La ciudad de Rosario fue testigo de un encuentro sin precedentes. Entre el jueves y el sábado, cinco premios Nobel de la Paz participaron de diferentes actividades para reflexionar sobre los conflictos que atraviesa el planeta y de los que Argentina no está exenta: violencia de género, violencia urbana, pobreza, marginalidad, exclusión y problemas ambientales, […]
La ciudad de Rosario fue testigo de un encuentro sin precedentes. Entre el jueves y el sábado, cinco premios Nobel de la Paz participaron de diferentes actividades para reflexionar sobre los conflictos que atraviesa el planeta y de los que Argentina no está exenta: violencia de género, violencia urbana, pobreza, marginalidad, exclusión y problemas ambientales, entre otros. Los protagonistas fueron el argentino Adolfo Pérez Esquivel, la guatemalteca Rigoberta Menchú, la iraní Shirin Ebadi, el costarricense Oscar Arias Sánchez y el polaco Lech Wałęsa, quienes ayer pronunciaron emocionantes discursos frente al Monumento a la Bandera en el acto de clausura del evento ante una multitud y el acompañamiento de artistas como León Gieco, Juan Carlos Baglietto, Jairo, Patricia Sosa, Peteco Carabajal, Hilda Lizarazu y Raúl Porchetto.
«Se preguntarán el por qué de Voy por la Paz (como se denominó al encuentro) en Argentina si acá no hay conflicto armado, asociando que si no hay guerra, entonces hay paz. Pero debo advertir que cuando hay pobreza, marginación, xenofobia, hambre, falta de educación, falta de inclusión, es falta de paz. Tenemos que recuperar la sensibilidad. No podemos acostumbrarnos a esto». Con estas palabras el anfitrión y presidente de la Fundación para la Democracia Internacional, Guillermo Whpei, dio inicio el jueves pasado a una conferencia de prensa en la sede de la institución.
Venezuela acaparó gran parte de las intervenciones de ese día. Por un lado, Pérez Esquivel, galardonado en 1980 por su encendida defensa de los DD HH durante la última dictadura cívico-militar en Argentina, y la guatemalteca Menchú, premiada en 1992 por su activismo indígena, defendieron la «democracia bolivariana» y «la libre determinación de los pueblos» que estaría en jaque por «la intervención de los Estados Unidos». Y, según advirtió el argentino, Venezuela es víctima de «la infiltración permanente de grupos parapoliciales y paramilitares de Colombia». Ambos coincidieron en que el sucesor de Hugo Chávez, Nicolás Maduro, sufre uno de los denominados «golpes blandos» que hicieron mella en Honduras, Paraguay y Brasil.
El dos veces presidente de Costa Rica, Arias, piensa diferente: «A veces el gobernante consciente o inconscientemente le hace mucho daño a su pueblo. Ese fue el caso, lamentablemente, de Chávez», aseguró el creador en la década del ’80 del Plan Arias al que adhirieron todos los mandatarios centroamericanos en pos de la paz en la región, por lo que fue distinguido en 1987.
Walesa y Ebadi prefirieron poner paños fríos al tema Venezuela. «Cuando yo hice la revolución teníamos más de un millón de soldados rusos apuntándonos. Si no hubiéramos negociado, nos habrían aniquilado. Cuando la idea es terminar con el otro, todos perdemos», dijo el polaco, al recordar viejas épocas de la Unión Soviética en las que combatió al comunismo con su Sindicato Solidaridad y llegó al poder de su país en 1990, siete años después de haberse convertido en Nobel.
Las disertaciones continuaron el viernes en la Bolsa de Comercio de Rosario donde se llevaron adelante cinco paneles: Educación para la paz; Transparencia, democracia y paz; Memoria paz y perdón; El rol de la mujer en la construcción de paz; y Trabajo, democracia y paz.
«Hemos vivido guerras sucias, que no son nuestras y pagamos con nuestro dolor y sufrimiento», sostuvo Menchú, quien no guarda un atisbo de rencor a pesar de que su padre muriera prendido fuego tras tomar la Embajada de España en Guatemala, y su madre y hermano fueran torturados y asesinados por los «escuadrones de la muerte». El tercero de los paneles fue integrado, entre otras personalidades, por Carolina Píparo y Susana Trimarco, quienes coincidieron que no son ellas las que deben perdonar. «No les deseo ni la muerte ni nada perverso. Quiero que paguen por lo que hicieron», dijo Trimarco sobre los secuestradores que en 2002 se llevaron a Marita Verón. Mientras tanto, Píparo, víctima de una salidera bancaria que terminó con la vida del hijo que llevaba en su vientre, argumentó: «No odio a las personas que mataron a Isidro, no me cambia la vida lo que les pase a ellos, pero sí me cambia la vida que haya un país sin tanta violencia».
Ebadi, que brinda asistencia legal y gratuita a mujeres, niños y perseguidos políticos de su país tras la revolución islámica de fines de los ’70, dejó un mensaje muy claro, que en Irán sería imposible plantearlo: «El aborto debe ser una ley, la mujer debe tener el derecho de decidir si quedarse o no con el bebé que lleva en su vientre». Además, quien fuera la primera jueza iraní, analizó la necesidad de igualar las condiciones laborales y económicas de las mujeres.
«La madre naturaleza es de todos y para todos», definió Menchú al quejarse del alejamiento de Donald Trump de los acuerdos internacionales por el cuidado del medioambiente. Al respecto, hubo unanimidad de todos los premiados, al igual que con las críticas por la situación de los migrantes en el mundo que escapan de guerras, la violencia y las desigualdades.