En Guatemala, pese a la exclusión estructural de las grandes mayorías populares que marca la historia del país (más de la mitad de su población por debajo del límite de pobreza que establece la ONU), con un marcado racismo que segrega desde siempre a los pueblos mayas, y viviéndose aún las secuelas del segundo conflicto […]
En Guatemala, pese a la exclusión estructural de las grandes mayorías populares que marca la historia del país (más de la mitad de su población por debajo del límite de pobreza que establece la ONU), con un marcado racismo que segrega desde siempre a los pueblos mayas, y viviéndose aún las secuelas del segundo conflicto armado interno más prolongado y el más cruento de toda Latinoamérica (200.000 muertos y 45.000 desaparecidos como saldo), con todas estas condiciones que no son las más apropiadas precisamente, también se hace cine. ¡Y cine de muy alta calidad! Para muestra: Casa Comal. Constituye éste un muy rico proyecto que aúna producción concreta con formación de nuevos realizadores. Como dice su carta de presentación: «El trabajo de Casa Comal en los últimos diez años propició un cambio general en la situación del mundo del Arte y la Cultura en Centroamérica y generó por primera vez en la historia regional un movimiento cinematográfico permanente que hoy todos reconocen». Con varias películas producidas pese a la crónica escasez de recursos -por ejemplo: «La casa de enfrente»: http://www.youtube.com/watch?v=PfHgxzvM4Jc- esta organización, directamente vinculada a la prestigiosa Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, de Cuba, ha logrado hacer de la producción cinematográfica guatemalteca la más fecunda en la región. Para ahondar en estos temas, Marcelo Colussi, habló con el director de Casa Comal, el realizador Elías Jiménez, con quien se tocaron distintos puntos referentes a este complejo campo del cine, el arte y la industria cultural.
Pregunta: Últimamente ha habido un renovado interés en el cine guatemalteco. Estamos ante una explosión de producción de cine que años atrás no se daba, y Casa Comal juega un papel clave en esto. ¿Cómo ves esta situación?
Elías Jiménez: Eso responde a un momento histórico necesario para Guatemala, que se da una vez firmada la paz. Después de ese trascendental momento histórico, tras décadas de enfrentamiento armado, se da una cierta luna de miel en todo el movimiento artístico, y no sólo en el sector del cine, donde se empieza a apostar por lo que podríamos llamar una cultura de paz. Es así que se ve un despertar de propuestas nuevas que toman como referencia la Firma de los Acuerdos de Paz de 1996. Eso permitió sacar a luz una serie enorme de expresiones artísticas, no sólo en el cine, que habían estado escondidas durante los años de la guerra. Es por eso que dos años después de esa histórica firma, para el año 1998 vemos nacer un nuevo cine guatemalteco, que comienza a hablar sobre cosas antes imposibles de decir, de mostrar.
Pregunta: Este despertar de un nuevo cine, ¿cómo contribuye a crear nuevas identidades?
Elías Jiménez: El cine, como cualquier expresión artística, refleja la realidad. En ese sentido, la identidad guatemalteca aparece en toda esta producción que está empezando a tener lugar, como decíamos recién. Pero lo más importante de todo esto es, creo, que está naciendo una nueva narrativa a partir de los jóvenes realizadores mayas que se están incorporando rápidamente a esta expansión que vive hoy el cine en nuestro país. La narrativa, la forma, el tempo que se está usando para contar las historias, empieza a hablar de una nueva identidad, desconocida hasta ahora en la producción cinematográfica nacional. La forma en que esta nueva estética de raíz maya comienza a alejarse del modo aristotélico de relatar una historia va más allá de los tres actos, los tres tiempos tradicionales, para proponer una cuatriedad en el relato, de acuerdo a la cosmovisión maya. De esa manera, asistimos a una nueva manera de ver el mundo, de aprehenderlo y de contarlo. Quienes no somos mayas de origen, quienes somos mestizos pero vivimos en un ámbito maya, también formamos parte de esa nueva narrativa. Y ahí, en esa conjunción, asistimos a la formulación de esa nueva identidad de la que, por supuesto, debemos sentirnos orgullosos.
Pregunta: ¿Se puede decir que ya hay, o que vamos hacia un cine maya?
