En uno de esos encuentros sobre «Ciencias Sociales y Cambio Social» en la ciudad de Guatemala, hombres y mujeres de toda Centroamérica, de muy diversa orientación teórica y praxis política nos reunimos para discutir entre otros temas, la situación de la mujer, el feminismo crítico y la economía del cuidado. Por supuesto lo que más […]
En uno de esos encuentros sobre «Ciencias Sociales y Cambio Social» en la ciudad de Guatemala, hombres y mujeres de toda Centroamérica, de muy diversa orientación teórica y praxis política nos reunimos para discutir entre otros temas, la situación de la mujer, el feminismo crítico y la economía del cuidado. Por supuesto lo que más podía aflorar era la enorme descentralización de ideas y con ello de las distintas praxis políticas. Es decir pues tenía todo lo propio de cierto sector de la intelectualidad pequeñoburguesa de nuestro tiempo, que cree que se cambia el mundo con discusiones académicas1, a la vez que reniega de la militancia política, la centralización organizativa y por supuesto de los clásicos del marxismo revolucionario como Lenin, Gramsci y Trotsky.
Todo ello sin embargo no desdice la importancia de una de las temáticas tratadas: La cuestión de la discriminación y violencia hacia las mujeres por la estructura de dominación capitalista-patriarcal; y ello no únicamente por la supuesta centralidad que en los espacios mediáticos se le ha venido asignando al tema de la mujer últimamente, sino más bien por la siempre compleja y polémica relación entre las fronteras de la opresión de género y la explotación de clase.
Aquí dejamos de lado el feminismo burgués, que atribuye la centralidad del tema de la discriminación y violencia hacia las mujeres única y exclusivamente a un problema de género y así diluye la cuestión de clase en tan sólo una de las aristas de la opresión/explotación de las sociedades divididas en clases: la cuestión de género en si misma. Dejamos de lado también el «feminismo crítico»2, la crítica a este la abordaremos en otro artículo aparte. Nos enfocamos pues, en el feminismo que reivindica en una u otra forma, que las raíces de la opresión de la mujer están estrechamente vinculadas a la aparición del régimen de la propiedad privada sobre los medios de producción. Por tanto nos enfocamos en la situación de la mujer vista desde la izquierda y más aun desde la izquierda marxista, o deberíamos decir desde las «izquierdas marxistas».
Marx, la económica política y las claves para entender el feminismo
Uno de los descubrimientos más importantes de Marx en el campo de la economía política, fue el establecer que, en tanto el capitalismo va desarrollándose aumenta en un mayor grado la cantidad de capital invertido en medios de producción, mientras que su contraparte, es decir el capital invertido en fuerza de trabajo aumenta a una proporción menor, a esto Marx le llamo el aumento en la composición orgánica del capital. Y si recordamos el abece de la economía política marxista, sabremos que no son las maquinas, sino el trabajo humano el que genera plusvalía. Por ello con el aumento en la composición orgánica del capital, existe una caída tendenciosa de la tasa de ganancia de los capitalistas. Estos lo saben muy bien, y es por eso precisamente que trasladan sus capitales a los países mal llamados subdesarrollados, donde la composición orgánica del capital es baja. Allí obtienen por supuesto una tasa de ganancia más elevada, merced al bajo desarrollo tecnológico de las fuerzas productivas, es decir a la baja composición orgánica del capital.
¿Por qué la tendencia decreciente de la tasa de ganancia es una clave para entender el feminismo? o más bien ¿Por qué es una clave para entender porque el feminismo es, si es consecuente, un feminismo socialista?
Porque la explotación de la fuerza de trabajo y más aun, el aumento de esta es lo que hace posible la ralentización (en cierto grado) de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, y este aumento de la explotación de la fuerza de trabajo es posible únicamente hasta ciertos limites por el hecho de que es la mujer la que realiza en los hogares el trabajo reproductivo, y con ello se hace posible el mantenimiento de la explotación de la fuerza de trabajo hasta limites exagerados, lo que a la vez significa que esta super-explotación más allá, incluso de los limites físico-naturales es trasladada a los hombros de las mujeres trabajadoras, por lo que ésta resulta ser la que lleva sobre sus espaldas una explotación más rapaz y es víctima en mayor medida del orden capitalista-patriarcal.
