Tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer Walter Benjamin El pasado no pasa. Porque la guerra continúa. Se ramifica. Se prolonga. En una articulación mundial de dispositivos locales. En un calibrado inédito de las subjetividades. En una nueva paz de superficie. Una paz […]
Tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer
Walter Benjamin
El pasado no pasa. Porque la guerra continúa. Se ramifica. Se prolonga. En una articulación mundial de dispositivos locales. En un calibrado inédito de las subjetividades. En una nueva paz de superficie. Una paz armada bien hecha para cubrir el desarrollo de una imperceptible guerra civil
Tiqqun
El terrorismo va dirigido contra la gente que mira, no contra las víctimas; su función es claramente comunicativa. El terrorismo es teatro.
Salustiano Del Campo
Se cumplen 12 años de haber comenzado esta guerra que parece no terminar, y a cada instante contemplamos la aparición de una nueva batalla. En este 11 de setiembre, todas las cámaras se enfocaron en una zona que ya no es, que ya no está, que su mismo nombre remite a la nada, zona cero, desenfocándose de aquellos lugares que algunas gentes conciben como los márgenes de la civilidad. Y en realidad lo son, pues esos lugares apenas concebibles son espacios de muerte, donde Occidente, los autoproclamados civilizados y humanistas, van a realizar sus carnicerías. Es ahí donde contemplamos los límites de la civilización.
Esta guerra ha durado más años que la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial juntas. Y no le envidia nada a ambas guerras:
– Hemos superado, desde 2009, el gasto militar mundial de la Segunda Guerra Mundial, el más alto hasta entonces.
– La crisis del 1929 no se compara en nada con el Colapso Mundial que padecemos actualmente. Esa nociva combinación de destrucciones ambientales, agotamiento de recursos estratégicos y desplomes económicos, eran impensables para aquellas épocas.
– La figura del campo de concentración desde las dictaduras de seguridad nacional, se perfeccionó, y existen desde el modelo clásico (Guantánamo, Abu Grahib, Bagraim, etc); existen los clandestinos, que permitió que el campo como espacio de excepción se desmaterializara y se apropiara de cualquier espacio, desde un estadio nacional hasta un avión que sobrevuela clandestinamente -con el beneplácito de los gobiernos aliados, los cielos de Europa. El campo de concentración pasó a ser el nuevo nomos de la Tierra. Estos nuevos espacios de excepción dejan como amigables jardines de niños a los anteriores.
– La sentencia a la esclavitud y la muerte que daba la bienvenida a Auschwitz, es también la consigna esclavista de este mundo: «el trabajo nos hará libres»
– Las armas y el uso de la tecnología de la Primera y la Segunda Guerra Mundial no se comparan con las actuales. Sin lugar a dudas hemos perfeccionado nuestra capacidad de asesinato. Los nazis tendrían envidia de nuestros avances.
– Gran parte de todas las atrocidades cometidas por los nazis eran experimentos, o estaban en fase de experimentación. En la actualidad, fueron mejoradas y son actualmente aplicadas. La eugenesia se convirtió en sentido común y moda, los cuerpos cadavéricos de los prisioneros de los campos de concentración son ahora el prototipo de salud y belleza. y el exterminio sistemático se globalizó y se realizó por otros medios: hambrunas, guerras, enfermedades, desastres, etc. Y se convirtió en la consigna en este contexto de colapso mundial: para mantener al capitalismo hay que aniquilar gente considerada superflua.
– El concepto de lo político que distinguía entre amigos y enemigos, de cuño nazi, se reglamentó y consolidó en el Derecho penal del Enemigo, que distingue entre ciudadano y enemigo. Que amenaza a los primeros con el ejemplo de los segundos: la despersonalización y la pérdida de toda condición de humano.
Hace ya más de 20 años a mi generación se le prometió el fin de las guerras y, por tanto, de la historia. Sin embargo, todo fue un embuste. No podían darse el lujo de perder la historia, escrita por ellos mismos, la garante de su poder. Y para seguir escribiéndola necesitan de la sangre que les sirva de tinta. Por ello la historia de la década del discurso neoliberal, los felices noventa, también fue escrita con sangre.
El hundimiento del mundo soviético fue plasmado en una promesa de cuasi paz perpetua que nos garantizaba más democracia, más libertad y felicidad. Pero ante el colapso del mundo capitalista, se nos promete ahora una guerra perpetua, que se dará en cualquier parte del planeta, por todos los medios, legítimos o no, de forma preventiva y contra cualquier persona y/o grupos de ellas.
