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La dicotomía islam/occidente es ficticia, pero tanto la izquierda como la derecha la aceptan como real

Noruega: Musulmanes y metáforas (II)

Fuentes: Al-Jazeera

Traducido del inglés para Rebelión por Carlos Valladares

Esta transfusión entre izquierda y musulmán que estamos presenciando es sólo uno de los elementos fundamentales, entre otros, del proceso de construcción de lo musulmán como imagen de la amenaza. Las sistemáticas maniobras que se hallan detrás de esta demonización de los musulmanes como   amenaza para la humanidad no se limitan a los neo-conservadores y a los sionistas. Cuando se trata de retratar a los musulmanes como personificación del mal la lista de los responsables abarca a todo el espectro político desde la derecha a la izquierda. La angustia que se manifiesta al identificar a los musulmanes con la izquierda es la angustia ante el enemigo interno. Pero cuando sorprendemos a la propia izquierda utilizando a los musulmanes como imagen de la banalidad y el terror, entonces nos encontramos ante algo mucho más profundo, estamos ante la desazón íntima que provoca esa cosa llamada occidente .

Obsérvese esta frase: «Supongo que es un califa de una variedad muy similar a la que se da en Oriente Medio» Se trata de Robert Fisk, el distinguido periodista británico, probablemente lo más alejado en cuanto a posiciones políticas se refiere a los Dinesh D’Souza, Samuel Huntington y otros de su calaña, y ésta es la primera frase de un artículo que publicó el 11 de julio de 2011 en The Independent en el que expresaba sus opiniones sobre el Sr. Rupert Murdoch a propósito del escándalo de las escuchas telefónicas en el Reino Unido. ¿Por qué esa curiosa forma de empezar? ¿Por qué de entre tantas cosas «un califa», «de una variedad muy similar a la que se da en O riente M edio»? Pero vamos a ver, ¿qué otra clase de califas hay? ¿Califas escandinavos? ¿Australianos?¿Británicos? Sólo hay un tipo de califa. La palabra proviene del árabe khalifa que quiere decir representante, vicario. Fue utilizado por primera vez con su significado histórico a raíz de la muerte del profeta Mahoma en el año 632, cuando su compañero Abu Bakr le sucedió.

Abu Bakr y sus seguidores optaron por el humilde título de «representante del profeta de Dios», para que no pareciera que pretendían ser iguales a él. Otros sucesores del profeta hicieron lo mismo y mantuvieron la denominación califa , y finalmente las dos primeras dinastías árabes, la de los omeyas (661-750) y la de los los abasíes (750-1258) llamaron a su institución califato . Otras dinastías como los otomanos (1299-1923) utilizaron a veces dicho título.

Ahora bien, si se refiere a que alguno de estos califas (como algún que otro monarca o reina o césar o papa) era corrupto, autoritario, opulento y tal; pues por supuesto que los había. Pero ¿por qué cuando se trata de buscar una imagen de la corrupción, la banalidad y la tiranía, al Sr. Fisk no le da por pensar en una metáfora de su propio entorno: papas, emperadores romanos, reyes británicos, (quizás la «sangrienta María») il Duce, Mein Führers? ¿Por qué hablar de califa de Oriente Medio al referirse a Rupert Murdoch, AC , KSG , australiano-estadounidense, barón global de los medios de comunicación, siendo el AC que viene después de que su nombre sinónimo de Compañero de la Orden de Australia , una orden de caballería establecida por Isabel II, Reina de Australia , y el KSG igual a Caballero de La Pontificia Orden Ecuestre de San Gregorio Magno ( Ordo Sancti Gregorii Magni ) establecida por el Papa Gregorio XVI en 1831? Hay un montón de metáforas susceptibles de utilizar dentro de esos ámbitos. ¿Por qué elige decir «Supongo que es un califa de una variedad muy similar a la que se da en Oriente Medio»? ¿Por qué no le dio a Robert Fisk por «suponer» alguna de esas otras cosas y escoger entre ellas algo » muy similar» , en vez de utilizar una metáfora relacionada con Oriente Medio?

