La frase, como sentencia bíblica, estalla desde el Prefacio para preparar al lector que deberá enfrentarse a 182 páginas donde el horror, la humillación, la impotencia, la tortura psicológica y, a menudo, física, son la constante en un sistema penitenciario utilizado como arma de aniquilamiento en esa nación que se autoproclama «la gran democracia del […]
La frase, como sentencia bíblica, estalla desde el Prefacio para preparar al lector que deberá enfrentarse a 182 páginas donde el horror, la humillación, la impotencia, la tortura psicológica y, a menudo, física, son la constante en un sistema penitenciario utilizado como arma de aniquilamiento en esa nación que se autoproclama «la gran democracia del Norte», Estados Unidos.
rente a un libro de esta naturaleza, el estilo, la sintáxis, la prosa, pierden relevancia arrolladas por los hechos, la anécdota se vuelve protagonista y no hay espacio para la metáfora. Aun así el autor maneja un estilo pulido, preciso y a la vez contundente (los racistas dirán que es mérito del traductor), en una sucesión de hechos que abruman a la vez que atrapan a un lector que quiere seguir leyendo montado en un largo escalofrío, como en las buenas novelas de terror.
Setenta y ocho hombres y yo pasamos veintidós horas al día en celdas de dos por tres metros.
El autor de la dos frases en cursiva que citamos se llama, por decisión propia, Mumia Abu-Jamal, nacido Wesley Cook el 24 de abril de 1954 en Filadelfia, USA, periodista y activista político negro acusado del asesi-nato de un policía y, desde 1982, sentenciado a muerte, lo que, simples matemáticas, significa 28 años en la lla-mada, sin eufemismo alguno, «La galería de la muerte».
Muchas prisiones operan bajo el sistema 22+2, es decir, 22 horas encerrados en nuestras celdas y 2 horas de patio, fuera de ellas. El recreo consiste en ser encerrados en una jaula rodeada de alambre de púas de doble filo, lo que denominamos «la jaula de los perros».
Pero el sadismo no termina allí. Cuando llueve, los guardias adoptan una actitud sarcástica y amenazadora: –Vengan, tíos, adentro. Sabéis que no podemos dejaros fuera mientras truena y relampaguea– La respuesta de los prisioneros no tarda en llegar: –Deben temer que si nos electrocutamos por un rayo se queden sin trabajo y sin paga– Doloroso sarcasmo. El caso de Mumia Abu-Jamal, «depositado en el Pabellón de la Muerte» (según la acertada expresión de Ernesto Villegas en brillante Prólogo), se ha convertido en emblema y causa, especialmente entre la izquierda política, el movimiento anti-globalización, los activistas anti-pena de muerte, movimientos y entidades que monitorean y abogan por las libertades civiles, así como en el movimiento nacionalista negro. Salvar a Mumia de la pena de muerte es una causa popular entre personas y organizaciones, las cuales insisten en su inocencia.
Todas las galerías de la muerte cumplen un objetivo central: «ser un almacén de seres humanos» en un mundo «austero» en el cual a los prisioneros se les trata como cuerpos que deben mantenerse vivos hasta ser ejecutados. M.A-J.
Cabe señalar que en junio de 1999, un asesino a sueldo llamado Arnold Beverly confesó que fue él, contratado por la policía y la mafia, quien realizó los disparos que acabaron con la vida del policía y por los cuales está encarcelado Mumia Abu Jamal. Sus abogados presentaron esta confesión para que se revisara la acusación y se modificara el veredicto. No se le ha hecho gran caso.
En este libro, Abu-Jamal realiza un recorrido por los sistemas de ejecución puestos en práctica por la «justicia» norteamericana, desde el espeluznante caso de un condenado a la silla eléctrica que no terminaba de morirse, a pesar de las sucesivas descargas, hasta los casos no menos terribles de los condenados que se niegan a apelar la sentencia y solicitan ser ejecutados, lo antes posible, como única manera de escapar de ese infierno.
En el primer párrafo hablamos de aniquilamiento. No es casual. Mucho menos exagerado si pensa-mos que la minoría negra está mayoritariamente representada en los penales norteamericanos superando porcentualmente al resto de las etnias. Cabe recordar la manera como se aniquiló al mo-vimiento de las Panteras Negras en la era Nixon: «…busquen sus prontuarios policiales, no hay un solo negro en Estados Unidos que no haya estado preso al menos una vez» fue la orden. Y así fue.
Analizando el panorama que se nos ofrece a nivel planetario, las cada vez más cruentas guerras en que la, hasta hace poco, única gran potencia está involucrada (es decir, todas), la situación de crisis financiera en un mundo gobernado por los banqueros y el lobby del Pentágono, las «visitas» que el FBI hace en su propio territorio a los activistas de derechos humanos, defensores del planeta y opositores a las guerras, ciudadanos de a pié que reclaman sus viviendas arrebatadas por la usura, podemos decir que este libro revela solo uno más de los más sórdidos aspectos de esa «democracia» cuyas elites han logrado entronizar y, sin recato alguno por el plagio al flamante premio Nóbel de Literatura (y furioso defensor de la «pax americana»), declarar que estamos ante «la dictadura perfecta»
Nadie -ni un policía ni un guardia- puede encontrar una sola mentira en «Desde la galería de la muerte»; en realidad, es precisamente por eso que no quieren que leas este libro. M.A-J.
«Desde la Galería de la Muerte» de Mumia Abu-Jamal Monte Ávila Editores Latinoamericana C.A. Colección Cultura corazón adentro De venta en las Librerías del Sur
Fuente: http://encontrarte.aporrea.org/criticon/libros/139/a17745.html