La crisis mundial del capitalismo y el empeoramiento de la situación de la clase trabajadora
A finales del 2007 y principalmente desde el 2008 la economía mundial, entró en una de sus peores crisis, de la cual aún no se recupera. Las elites dominantes de cada país impulsadas por los organismos financieros internacionales (FMI, BM, etc.) aplican una serie de medidas contra la clase trabajadora, desde Europa, pasando por Asia, hasta América Latina, los planes de ajuste como el estancamiento de los salarios, aumento en las edades de jubilación, etc. son el día a día en todo el mundo. No es casual tampoco pues, que esta oleada de ataques a la clase trabajadora venga aparejada con una aleada de protestas en el mundo entero, desde Europa, pasando por Oriente Medio y el Norte de África, hasta América Latina.
Si el escenario mundial es caracterizado por esta oleada de ataques, que constituyen un empeoramiento de la situación de las clases populares, es obvio que hasta las mínimas concesiones económicas a favor de la clase trabajadora tienen que ser arrancadas a los capitalistas por un enorme heroísmo de lucha de estas. En ese marco el feminismo es una reivindicación que no puede resolverse dentro del capitalismo, ello porque tal suceso provocaría un verdadero trastorno para la tasa de ganancia de los capitalistas.
El feminismo: ¿Una reivindicación democrática o una reivindicación socialista?
Dentro de «las izquierdas marxistas» existe un debate abierto, sobre, si el feminismo es una reivindicación puramente democrática y por tanto no constituye una de las tareas esenciales de la revolución socialista, sino más bien simplemente un «bonus» más dentro de las numerosas reivindicaciones democráticas como por ejemplo la escala móvil de salarios, etc.
Nosotros consideramos que la cuestión de la opresión de género no tiene salida en el marco del sistema capitalista y ello principalmente, no porque equiparemos la opresión de género a la explotación de clase y la coloquemos en un mismo nivel3, sino porque en los estrechos marcos en que actualmente se desenvuelve el capitalismo, las reivindicaciones como el feminismo toman necesariamente un carácter anticapitalista (lo mismo sucede, dicho sea de paso con el ecologismo).
Las actuales ganancias de los capitalistas provienen, como sabemos, de la explotación de la clase obrera; sin embargo la tasa de ganancia de los capitalistas es mantenida en cierto nivel «gracias» al trabajo reproductivo que hacen mayormente las mujeres en los hogares. Ese hecho oculto bajo la oscura manta del patriarcado es el que hace posible que la fuerza de trabajo valga menos de lo que en condiciones «normales» valdría, puesto que el valor que le es remunerado a la fuerza de trabajo corresponde al mínimo para su reproducción o incluso menos (sobreexplotación), en ambos casos el coste de la reproducción recae sobre el trabajo reproductivo, pero como este no es tomado en cuenta por el capitalista, gran parte de la responsabilidad de la reproducción de la fuerza de trabajo es en realidad cargada por los hombros de la mujer trabajadora en el hogar.
Si la mujer se desenvolviera en el capitalismo en igualdad de condiciones que el hombre, ello implicaría un inmediato aumento en el valor de reproducción de la fuerza de trabajo y con ello un aumento inmediato en todos los salarios, lo que implicaría a su vez una caída cada más abrupta de la tasa de ganancia de los capitalistas.4
Por tanto, la cuestión del feminismo llevada a fondo es necesariamente una reivindicación que tiene salida únicamente en el marco de la superación del capitalismo y con ello, en la instauración del socialismo. Por eso mismo consideramos valida la reivindicación del feminismo socialista. Por supuesto esto no significa para nosotros la perdida de independencia de clase, o la subordinación de la explotación de clase a la opresión de género, ni su equiparación teórica o metodológica, tampoco significa que debamos aliarnos con la mujer burguesa, tal tarea no sería sino una vergonzosa capitulación a los capitalistas y al feminismo burgués.