Elías Jiménez: Creo que está naciendo. Lo podemos ver en la cantidad de jóvenes realizadores mayas que se están incorporando a este movimiento cinematográfico guatemalteco, y que también se incorporan y ganan su lugar a escala internacional. Por ejemplo: ayer recibíamos la feliz noticia que la película «Donde nace el sol», producción íntegramente guatemalteca salida de Casa Comal, actuada y hablada en idiomas mayas, está nominada en representación de Guatemala a la mejor película del cine iberoamericano en el marco de los Premios Platino, que engloban a 22 países. Creo que esta película muestra muy claramente el nacimiento de ese nuevo cine.
Pregunta: El cine, además de una expresión artística, también es una industria que genera ingresos. ¿Se puede decir que ya existe en Guatemala una verdadera industria cinematográfica? ¿Vamos hacia eso?
Elías Jiménez: Irremediablemente todo nos conduce hacia una industria del cine centroamericano. Eso es así. No hay que perder de vista que a nivel mundial la industria del audiovisual está entre el tercer y el quinto lugar como generador de riqueza. Todo lo que tenga que ver con el ámbito audiovisual no deja de crecer a pasos aceleradísimos, y produce ingresos enormes a nivel de todo el planeta. Tenemos casos como el de Brasil, donde la industria del audiovisual es el segundo negocio más grande de toda su economía; y en Estados Unidos esta industria está entre los cinco rubros más grandes de su producto bruto, a través de monstruos como son Hollywood, Disney, CNN. No hay dudas que el cine es un importantísimo bien cultural; pero también es un enorme negocio, una enorme actividad económica que mueve muchos recursos y genera innumerables puestos de trabajo. En Guatemala, que no es un país donde esta industria esté muy desarrollada, de hecho ya mucha gente vive de esto. En ese sentido el Estado debería apoyar mucho más todo este movimiento que se está dando. No sé si ya podemos hablar francamente de una industria, pero sí de un movimiento cinematográfico que va en aumento día a día. Y a eso hay que ponerle especial atención, pues cada vez hay más gente que va viviendo de este oficio, y hay más egresados de la escuela de cine y televisión que tenemos en Casa Comal. Sin dudas, todo eso crece; por lo pronto, ya vemos en Guatemala casas representantes de equipamientos, porque desde ya comienzan a encontrar en el país un mercado fértil para todo ese tipo de productos. Como hay una industria naciente, creo que el Estado debe poner atención al movimiento que se viene dando.
Pregunta: ¿Hay ya una política nacional sobre el asunto?
Elías Jiménez: Existe una intención, pero no hay de momento una política como tal. Existe una propuesta de ley que está engavetada desde el 2007 en el Congreso. De parte del Ministerio de Cultura hay una iniciativa de crear durante el año 2014 una oficina para atender toda la producción audiovisual. Seguramente comenzará por hacer un mapeo para ver cómo está la situación en el país, incorporando la cuenta satélite que se acaba de abrir. Entiendo que se tratará de ver lo que está generando económicamente todo el campo del audiovisual en Guatemala, para llegar a la creación de alguna instancia -Departamento, Dirección o como sea- que se ocupe de llevar adelante un proyecto concreto para el tema. Es de esperarse que esto dé como resultado, finalmente, el Instituto Nacional de Cine. Todo esto permitiría que Guatemala se incorpore al sistema de co-producción íberoamericano, lo que daría a pie a poder entrar en tratados de co-producción con otros países, como Argentina, o México, o Colombia, que tienen ya legislaciones sobre cine muy bien establecidas. Esos tratados permitirían reconocer la autoría de las obras audiovisuales de realizadores guatemaltecos. Por todo ello necesitamos que el Congreso apruebe de una buena vez por todas esta legislación sobre cine, lo que abriría la posibilidad de incorporarnos como país a la CACI, la Conferencia de Autoridades Cinematográficas de Iberoamérica, para co-producir con otros países que están más desarrollados en la materia. Y paralelamente el Ministerio de Cultura debe seguir bregando para llegar a tener lo que sería el Instituto Nacional de Cine.
Pregunta: Sin esa ley, por supuesto, y sin el apoyo efectivo del Estado, entiendo que se debe hacer casi imposible competir con monstruos mundiales, o incluso regionales, como México o Brasil.