No se trata sólo de Robert Fisk. Este síndrome es una epidemia. Lo musulmán se ha convertido por doquier en la imagen de la amenaza, de lo banal, del terror, tanto para la izquierda como para la derecha.

He aquí otro notorio ejemplo: Lewish H. Lapham, reputado ex-editor de la revista Harper, un destacado progresista de la izquierda estadounidense crítica con el imperialismo de su país, no duda ni un segundo en utilizar metáforas relacionadas con el islam cuando quiere denigrar y rechazar las ideas de sus oponentes conservadores. En una reseña crítica del repulsivo libro de David Frum y Richard Perle Cómo ganar la guerra al terror (2003) ,   Lapham ridiculiza sin recato el libro por considerar que se inspira «en los versos del Corán», porque emite fetuas como Osama bin Laden, y porque convoca a «todo los estadounidenses leales a la gloria de la yihad » al mismo tiempo que los apoda «Mulla Frum», «Mufti Perle» o los «ayatolás de Washington», y al final concluye: «Ponedles [a Frum y a Perle] una barba, un turbante y un ejemplar del Corán y seguro que no tendrían mayor problema en lapidar hasta la muerte, con la presencia de las cámaras de la CBS, a cualquier mujer cogida en adulterio»

Cuando Lapham se ve en la necesidad de usar una metáfora que describa el impresentable estilo propagandístico de esos autores, no se le ocurre una idea mejor que el Corán, ni se para a pensar un instante en las implicaciones de lo que dice:

«al igual que pasa con toda forma de propaganda, el estilo [del libro de Perle y Frum] no justifica el uso de mucho aparato crítico, pero creo que no les hago ninguna injusticia a los autores al reducir su mensaje a un catálogo de mandamientos divinos. Como Mahoma cuando lleva la palabra de Alá a la viuda Jadiya y al pozo Zem-Zem, aspiran a un tono de voz propio del libro del Apocalipsis»

Si Lapham necesita una alegoría idónea pera el odio doctrinario y el terror, el Islam y el Corán le vienen muy bien.

«El resultado de su colaboración [de Frum y Perle] es una desagradable arenga a la que si se traduce al árabe y se la cambian algunos énfasis y algunas palabras (poniendo como objetos del odio a Estados Unidos y a Israel en lugar de a Arabia Saudita y a la ONU) podría servir perfectamente para dar clase a cualquier curso de devotos yihadistas de cualquier madraza de Kandahar»

Los ejemplos abundan y no se limitan a la revista Harper. Las páginas de la revista The Nation, otro periódico progresista de izquierdas de Estados Unidos, están repletas de referencias despectivas a los adversarios conservadores que hacen uso de metáforas islámicas: mulás , madraza , turbantes , versículos del Corán, etc. Terry Jones, el pastor de Florida que quemó un ejemplar del Corán, es un blanco demasiado fácil, es simplemente un infeliz abiertamente racista que rebosa odio por todos los poros. Es la gente que asegura defender ideales más nobles, de izquierda, de progreso y de tolerancia, la que ha estado participado activamente desde hace mucho tiempo en el sostenimiento de lo musulmán como imagen del mal.

Los académicos musulmanes colaboran en la perpetuación de la dicotomía islam/occidente

La cuestión aquí no es poner en evidencia a nadie. La cuestión es ver como los musulmanes se han convertido en la principal imagen de la amenaza, del terror y del engaño. Pensar en esa trasmutación nos coloca en un marco de referencia más amplio. No son sólo los europeos y los estadounidenses, ni son sólo los de izquierdas y los de derechas los que usan y abusan de los términos referidos al islam usándolos como metáforas de l o rechaz able , de lo menospreciable y de l o digno de ser descr editado y difamado.

La práctica se basa en una oposición binaria más fundamental, la que opone «al islam y a occidente», una oposición en la que los musulmanes mismos han servido de instrumento al usarla y por ende corroborarla.

