Algo parecido dijo un centroamericano en el aeropuerto de Barajas cuando las autoridades aduaneras del Estado español le advirtieron que su estadía en España tenía un límite de 90 días. El funcionario gallego creyó que el viajante mesoamericano se había referido a los acuerdos contraídos en 1985 por algunos países europeos en Schengen, un pueblecito […]
Algo parecido dijo un centroamericano en el aeropuerto de Barajas cuando las autoridades aduaneras del Estado español le advirtieron que su estadía en España tenía un límite de 90 días. El funcionario gallego creyó que el viajante mesoamericano se había referido a los acuerdos contraídos en 1985 por algunos países europeos en Schengen, un pueblecito vinícola de Luxemburgo; pero luego que le mencionó a su santa madre y otros improperios que no puedo repetir aquí por respeto a los lectores, el agente aduanero se dio cuenta que se trataba de un problema audiológico. No era la primera vez, que el turista centroamericano tenía «conflictos fronterizos» con las autoridades. En Tijuana y Ciudad Juárez era un viejo conocido. Ese día Juan Sin Tierra comprobó, que era más fácil entrar en los Estados Unidos de forma ilegal, incluso arriesgando la vida en el desierto de Sonora, que ingresar a territorio europeo con el visado de turista. Esta historia, brotada de la fantasía del que escribe, es un hecho que ocurre a diario en el puerto natural (Madrid) al que arriban miles de latinoamericanos, quienes en busca de nuevos horizontes, llegan a la Madre Patria con la esperanza de encontrar un lugar donde albergar sus sueños. Muchos de ellos desconocen la vigencia de tratados, como el de Schengen, su historia y su razón de ser.
El pasado monárquico-imperial de los europeos es una herencia que todavía muchos la llevan a flor de piel. Después de dominar los siete mares durante muchos años, llegó el día en que Europa quedó devastada y empolvada por los estragos de la segunda guerra mundial y ambicionaba reconquistar el poder político-económico mundial que siempre había tenido. Robert Schuman, un político francés de origen alemán-luxemburgués, fue el primer político europeo que en 1950 y en calidad de Ministro de Asuntos Exteriores de Francia, propuso el proyecto de integración europea. Esta acción no fue producto del delirio de grandeza de este Schuman, que nada tenía que ver con Robert Schumann, el músico alemán, que sí padeció de delirium tremens. Este proyecto estratégico integrativo fue concebido y planificado a largo plazo y se ha caracterizado por la paulatina radicalización y endurecimiento de las leyes y condiciones que regulan el proceso de unificación, plasmadas éstas en los diferentes tratados vigentes y subscritos por los países miembros. Importantes de mencionar son el tratado de Roma, que tuvo un carácter constitutivo y entró en rigor el 1 de enero de 1958, el ya mencionado tratado de Schengen, que regula la libre circulación de los ciudadanos dentro de las fronteras de los estados miembros y finalmente el de Maastricht en 1992, considerado como la supra estructura político-jurídica-legislativa de la Unión Europea.
Con la concentración de capital financiero, geográficamente distribuidos en tres polos de poder económico y con la globalización de los mercados, el capitalismo mundial entró en una fase imperialista de desarrollo. La creación de fuertes mercados regionales de comercialización y consumo de productos varios, se convirtió después de la segunda guerra mundial, en un objetivo estratégico del capitalismo internacional y que fue tomando forma y contenido a finales de la década de los setenta.
En este contexto mundial, surge la Comunidad Económica Europea, que junto a los Estados Unidos y Japón representaban los tres ejes económicos hegemónicos de la concentración y acumulación capitalista. La irrupción de la Republica Popular de China en la palestra mundial económica a finales de los noventa, fue un hecho económico-histórico sin parangón alguno, que ha sorprendido a políticos y expertos de la economía. Esta nueva realidad mundial cambió sensiblemente la correlación de fuerzas económicas. Mientras los Estados Unidos y los europeos hacen esfuerzos por consolidar sus mercados internos naturales (Tratado de libre Comercio de América del Norte y la Comunidad Económica Europea), China es por sí sola, un mercado interno inmenso y sumamente atractivo.
¿Cómo proteger la frontera Schengen? ¿Cómo evitar la inmigración no deseada?
Todos los países con pasado colonial se vieron entonces obligados a cambiar sus leyes migratorias. España en 1985, deseosa de entrar a formar parte de la gran liga europea, se vio obligada a cambiar la ley de extranjería vigente de 1978, puesto que teóricamente más de 300 millones de latinoamericanos estaban esperando ante las fronteras de España deseosas de cruzar la Puerta de Alcalá y ávidos por ingresar al castillo moderno de la gran Europa. Los alemanes por su parte, cambiaron el artículo 16 a de la Constitución Federal Alemana, que regulaba el asilo político. Hasta la fecha en que la nueva ley fue promulgada (1993), cualquier ciudadano del mundo que tocara suelo alemán, tenía el derecho de pedir asilo político. Las autoridades estaban en la facultad de denegar la solicitud, sólo después de un periodo de investigación y formalismo burocrático, pero no tenían el derecho de extraditar al solicitante. Actualmente, hasta la repatriación es posible.
Los políticos quieren convertir la Unión Europea y los Estados Unidos de Norteamérica en dos bastiones herméticamente cerrados, en cuyo interior no hay cabida para los desempleados, hambrientos e indigentes de la periferia capitalista. Sólo unos pocos elegidos tienen el privilegio de ingresar al santuario sacrosanto de la sociedad altamente desarrollada.Si no sucede alguna catástrofe natural o artificial, cosa que no se puede descartar debido a la depredación irracional de los recursos naturales por parte del capitalismo y la destrucción del medio ambiente por parte de todas las naciones industriales, sumado a la probabilidad que estallen conflictos bélicos de grandes dimensiones, incluso de carácter nuclear, o bien, que se estrelle un meteorito en el planeta y ¿por qué no?, que triunfe la revolución socialista mundial, el futuro de los terrícolas será como un guion cinematográfico de ciencia-ficción: Cada uno de los habitantes del mundo tendrá un microchip en alguna parte del cuerpo, tal como ya se hace con las mascotas en los países ricos. En él estará registrado tanto el historial personal y familiar a nivel genético, biológico, laboral, político-ideológico, intelectual, académico, social, sexual, patológico, psicológico, cultural, artístico y deportivo, como los valores éticos y morales. Entonces, el viajero centroamericano del futuro, llegará a Barajas y el agente aduanero le introducirá un enchufe en algún agujero del cuerpo e ipso facto, sabrá si el visitante tiene derecho o no a ingresar a territorio europeo. Llegado ese momento histórico asimoviano, los países Schengen nos habrán chingado a todos.
Fuente: http://robiloh.blogspot.com/
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