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Vivir bajo amenaza

No hay exageración que les alcance

Fuentes: Rebelión/Universidad de la Filosofía

Cualquier persona que se sienta acorralada, día y noche, con «amenazas» provenientes de vecinos, fantasmas o seres extraterrestres… cualquiera que no encuentre punto de reposo porque en la «tele», en la radio, en los cines, en la prensa… le repiten (con tonos histéricos) que algo o alguien está ahí -no se sabe bien dónde o […]

Cualquier persona que se sienta acorralada, día y noche, con «amenazas» provenientes de vecinos, fantasmas o seres extraterrestres… cualquiera que no encuentre punto de reposo porque en la «tele», en la radio, en los cines, en la prensa… le repiten (con tonos histéricos) que algo o alguien está ahí -no se sabe bien dónde o cómo- aguardando para atacar a tu «propiedad privada», tu persona o tus seres queridos… cualquier persona, pues, en tales condiciones bien puede convertirse, rápidamente, en un psicópata agresivo. Hay estudios serios en la materia.

Ese infierno de las «amenazas», en manos del imperio, se convirtió en negocio jugoso que lo mismo sirve para lanzar guerras contra pueblos, remotos e indefensos, que para vender shampoo o desodorantes. No hay límites a la invención y manipuleo de las «amenazas». Ya se trate de «armas de destrucción masiva» o de marcianos codiciosos, las cosa está clara: amedrentar a los pueblos deja mucho dinero en los bolsillos de algunos. El repertorio de las «amenazas» recorre las nada cándidas películas basadas en monstruosidades a granel con cucarachas gigantes, tarántulas o pirañas… hasta entidades intangibles, del «más allá», cuya metafísica tiene siempre, por cuna, la cuenta bancaria de un grupo de inversionistas. Boletos en taquilla.

En una de sus formas más perversas, el carrusel de las «amenazas» aparece diariamente en los «noticieros», o los informativos pergeñados por la burguesía, encargados eméritos de gritar con farándula informativa, «ahí viene el lobo». Fulano nos «amenaza» con «armas químicas», Zutano envidia nuestro dinero, Perengano es un «resentido» y quiere cambiar el «sistema»… de un modo u otro la fábrica ideológica de las «amenazas» tiene por certeza que un pueblo amedrentado se inmoviliza y acepta «todo». Incluso la humillación a su inteligencia.

Cada «amenaza» que han fabricado para imponérnosla, si nos quedásemos sólo con revisiones «estructurales», sería suficiente para extraviarnos y con eso eclipsar el fondo del problema. Como cuando el árbol tapa al bosque. Detrás de cada «caso» está una fuente proveedora constante y hay puntos de convergencia para todos los resultados, previsibles, de las operaciones mediáticas basadas en amenazarnos. Ese punto es siempre una trama de intereses mercantiles que comercian con la muerte, con los temores, con las debilidades y con los morbos. Y son negocios redondos, es decir, que pretenden no dejarnos salida.

Una y otra vez, las campañas de las «amenazas» repiten un «relato» barnizado con novedosismo. Para ellos es vital que creamos sus embustes sobre la base de una siempre nueva paranoia eficaz y eficiente. No importa si es reciclada de chantajes anteriores o si se les enciman, precipitados por la voracidad de la extorsión burguesa. Papá e hijo Bush, sentados en el trono del imperio yanqui, sin empacho y sin pudicia, repitieron y encimaron coartadas mediáticas basadas en «amenazar» al pueblo para que ni chistara con el negociado de armas, saqueador de petróleo que ellos definieron como «patriótico».

Pero la burguesía, tenga al pasaporte que tenga, pasea por el mundo sus enjuagues ideológicos y a mansalva va sembrando «amenazas»… es decir, hace hasta lo imposible para hacernos creer que una nueva «amenaza» se cierne sobre nuestras vidas cada minuto y que sólo ella, la oligarquía, tiene los medios y los modos para salvarnos. Por esquemática o simplista que parezca esta descripción, la realidad es así y eso hace más brutal el hecho mismo de que se inviertan fortunas ingentes en idear y diseminar matrices ideológicas basadas en haceros sentir «amenazados», día y noche. No abandonaremos el trabajo de explicarlo, una y otra ves, mientras tengamos claro que luchamos contra la ideología de la clase dominante y todos sus camuflajes.

Ya hemos visto todos los catálogos del Apocalipsis. Ya vimos, mil veces, la telenovela de todos los desastres naturales, químicos y psicológicos. Ya recorrimos, con lujo de minucias, el arco completo de las calamidades y las deformidades que pueden invadirnos si desobedecemos los mandamientos de los «mercados». Conocemos al dedillo las sanciones y las penurias que nos depara cualquier rebeldía ante la «propiedad privada» y las mercancías del patrón. No falta un publicista, un clérigo, un funcionario público o un académico… para hacernos sentir la presencia de una «amenaza», cada vez más invencible y cada vez más costosa, frente a la cual nada podemos hacer por fuera de los remedios, los conjuros o las batallas que la burguesía presenta gracias a que nosotros las financiamos. Con dinero y con vidas.

No hay exageración que les alcance y el único límite a sus perversiones se fija con base en la rentabilidad posible en la «amenaza» de moda. Ya conocemos sus historias y conocemos, también, con toda claridad y con razones, que la peor amenaza contra el mundo, que la amenaza más amarga y más terrible que la humanidad hubiese sentido en su historia, se llama capitalismo y que eso sólo puede conjurarse con la lucha de la clase trabajadora, decidida a emanciparse, organizada y unida, de pies a cabeza. Y esto no es una amenaza.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.