Elías Jiménez: En este momento no hay en Guatemala ningún apoyo o fomento al desarrollo de la cinematografía nacional. No hay, por ejemplo, y tal como existe en otros países, beneficios fiscales para esta industria. Por tanto, lo que queda es buscar apoyo con socios que ya tengan leyes que regulen y apoyen la producción cinematográfica, como es el caso de México, que tiene cinco fondos para ese fomento. Tomemos el caso de una película como «Marimbas del infierno», que se ha presentado como mexicana, pero que en realidad es guatemalteca. Lo es, porque quien la produjo fueron fondos mexicanos, a través de un director guatemalteco-mexicano que es Julio Hernández. Este amigo tuvo que irse a vivir a México, y ahí producir su película, porque aquí no encontró el apoyo necesario para poder realizar su cine. Se da el caso también de Domingo Lemus, otro cineasta y productor guatemalteco que pronto se va a ir a Panamá, donde sí existe una ley que le permitirá hacer el cine que desea y para el que aquí no encuentra apoyo. Si no tenemos ese instrumento jurídico que posibilite tener un marco que regule y fomente el apoyo por parte del Estado, cineastas guatemaltecos seguirán yéndose del país a buscar lugares donde sí puede desarrollar su producción artística. Si no firmamos ese tratado de co-producción íberoamericano, no podremos como país buscar la autoría de muchas obras nuestras coproducidas con otros países, porque no hay marcos legales que nos defiendan. Ahora eso está en manos del Congreso, porque el Ministerio de Relaciones Exteriores hizo lo que tenía que hacer. Ahora sólo resta ratificar la entrada del país en un tratado internacional, que por supuesto nos beneficiaría mucho. Si eso no sucede, Guatemala no va a tener acceso a los mercados internacionales del cine, que tienen patrones universales. Si no sucede, seguirá pasando lo que pasa en este momento: podemos tener una participación en la escena internacional sólo a través de festivales donde se premian esfuerzos individuales de productores independientes, pero sin que haya una sistematización seria de lo que se hace, con un Estado que defiende y promueve esa producción. Además, todo eso fomenta la partida de talentos nacionales hacia otros países.
Pregunta: Tal vez por los estereotipos que tenemos, cuando pensamos en cine pensamos en esa producción industrial fácil, efectista, que busca generar ganancias ante todo. En ese sentido, ¿cómo competir contra ese cine comercial, vendible, que está hoy tan expandido? ¿Cómo desarrollar una industria cinematográfica que no caiga en la cosa comercial, que sea artístico, que tenga un sentido social, crítico?
Elías Jiménez: Creo que este despertar actual del cine guatemalteco se enmarca también dentro del Nuevo Cine Latinoamericano. Este movimiento, desde sus inicios con grandes cineastas como Fernando Birri, o incluso Gabriel García Márquez, ha buscado maneras alternativas de cómo contar nuestras historias. Creo que dentro de Casa Comal, que nace y se enmarca en los lineamientos de la Escuela Internacional de cine y televisión de San Antonio de los Baños de Cuba, que también pertenece a este movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano, estamos buscando un cine muy nuestro donde, si bien se cuentan historias que podrían ser del cine comercial, nuestras propias historias no se prestan para eso. Por eso mismo nuestro cine jamás termina siendo comercial; es, por el contrario, desde su nacimiento, más un cine de autor. Nosotros no tenemos super héroes que rescatan princesas. Lo que contamos en nuestro cine tiene que ver con nuestras historias cotidianas, que no son de super héroes y princesas precisamente, sino de nuestro tan particular realismo mágico. Desde su mismo nacimiento, y tal como se ha venido desarrollando, el cine guatemalteco, enmarcado en el Nuevo Cine Latinoamericano, está naturalmente alejado del cine comercial, aún cuando lo busquemos intencionalmente. Siempre, tanto el contexto como el subtexto, nos pone necesariamente ante un cine de autor.
Pregunta: Casa Comal juega un papel principalísimo en este despertar del cine, no sólo guatemalteco sino centroamericano. Es, hoy por hoy, un referente obligado en la material. ¿Cómo la ves a futuro y cómo te imaginás su relación con una futura política pública en cinematografía?