Lo que queremos recalcar con esto es precisamente que el feminismo, si es consecuente, es en esencia, en estos momentos históricos, un feminismo socialista, y que cuanto más temprano comprendamos esto en el seno de las organizaciones que buscamos la transformación social, la causa del socialismo habrá avanzado un paso enorme; pero como esta comprensión no es, ni será el fruto de las lucubraciones de un que otro intelectual, sino de la praxis y de la lucha diaria contra toda forma de opresión y explotación, las y los revolucionarios tendremos la tarea de luchar junto a la mujer, y principalmente junto a la mujer trabajadora y aun mayormente obrera, contra la opresión y la explotación. El partido revolucionario debe prestar la suficiente atención a esto, lo que no significa por supuesto la renuncia a las tareas de intervenir en las luchas diarias de la clase trabajadora en su conjunto y principalmente obrera.
Notas:
1 «¿Creen que la historia se hace en los salones, donde los demócratas de alcurnia fraternizan con los titulados liberales, donde los abogadillos provincianos de ayer aprender pronto a besar ilustres manitas de señora?… La historia se hace en las trincheras donde, bajo la insensata presión de la locura bélica, el soldado clava su bayoneta en el cuerpo del oficial y escapa a su pueblo natal para incendiar la casa de los señores. Tamaña barbaridad les disgusta. Entonces no se acaloren, les responde la historia: sopórtenlo. No son más que meras consecuencias de lo que ha que sido». (Lenin V. I., en Trotsky, León. «Imágenes de Lenin». Ediciones Era. Pág. 67. México, 1970).
2 Por feminismo crítico entendemos acá, las diversas corrientes del feminismo que reivindican una ruptura con el orden económico y cultural capitalista-patriarcal, pero que sin embargo, pese a plantearse tal tarea, dejan de lado la cuestión de clase, y en todo su planteamiento se guían por lógicas fuera de las clases y las luchas entre estas.
3 No es que las relaciones de dominación y opresión del hombre burgués sobre la mujer burguesa no sean condenables, o que intentemos velarlas, sino que la equiparación teórica y metodológica de la explotación de clase con la opresión de género nos llevaría a la conclusión en el plano político, de equiparar las luchas de género con las luchas de clases, lo que nos conduciría a las alianzas y hasta unidades de la mujer trabajadora con la mujer burguesa y con ello estaríamos claudicando no sólo al feminismo burgués, sino al capitalismo mismo, en tanto que la mujer burguesa, pese a sufrir la opresión de género, en el fondo es reproductora de su propia opresión (y la de la mujer trabajadora y la clase trabajadora y popular en su conjunto), ello porque al mantener y reproducir la explotación de clase, juega necesariamente en favor la reproducción de los esquemas de dominación patriarcales.
4 «El incremento de la explotación del trabajo y el empeoramiento de la situación de clase trabajadora fue uno de los mecanismos del giro neoliberal que contribuyeron a ralentizar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. El aumento de la extracción de plusvalía relativa (aumento de la intensidad de las jornadas de trabajo, mediante la tecnificación de los procesos de producción) y de plusvalía absoluta (prolongamiento de la jornada de trabajo) fue acompañado por otras medidas de flexibilización y ataques a la clase trabajadora en el campo laboral, como los descensos de los salarios o incremento de estos por debajo de la inflación, privatización de los servicios públicos como salud, educación, etc., lo que significaba un abismal deterioro en las condiciones para la reproducción de la vida humana, es decir un enorme empeoramiento de la situación de la clase trabajadora». (Arriola, Joel. «El neoliberalismo: Una visión marxista» Pág. 8. Disponible en: http://www.rebelion.org/docs/173334.pdf)
Joel Arriola. Estudiante de sociología de la Universidad de El Salvador (UES)
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