El diario El Mundo denuncia en su edición del 19 de octubre de 2009 los arteros planes de los regímenes islamobolivarianos de Venezuela e Irán para establecer una conexión directa entre sus capitales sin pasar por París. En lugar de hacer escala en la Ciudad-Luz, donde los enemigos de Occidente (sea quien sea este señor) […]
El diario El Mundo denuncia en su edición del 19 de octubre de 2009 los arteros planes de los regímenes islamobolivarianos de Venezuela e Irán para establecer una conexión directa entre sus capitales sin pasar por París. En lugar de hacer escala en la Ciudad-Luz, donde los enemigos de Occidente (sea quien sea este señor) podrían ser identificados con facilidad, los aviones de Conviasa y Air Iran que hacen la ruta paran en Damasco, capital de otro Estado islamobolivariano.
Así lo narra El Mundo: «El 6 de octubre de 2007, las aerolíneas estatales Conviasa de Venezuela y Air Iran inauguraron el primer vuelo regular que une el Caribe con Oriente Próximo, en medio de una ola de críticas y preocupación por parte de Estados Unidos. » Siguiendo el método popularizado por Pascual Serrano en su libro Desinformación convirtamos la noticia en algo así:»las aerolíneas Nortair de Estados Unidos y Soutair de Nueva Zelanda inauguraron el primer vuelo regular que une el Pacífico Sur con Norteamérica, en medio de una ola de críticas y preocupación por parte de Irán y Venezuela».
El periódico aclara a continuación el verdadero propósito de la nueva conexión aérea: exportar el terrorismo iraní a Latinoamérica. Se sugiere a continuación que otro país malos, Bolivia, colabora con Venezuela para enviar a Irán uranio destinado a su ilegal programa nuclear. Hay que recordar que la energía atómica está recomendada como alternativa energética sólo para países de confianza, con puestos elevados en la jerarquía internacional de calidad, y que Venezuela e Irán están excluídos de la lista.
El que una cosa sea buena o mala según el país que la utilice lo explicó de manera insuperable en ABC el 8 de mayo de 2009 de el reputado analista internacional Rafael L. Bardají: «No es lo mismo una bomba paquistaní que una francesa». Esta reflexión abre todo un mundo de posibilidades a aquellas personas que tengan la desgracia de ser despanzurradas por una bomba. Antes de quejarse, convendrá que vean la etiqueta de denominación de origen de los explosivos.