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No se trata de salvar a Mariátegui, sino de que sus lecciones y sus batallas contribuyan a salvar la humanidad

Fuentes: Calibán

Con motivo de cumplirse recientemente noventa años de la aparición del libro 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, de José Carlos Mariátegui, tuvo lugar en Lima -Perú- un Simposio Internacional en Conmemoración del hecho, organizado por la Cátedra José Carlos Mariátegui. Roberto Fernández Retamar participó con una carta para ser leída al inicio […]

Con motivo de cumplirse recientemente noventa años de la aparición del libro 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, de José Carlos Mariátegui, tuvo lugar en Lima -Perú- un Simposio Internacional en Conmemoración del hecho, organizado por la Cátedra José Carlos Mariátegui. Roberto Fernández Retamar participó con una carta para ser leída al inicio del Simposio, que compartimos con los lectores de Calibán.


Compañera Sara Beatriz Guardia

Directora de la Cátedra José Carlos Mariátegui

Estimada compañera:

En atención a su honrosa solicitud, le envío esta carta para ser leída al inicio del Simposio Internacional en Conmemoración del 90º Aniversario de 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, de José Carlos Mariátegui.

Aunque el hecho es infrecuente, voy a dedicar esta carta a la memoria del compañero Antonio Melis, quien de estar vivo hubiera participado brillantemente en este Simposio. Él era muy joven, y yo no lo conocía aún personalmente, cuando leí su excelente ensayo «Mariátegui, primer marxista de América», que incluí en el número 48 (mayo-junio de 1968) de la revista Casa de las América: un número destacado también porque en él apareció el primer texto literario que, después de publicada la trepidante novela Cien años de soledad, su autor, Gabriel García Márquez escribiera y me enviara, siendo su colaboración inicial en la revista. Melis, uno de los mejores estudiosos de Mariátegui, llegó, como se sabe, a dirigir el notable Anuario Mariateguiano. Además integró el jurado del Premio Literario Casa de las Américas y, hecho ya un amigo fraterno, prologó un libro mío aparecido en Italia que fue traducido por su compañera.

He dicho en otras ocasiones, y me complace reiterar, que creo firmemente que la Revolución Cubana no solo es, como se proclama, martiana, marxista, leninista y fidelista, sino también mariateguiana. Asimismo he dicho, y repito, que nuestro socialismo ha sido y es, como Mariátegui quiso que fuera en nuestra América, creación heroica, aunque en raros momentos, infelices, incurriera en calco y copia. No puedo imaginar siquiera que lectores tan voraces y omnívoros como Fidel y el Che no hayan leído a Mariátegui, al menos sus imperecederos 7 ensayos, que por cierto la Casa de las Américas publicó, como segundo título de su Colección Literatura Latinoamericana, en 1963, es decir, cuando el Che se encontraba aún en Cuba, y reeditó después en varias ocasiones. Luego publicó, en la Colección Pensamiento de nuestra América (que se inició con una vasta antología de textos del Che que compilé), una selección en dos tomos de Obras (1982) de Mariátegui, escogidas por Francisco Baeza y prologadas por Enrique de la Osa. Mariátegui es presencia constante en la Casa de las Américas, como lo ratifican no pocos textos relativos a él que ha editado. Y en la conmemoración de su centenario, la Casa realizó el Coloquio Internacional Mariátegui en el pensamiento actual de nuestra América, que tuvo lugar en la sala Che Guevara de la institución, del 18 al 21 de julio de 1994. En él participó el doctor Javier Mariátegui Chiappe, el más joven de los hijos del Amauta, quien ya había estado antes en Cuba, ocasión en que, a solicitud suya, nos reunimos en vísperas de su muerte con el destacado intelectual cubano Juan Marinello, quien se había carteado con su padre. Dicho Coloquio se realizó cuando Cuba vivía la durísima experiencia del llamado Periodo Especial en Tiempo de Paz, lo que implicaba una gran escasez material. Por ello no pudimos costear la publicación de los materiales presentados en el Coloquio, y la Empresa Editora Amauta S.A. lo hizo en Lima, indicando que era una coedición con la Casa de las Américas; ni pudimos costear el pasaje de los invitados, a lo que el doctor Javier Mariátegui aludió con delicadeza pero con claridad en sus palabras de clausura al decir, refiriéndose a nuestra institución, que «[c]on escasos recursos, tuvo su invitación tal fuerza de convocatoria que fue generosamente acatada por los participantes, principalmente por los venidos de fuera». En aquel Coloquio intervinieron, entre otros, Antonio Melis, Antonio Cornejo Polar, Mabel Moraña, Jorge Ruffinelli, Edgar Montiel, Roberto Armijo, Guillermo Mariaca Iturri, Tomás. Escajadillo, Neil Larsen, Harry E. Vanden, Javier Bernal Vence y un grupo de pensadores cubanos, jóvenes la mayoría.

