedo calcular lo que ha pasado con lo que se ha representado en la prensa, solo digo que desde antes de Espartaco, con las primeras rebeliones en la historia humana, los medios, las autoridades han ido muy lejos en desprestigiar a los que protestan, e identificar la protesta con la violencia es algo muy cómodo para intentar aislar a «los violentos», a «los malos» de la «buena gente» que podría tener una queja justificada. No niego que hubo atracos ni violencia en Barcelona en los años treinta. Lo que analizo es cómo los medios amplificaron la violencia para, efectivamente, plantar su propia visión del orden público. O para sostener el estado de las cosas. Creo que ahora sí se puede comparar. Hace poco una periodista de El País saca un artículo, sin hacer ningún trabajo periodístico, basado exclusivamente en informes policiales y habla de oscuros complots de griegos y extranjeros que han pasado por Barcelona. Hay un discurso que sigue vigente, que Barcelona es como el campo de experimentación del anarquismo extranjero. Que es lo mismo de los años treinta, un nuevo intento de externalizar los conflictos internos, conflictos de marca barcelonesa. Decir que han venido griegos, que hay una casa okupada que tiene muchos extranjeros, es como si el anarquismo barcelonés, que tiene una larga historia, haya dependido siempre de extranjeros. También, en los años treinta, existe la figura del murciano anarquista, salvaje; entonces existe esa cultura política que forma parte de la cultura catalana de externalizar los conflictos domésticos.
-Al inicio del Procés, se habló mucho de la FAI. La CUP y otros fenómenos, críticos o no partidarios del Procés, de izquierdas; eran la FAI, eran bárbaros que podían repetir barbaridades. Siempre eran opciones con algo de inmigración dentro, que no eran del todo catalanas…
-Son nuevas distorsiones. Hay muchos mitos sobre la FAI, que fue utilizada como un cuento de miedo y seguro que pasa lo mismo hoy con la CUP. Es el mismo proyecto de externalizar a ciertos grupos. En los años treinta hablaron del faísta inmigrante, cuando hubo muchos catalanes dentro de la FAI. Pero la FAI nunca fue tan poderosa como nos han contado. Hay muchos militantes de la FAI que se han reído de lo que contaron en la prensa en los años treinta, porque a veces eran cuatro gatos, pero supongo que es una ideología para desprestigiar a ciertos movimientos y es un argumento muy conveniente.
-Otro paralelismo, entre los treinta y la actualidad, descrito en su libro, es la venta ambulante. Hubo una tensión inusitada porque parados vendían, sin licencia, alimentos u otros productos por la calle. ¿Se está reproduciendo ahora con la venta del top manta ?
-Veo bastante histeria sobre el tema de la venta ambulante actual. Es diferente, claro, porque en los años treinta los vendedores ambulantes vendían, sobre todo, comida, pero la prensa de entonces, igual que la de hoy, se fijó en los mismos temas. Como si la venta ambulante fuera el fin de la civilización existente, que los vendedores eran una mafia y que la comida estaba podrida. Es curioso porque cuando cogieron la comida de los vendedores ambulantes después llegó a los hospitales de la ciudad. Y si fuera comida podrida es un poco fuerte envenenar a los pacientes de los hospitales. Creo que es lo mismo hoy, un discurso oficialista y clasista para desprestigiar a los que no tienen otros recursos para sobrevivir.
-En su libro explica el choque de culturas en la Barcelona del primer siglo XX como un campo de batalla que, en parte, se formalizó en el urbanismo. ¿Cuál cree que puede ser el choque de culturas, si lo hay, en Barcelona?
-La gran tensión es si el ayuntamiento actual es capaz de hacer algo duradero para los barceloneses. Alguien me ha hablado de un proyecto del ayuntamiento de llevar la ciudad a los barrios, pero eso me suena un poco cosmético. Reconozco que no conozco bien la política pero creo que sería mucho mejor hablar con la gente de los barrios para ver exactamente lo que necesitan, lo que quieren, y actuar sobre la base de los deseos colectivos de la gente de los barrios, no dividir el presupuesto del ayuntamiento repartiéndolo un poco a este barrio, un poco al otro. Pero, efectivamente, analizar y estudiar lo que quiere y necesita la gente de los barrios. Un buen ejemplo sería el caso del Ateneu Enciclopedic Popular, una institución clave en la cultura y la historia de Barcelona y que perdió todo con el franquismo. Desde la Transición, ayuntamientos de política de varios colores han ignorado su petición para un local digno. A ver lo que hace el ayuntamiento actual.
Fuente: http://ctxt.es/es/20160615/Politica/6639/Anarquismo-CNT-Anarcosindicalismo.htm