No ha habido ningún orientalista, vivo o muerto, que haya manufacturado, dado por buena y divulgado esta oposición binaria de manera más categórica, persistente y obstinada que Bernard Lewis. Sin embargo los propios musulmanes han asumido esa oposición como real. Cada vez que un académico, un periodista, un activista o un intelectual musulmán o árabe usa de manera acrítica el engañoso termino occidente -«Occidente hizo esto» o «Occidente hará esto otro»- él o ella está dando por válida la oposición binaria entre «el islam y occidente», dos denominaciones mayormente vacías que sustraen a la realidad de sus paradojas, sus ironías, sus contradicciones y sus represiones internas. Da igual decir, como D’Souza o Niall Ferguson, que occidente es el mayor regalo de Dios a la humanidad, o por el contrario decir que occidente es el mayor causante mundial de horror; en cualquier caso se esta dando por buena la autenticidad amoral de un marco de referencia que ipso facto plantea y niega al islam y de esta manera transforma a los musulmanes en la imágen encarnada de la amenaza y el engaño.

Al haber sido manufacturadas en occidente, en la batalla de metáforas entre   «el islam y occidente», occidente es lo bueno, islam es lo malo. Occidente son los vaqueros, islam son los indios. Como árabe o musulmán se puede cambiar el orden, pero al precio de exacerbar la oposición binaria, la ficción que nubla la realidad. Los árabes y los musulmanes tienen así su parte de culpa en dar estatuto de realidad a occidente y en establecerlo como marco principal de referencia moral dentro del cual el islam y los musulmanes cumplen el papel de imágenes del mal y la banalidad.

Donde la izquierda y la derecha están de acuerdo es en aceptar la constitución de lo musulmán como un otro civilizatorio, como la alteridad ontológica de ese castillo de arena que se da en llamar occidente que sin su contrario dudaría de si mismo y se disolvería en la sombra de su propia nulidad.

Para darse cuenta de la estructura epistémica de esta dinámica libre de signos, no es suficiente, necesario, ni siquiera aconsejable volver a revisar la historia europea del orientalismo, ni releer la Divina comedia de Dante (1308-1321), ni el Rapto del serrallo de Mozart (1782), y ni siquiera hay que irse a Los persas de Esquilo (472 a de JC) en una inútil búsqueda en pos del origen de lo oriental y más tarde de su versión actualizada, los musulmanes, como el otro supremo de occidente. Occidente no existía en el tiempo de Esquilo, ni siquiera en el de Dante, y el orientalismo de estas eras difiere el uno del otro.

Ese tipo de historicismo diluye el problema y confunde el punto focal de la iteración a través de la cual la ilusión de occidente no deja de repetirse con el fin de seguir creyendo en sí misma. Necesitamos una precisión de cirujano para esclarecer cómo, cuándo y para qué propósitos se postuló a lo musulmán como imagen suprema de la amenaza para dar cuenta de, por ejemplo, las reacciones instintivas que provoca . ¿Quién se beneficia de está reacción espontánea? ¿ a qué apela? ¿ qué efectos busca provocar y con qué descarada persistencia?

Sí, por supuesto, la constitución de lo musulmán como imagen del engaño y de la amenaza a la civilidad y la sociedad se basa en metáforas más antiguas. Pero hoy es el recurso facíl del periodismo norteamericano, israelí y europeo (en los tres sitios por distintas razones) y como tal está quedando en evidencia por el espantoso veneno que está inyectando en el núcleo de un discurso político erróneo que ha causado un terror incomprensible a sucesivas generaciones de niños musulmanes y a sus mayores en todo el mundo, atemorizándol os hasta el tuétano haciendoles creer que hay algo esencialmente malo en quién y qué son.

El mundo ya no está más a merced de esa cacofonía corrupta de poder y opulencia. Ya nos han analizado y aterrorizado bastante. Es hora ya de cambiar las tornas, ponerlos en evidencia y analizarlos nosotros a ellos.

Fuente: http://english.aljazeera.net/indepth/opinion/2011/07/201173110360249386.html