Es imprescindible que mencione lo mucho que mi modesta tarea intelectual debe a Mariátegui: no solo a sus 7 ensayos, sino también a otras de sus obras. Lo proclaman mi texto más conocido, «Caliban», y al menos dos de mis libros: Para una teoría de la literatura hispanoamericana y Algunos usos de civilización y barbarie, que han conocido varias ediciones.

El notable estudioso Michael Löwy, en su valiosa antología del marxismo en la América Latina (1980), señaló en él tres períodos durante el siglo XX. Al primero lo llamó «período revolucionario», y lo consideró desde los años veinte hasta mediados de los años treinta. Cuba estuvo presente, en la ocasión, gracias a figuras como Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena. Pero sin duda la criatura solar de ese momento fue José Carlos Mariátegui, de pensamiento pasmosamente amplio y audaz, acompañado de una praxis formidable. Para Löwy, el segundo período del marxismo latinoamericano del siglo XX, comprendido entre mediados de los años treinta y 1959, fue el «período estalinista».

Significativamente, se discutió entonces el valor de los extraordinarios aportes de Mariátegui, como se vio en artículos aparecidos en varios números de la revista cubana Dialéctica. Y un tercer y «nuevo período revolucionario» del marxismo latinoamericano, según Löwy, se abrió con la victoria en 1959 de la Revolución Cubana. De manera significativa, Mariátegui volvió a ser figura estelar. Melis, entrados los años sesenta del siglo pasado, lo comentó así: «El pensamiento de Mariátegui ha conocido en los últimos años una fortuna renovada, sobre todo a raíz del despertar político de la América Latina. Es significativo que la Cuba socialista haya promovido una edición popular de los Siete ensayos, y que el debate sobre la experiencia de Mariátegui se desenvuelva con más intensidad donde más viva es la lucha política.»

Pero la Revolución Cubana está a punto de cumplir sesenta años, y es explicable que Marco Álvarez, en reciente entrevista a Löwy, le preguntara cómo denominaría él la etapa del marxismo en la América Latina durante los últimos veinticinco años, y cuáles serían sus principales características. Löwy le respondió sin sugerir nombre para la etapa y aduciendo distintas conjeturas. Por otra parte, se trata de una interrogación ante la cual no es posible ignorar la violenta derechización actual del mundo, con un capitalismo particularmente depredador, renacidas guerras coloniales, brutal xenofobia e incluso amagos fascistas. Al frente del imperio se halla quien he llamado Calígula atómico, mientras el politólogo John Saxe-Fernández se ha referido al nacionaltrumpismo. Y en estas condiciones, indudablemente, el pensamiento y la acción de Mariátegui son tan necesarios como siempre: y quizá mucho más aún. De ahí que tengan tanta importancia reuniones como el Simposio presente. No se trata de salvar a Mariátegui, sino de que sus lecciones y sus batallas contribuyan a salvar la humanidad. Se sabe bien que la gran Rosa Luxemburgo consideró que si el capitalismo no era sucedido por el socialismo, podía serlo por la barbarie. Tal es la dramática opción en todo el planeta.

Así como inicié esta carta de modo no convencional, voy a concluirla de manera similar, que creo que no hubiera disgustado a quien, como el peruano universal, evocó tan conmovedoramente su amor con Ana Chiappe, la preciosa muchacha que conoció en Italia cuando ella tenía diecisiete años. Terminaré citando versos del último poema que escribí a mi inolvidable compañera, Adelaida de Juan, desaparecida hace pocos meses tras más de sesenta y cinco años de unión que solo la muerte, como preví en otros poemas, pudo romper:

Casi imposible recordar algo
Sin recordarte a ti también.
Al principio, tenías diecisiete años,
Un traje sastre color arena,
Un foulard verde,
La sonrisa, los ojos tristes.
Luego, un pañuelo en la cabeza,
Sandalias,
Caminando por la carretera bajo el sol. […]

Han pasado los años como olas
Del mar sobre la orilla,
Tranquilas o encrespadas.
Ya lo dijo Mariátegui:
La vida
Que te falta
Es la vida
Que me diste.

Fraternalmente,

Roberto Fernández Retamar

Fuente: http://elcaliban.blogspot.com/2018/11/roberto-fernandez-retamar-sobre-jose.html