Elías Jiménez: Creo que para darle sostenimiento a este movimiento en ascenso, y pensando en una industria de cine a nivel centroamericano, se debe apuntar a poder completar satisfactoriamente todo el ciclo natural de una película, que va desde tener una escuela, como es Casa Comal, hasta los procesos de exhibición, donde se presenta un producto terminado. Es decir: desde la idea generadora hasta la película terminada para que el público la vea. En ese sentido, hace años, después de la Firma de la Paz de 1996, un grupo de cineastas nos reunimos en Casa Comal para crear un marco favorable que desarrolle el cine nacional. O sea: crear un marco que permita generar películas y garantizar que las mismas se difundan, y luego haya un público que las vea, haciendo redituable todo ese circuito. Si no se dan esas garantías, no es posible llegar a tener esa industria de que hablábamos. Para impulsar todo eso fue que en 1998 creamos el Festival Ícaro, junto con la Universidad Rafael Landívar, de los jesuitas, lo cual constituyó un punto de partida importantísimo en el país. Con ello se pretendía crear una ventana alternativa al cine comercial donde mostrar nuestras historias, no sólo para que el público viera otra cosa, sino también para generar un espacio de encuentro entre los realizadores. El Festival Ícaro fue guatemalteco en sus dos primeros años, y luego se transformó en un evento centroamericano. Tenemos que hacer nuestras propias películas, nos dijimos; pero en las dos primeras películas, todos los técnicos que trabajaron fueron extranjeros. Para cambiar eso fue que surgió la idea de hacer una escuela de cine aquí, propia, guatemalteca. Así surge, con la inestimable ayuda de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba y el apoyo de la universidad estatal, la San Carlos de Guatemala, la escuela de cine de Casa Comal. Surge, en principio, con la idea de formar personal guatemalteco, técnicos y realizadores, para no seguir dependiendo de personal extranjero. Siempre seguimos en contacto con internacionales, por supuesto, y eso no está mal. Pero ahora ya podemos decir que tenemos plenamente la posibilidad de una producción nacional; de hecho las últimas tres películas que hicimos fueron trabajadas por docentes, alumnos y ex alumnos de Casa Comal, todos guatemaltecos, mayas en muchos casos. Hoy día nos dirigimos ya a un público no sólo guatemalteco sino centroamericano a través de un sistema de becas del que disponemos, gracias a la colaboración del gobierno de Noruega por medio de su embajada aquí en el país. A través del Festival Ícaro nos dimos cuenta que el mismo problema con relación al cine y la producción nacional se daba en toda Centroamérica: que no había escuela. De ahí que nos abrimos a toda la región, y en este momento tenemos jóvenes de todos los países de la región (Nicaragua, El Salvador, Panamá) estudiando aquí, por medio del sistema de becas. Tenemos claro que la industria cinematográfica no puede ser sustentable si pensamos sólo en Guatemala; hay que pensarse como región. Si en Guatemala, de los 15 millones de habitantes tienen acceso al cine como espectadores sólo un millón, al abrirnos a toda la región estamos hablando de alrededor de 40 millones de personas. Al vernos como región, lanzamos un producto que crea una identidad común como centroamericanos, que nos une; pero también es importante considerarlo desde el punto de vista de la industria, pues el posible mercado de espectadores se amplía a quizá 10 millones de personas, lo que hace más sustentable la iniciativa desde el punto de vista comercial. En todo esto juega un papel muy importante el Festival Ícaro, en tanto instancia regional que nos une y crea una ventana de oportunidades cada vez más amplia.
Pregunta: ¿Algo más que quisieras agregar ya para concluir?
Elías Jiménez: Creo que es muy importante hacer ver a los distintos Estados de Centroamérica el alto potencial que tiene la industria del audiovisual como forma de mostrar al mundo nuestra identidad cultural. E incluso la iniciativa privada puede tomar conciencia de la importancia comercial de este canal de comunicación (el cine, la televisión, el internet), para que pueda aportar y encontrar aquí un ámbito que le conviene, donde puede invertir, no sólo por la responsabilidad social que le compete, sino desde el punto de vista lucrativo. Dada nuestra actual situación, aún creo necesario el acompañamiento de los países amigos, como cooperación internacional, en el desarrollo de la todavía naciente industria cinematográfica centroamericana. Y todo el movimiento artístico de la región debe ver en el cine un espacio importantísimo para la difusión de sus diferentes expresiones. El cine, sin dudas, es siempre un instrumento que puede aportar al cambio, y hay que saber aprovecharlo.
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