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Los absurdos de la campaña para presidente

No son ni de izquierda ni terroristas

Fuentes: Barómetro Internacional

Tenemos la impresión de que con este texto, seremos refutados por los equipos de campaña de todos los candidatos a presidente, incluyendo los propios. Si este es el precio de la honestidad intelectual, sale hasta barato. El problema está en la definición conceptual de izquierda y de terrorismo. Vemos con profundo pesar (los términos son […]

Tenemos la impresión de que con este texto, seremos refutados por los equipos de campaña de todos los candidatos a presidente, incluyendo los propios. Si este es el precio de la honestidad intelectual, sale hasta barato. El problema está en la definición conceptual de izquierda y de terrorismo. Vemos con profundo pesar (los términos son otros, pero aquí no caben) la acusación de terrorista que circula abundantemente por la Internet brasileña, apuntando a los 44 millones de usuarios-electores de la red. El término asociado a la economista Dilma Vana Roussef (ministra de la Casa Civil del actual gobierno) es, en la peor de las hipótesis, una injusticia histórica. Y los absurdos no paran ahí.

Comencemos por el pensamiento de izquierda para después llegar al terrorismo. Ser o no adepto de esas matrices de pensamiento implica como mínimo, hacer la crítica del capitalismo tanto en su modo de producción como en su marco civiliza torio. No es y ni nunca fue posible afirmar esa posición en singular. Existen izquierdas. Éstas pueden ser de base estatista o federalista, parlamentarias o rupturistas, centralizadoras o democráticas. Entre todas estas posiciones demarcadas hay matices, y para cada nueva causa legitimada a través de las luchas y debates, se pelea para convertir las banderas en derechos colectivos.

A nuestro ver, Dilma Roussef (candidata por el Partido de los Trabajadores – PT, el mismo del Presidente Lula) no es nada de eso. Aunque no lo diga, es una keynesiana nacionalista, optando por el desarrollo brasileño al costo del pacto de clases y del fortalecimiento de los grandes grupos económicos del Brasil. De ahí vienen tanto los números positivos del gobierno (irrefutables), como el enorme volumen de fusiones corporativas, el aumento del peso del Estado en la organización social brasileña y las discutidas obras infra-estructurales, a ejemplo de la Usina Hidroeléctrica de Belo Monte. Otro candidato, el economista, José Serra (candidato por el Partido de la Social Democracia Brasileña – PSDB, el mismo del ex-presidente Fernando Henrique Cardoso), ya fue adepto de esta vía aunque hoy la haya abandonado, encontrándose más a la derecha. El tercer nombre en las investigaciones de intención de voto, la ex-ministra del Medio Ambiente Marina Silva (candidata por el Partido Verde (PV) salió del PT en el 2009, después de 30 años de militancia en ese partido), aún estando a favor de la inclusión, sustentabilidad ecológica y diversidad cultural, en este sentido tampoco es de izquierda.

De la matriz de pensamiento socialista concursando para el cargo de presidente, tenemos sólo dos nombres, y con poco destaque. El primero corresponde a otro pos-graduado en economía, el fiscal público jubilado Plínio de Arruda Sampaio (candidato por el Partido Socialismo y Libertad – PSOL- fue afiliado al PT de 1980 a 2005) que, lejos de ser un revolucionario defiende el accionar reformista y reivindicativo. El segundo es el metalúrgico y sindicalista Zé Maria (candidato por el Partido de los Trabajadores Unificado – PSTU- trotskista de línea morenista). Más agresivo políticamente que el del PSOL, es también defensor del fortalecimiento del Estado en beneficio de la clase trabajadora. O sea, la izquierda se ve representada por dos posiciones reformistas y dos modelos de partidos (de tipo frente amplio, como el PSOL; o con centralismo, como es el caso del PSTU). Ninguno de los tres primeros candidatos puede ser considerado hoy de ser de izquierda, bajo ninguna matriz de pensamiento.

Sobre terrorismo y otras acusaciones

Pasemos para el «terrorismo» y las acusaciones apócrifas contra la ministra de Lula. El terror implica en atentados contra blancos no determinados. El episodio de la Bomba en el Riocentro (famosa tentativa de dos oficiales del Ejército en colocar un explosivo en el Pabellón Riocentro durante un show conmemorativo del Día del Trabajador en el Río de Janeiro, en 1981, pero que acabó resultando errado cuando la bomba explotó en manos de uno de los militares) sería un acto terrorista. Dos militares pagaron el pato cuando de hecho la acción fue ordenada por el mando paralelo de las fuerzas armadas en la lucha anti-insurgente (conocido como DOI-CODI). El mismo padrón terrorista fue el inconcluso ataque contra el Gasómetro en Río de Janeiro, en 1968, que intentó matar centenares de miles de personas sólo para lograr que el gobierno culpara a los llamados subversivos. Ninguna organización guerrillera operó de esa forma. El único terror practicado en suelo brasileño fue el de Estado en los 21 años de dictadura militar (1964-1985).

Dilma no es ni fue terrorista, y sí guerrillera. Luchó contra la dictadura de forma consecuente en la extinta Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares (VAR-Palmares), organización de guerrilla que tenía inclusive planeado secuestrar al entonces símbolo del milagro económico brasileño, Delfim Neto, hoy consultor de Lula. Ella se portó muy bien cuando cayó presa, sobreviviendo en las mazmorras de la Operación Bandeirantes (centro de detención y torturas clandestinas en São Paulo) sin entregar a nadie. José Serra era dirigente estudiantil, presidente de la Unión Nacional de los Estudiantes cuando el Golpe de 1964 (concluido el 1º de abril) y terminó exiliándose, después de integrar la Acción Popular (AP), movimiento político de perfil cristiano. El mismo exilio atravesó la trayectoria de Plínio de Arruda Sampaio, mientras la prisión fue el destino de Zé Maria ya en la década de 80. Marina Silva, por su parte, se forjó en la política por la militancia social acreana, durante el canto de cisne del periodo dictatorial. Pena que los respectivos campos de alianzas de los tres primeros colocados (Dilma, Serra y Marina) en las investigaciones no respetan sus trayectorias.

Así, podemos llegar a dos conclusiones. Estos cinco candidatos a la presidencia, con distinguidos niveles de riesgo y compromiso, tuvieron una conducta correcta frente al régimen de excepción. Y para alegría de los herederos de la ARENA (brazo político civil del régimen dictatorial) y de las viudas de la dictadura, en la forma que va la campaña, nadie más se acordará de eso después del 2º turno, el último domingo de octubre.

Mientras tanto Orlando Geisel, ministro en jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas cuando el decreto del AY-5, fue el comandante del terrorismo de Estado en suelo brasileño. Los que aprobaron la no revisión de la Ley de Amnistía, los absolvieron de acto por sus crímenes de lesa humanidad y lesa patria. Los calumniadores apócrifos llevan a este fascista al deleite, conmemorando de las profundidades de donde se encuentra.

Fuente original: Barómetro Internacional