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Cronopiando

¿Nucleares? ¡No!

Fuentes: Rebelión

Hasta en la Comisión Nacional de Energía Nuclear o como quiera se llame ese sanedrín de privilegiados cerebros que se ocupan de tranquilizarnos sobre eventuales accidentes nucleares en el Estado español, he oído decir que semejante posibilidad es impensable porque, en primer lugar, aquí no hay riesgo de terremotos de tanta intensidad como el ocurrido […]

Hasta en la Comisión Nacional de Energía Nuclear o como quiera se llame ese sanedrín de privilegiados cerebros que se ocupan de tranquilizarnos sobre eventuales accidentes nucleares en el Estado español, he oído decir que semejante posibilidad es impensable porque, en primer lugar, aquí no hay riesgo de terremotos de tanta intensidad como el ocurrido en Japón y, en segundo lugar, tampoco hay tsunamis.

Una tercera razón que, sin embargo, no han mencionado, habría acabado por tranquilizar a la ciudadanía sobre cualquier duda al respecto: Aquí disponemos de una clase política inobjetable que en todo tiempo y circunstancia ha dado proverbial ejemplo de responsabilidad, cordura y capacidad.

De hecho, en lugar de crisis, llegado el caso, estaríamos hablando de una momentánea y saludable desaceleración energética a nada que Solbes pudiera explicarla.

Y el propio Rajoy podría describir una eventual fuga de radioactividad mejor que nadie. «Salen unos pequeños hilitos. Hay en concreto cuatro regueros que se han solidificado con aspecto de plastilina en estiramiento vertical. Deben salir de algunas de las grietas».

«El planeta está al servicio del hombre, no el hombre al servicio del planeta» apuntaría Ana Botella, delegada de medio ambiente del ayuntamiento de Madrid. Al fin y al cabo, como apuntara Sancho Rof, aquel ministro de salud experto en aceites de colza, el átomo «es un bichito tan pequeño que si se cae de la mesa se mata».

Y si todavía algunos incrédulos persistieran en sus dudas, nadie mejor para disiparlas que González Sinde, la flamante ministra de Cultura, exigiendo a «los que no sean expertos, que no jueguen el papel de opinar y contribuir a la confusión», que hagan como José Blanco, el sagaz ministro de Fomento que siempre ha tenido claro que «como sé de lo que hablo, me callo».

«España va bien» confirmaría Aznar. Y «vamos a dejarla que no la va a reconocer ni la madre que la parió» secundaría Alfonso Guerra.

Hasta el propio Zapatero aportaría su habitual optimismo, que «ser optimistas más que un acto de racionalidad es una exigencia moral» considerando que «es probable que lo peor de la crisis ya haya pasado» y «hasta se podría decir, haciendo uso de un símil futbolístico, que España ha entrado en la Champions League» de la energía nuclear mundial.

La verdad es que me aterra la energía nuclear por los riesgos que implica, pero no tanto como los inhumanos y mercuriales intereses que la producen y los ineptos y desvergonzados delincuentes que la gestionan.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.