Una guerra total es la promesa para las nuevas generaciones, que son recibidas con la sentencia: «you’re either with us or against us«.
Han pasado 12 años, desde que nos condenaron a muerte a todos nosotros, sin importar ser ciudadanos o combatientes, eso ya no importa, es lo mismo… al final todos mueren.
Nosotros somos en realidad las víctimas de los atentados del 11 de setiembre, de cualquiera de los dos 11 de setiembre. Somos los espectadores de una terrorífica obra de teatro. Aquellas personas que murieron y que mueren en actos terroristas más que víctimas, son las mensajeras que nos anuncian la consigna de esta guerra:
«En términos de eficiencia, es más fácil asesinar a un millón de personas que tratar de controlarlas«.
En otras palabras, más allá de una política para el control de la vida, padecemos de una política que produce la muerte, una tanatopolítica.
Lo que se celebra en estas fechas, no es más que el recordatorio, para todos nosotros, las víctimas-espectadores, que en cualquier momento y lugar, nuestros cuerpos se convertirán en los instrumentos para propagar un mensaje de terror, que paralice y aniquile lo suficiente para garantizar la sobrevivencia del mundo capitalista. Somos, desde su lógica inmunitaria, vidas que no merecen ser vividas, que atentan contra la eficiencia productiva y la subjetividad de un Estado de seguridad, la nueva ciudadanía-policial. Estas formas-de-vida deshumanizadas, despersonalizadas, son en términos de la «Disposición Final» que caracterizó a las dictaduras de seguridad nacional latinoamericanas, vidas que han sido consideradas superfluas o desechables, seres-basura.
Se pretende más bien un refrescamiento de esas imágenes que nos inmovilizaron por el pánico que provoca la incertidumbre de la irrupción violenta de estos actos. Es casi como una propagación del terror y, por consiguiente, la desmovilización. Fue su reproducción permanente, el elemento central de lo que representó realmente el 11 de setiembre, una terapia de shock a escala global. O bien, una insuperable obra de arte…
A 12 años de los atentados, seguimos siendo las víctimas de esta guerra de exterminio, de rapiña por los recursos que quedan. Somos y seremos perseguidos, torturados, humillados y asesinados en nombre de la seguridad nacional y la guerra contra el terrorismo.
Celebramos la consagración de una unión de dimensiones catastróficas para la humanidad, concebida en términos ontológicos, el encuentro entre la economía y la seguridad. Hace 40 años, el neoliberalismo se impone gracias a las dictaduras de seguridad nacional, que construyó e inscribió con sangre, un comportamiento y una corporalidad necesaria para el nuevo modelo de «desarrollo» que se impulsaba en la región, en este laboratorio de embrujos, como apuntaría Calvo Ospina. Actualmente, el meme implantado continúa siendo el mismo, bien lo señala Tiqqun «Hasta donde nos alcanza el recuerdo, no ha habido otra actualidad que la de la guerra civil mundial. Hemos sido educados como supervivientes, como máquinas de supervivencia. SE nos ha formado en la idea de que la vida consiste en avanzar, avanzar hasta derrumbarse en medio de otros cuerpos que marchan idénticamente, que tropiezan y se derrumban, a su vez, en la indiferencia».
Nuestra condición es la de sobrevivientes de esta guerra total. Nunca antes en la historia, ni siquiera cuando el filósofo alemán Günther Anders expresó una idea semejante a esta, la humanidad tuvo la capacidad de aniquilarse como humanidad, no sólo en términos físicos, sino también culturales, históricos, sociales, filosofales… ontológicos. Nunca antes tuvimos la posibilidad de exterminarnos de forma total e inmediata como en la actualidad.
Hoy más que nunca se torna necesario detener a esos que no se detendrán ante nada, que carecen de imaginación, esos analfabetas emocionales que han asaltado el poder. Ya sea hoy, ayer, hace doce años, o cuarenta… quizás para mañana, la situación será la misma: aparte de ser víctimas, quienes deserten de este mundo, en pos de las solidaridades necesarias, serán catalogados como terroristas, y en este punto, para concluir, valdría recordar las palabras de Giorgio Agamben: «No somos y jamás seremos terroristas; pero aquello que ustedes consideran terrorista, eso somos«.
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