El genial teórico militar, Karl von Clausewitz, insistía en que la guerra moderna es «la continuación de la política por otros medios». Con ello, el general prusiano postulaba que la guerra es «un acto político» y, como tal: «Constituye un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra […]
El genial teórico militar, Karl von Clausewitz, insistía en que la guerra moderna es «la continuación de la política por otros medios». Con ello, el general prusiano postulaba que la guerra es «un acto político» y, como tal: «Constituye un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad» .
La América nuestra enfrenta hoy un nuevo reto geopolítico: responder a las recientes acciones protagonizadas por el Imperio estadounidense para ampliar su capacidad de movilidad y acción militar al sur del Río Bravo. Desde la activación el pasado año de la Cuarta Flota de la Marina de Guerra de Estados Unidos asignada a patrullar los mares que rodean a la América del Sur, hasta la expansión de la presencia militar estadounidense en Colombia, mediante la entrega para su control de facto de siete bases que le proveen una amplia y poderosa plataforma desde donde operar en función de sus intereses geoestratégicos en la región, entre otros hechos, Washington ha proclamado sus verdaderas intenciones imperiales hacia la región más allá de los artificios retóricos de sus gobernantes de turno.
Unido a los actuales dispositivos de intervención que integra su red de bases en otros países de la región y su poca convincente respuesta al golpe de Estado en Honduras, el gobierno de Estados Unidos insiste en recuperar su incontestable hegemonía histórica en la América nuestra y para ello implanta una estrategia de contención y reversión de las tendencias significativas de cambio hacia una mayor independencia política y económica. En juego está la posibilidad real de los pueblos de Nuestra América de hacer valer su voluntad soberana. De ahí que no le queda otra alternativa a los pueblos y gobernantes de la región que alistarse para defender sus conquistas y garantizar sus intereses. Es en este marco que hay que entender una serie de decisiones tomadas por gobiernos de la América nuestra para mejorar su capacidad militar defensiva y disuasiva.
Por ejemplo, Brasil acaba de suscribir con Francia un acuerdo de cooperación militar estratégica que servirá para que la potencia suramericana cuente no sólo con la mayor flota naval de la América nuestra, sino que le permitirá ser la primera con submarinos atómicos. En lo que ha sido calificado por los analistas regionales en temas de seguridad como «el más importante pacto de defensa de la historia reciente», Brasil y Francia decidieron no sólo una multimillonaria adquisición de submarinos, helicópteros y cazabombarderos, sino también la necesaria transferencia de tecnología que permita darle un impulso significativo a la industria militar brasileña.
Ahora bien, el acuerdo puede servir además para contrarrestar las movidas recientes de Estados Unidos para trastocar la situación geoestratégica en la región. En ese sentido, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva parecería estarle enviando un mensaje a su par estadounidense Barack Obama de que Nuestra América también puede jugar, al igual que lo ha hecho y sigue haciendo Estados Unidos, a «la zanahoria y el garrote».
En lo inmediato, el acuerdo franco-brasileño provee para la venta al gobierno francés de diez aeronaves de carga y transporte de tropas, el KC-390 de la empresa aeronáutica brasileña Embraer, un atractivo sustituto del Hércules C-130 de la empresa estadounidense Lockheed. Asimismo, incluye la compra y transferencia de tecnología francesa para la fabricación en Brasil de cazabombarderos Rafale, los cuales estarán disponibles para su venta a las fuerzas aéreas del resto de la América nuestra. También, Brasil adquirirá cincuenta helicópteros y cinco submarinos franceses, e integrará con Francia una empresa que estará a cargo de la fabricación del primer submarino de propulsión atómica. De esta forma, Brasil se convierte en sólo el séptimo país con capacidad para diseñar, producir y operar submarinos nucleares. Según los analistas, el monto del acuerdo militar Brasil-Francia es superior a la inversión que representa el acuerdo reciente Estados Unidos-Colombia.
Según el Ministerio de Defensa brasileño, la actual estrategia militar de la potencia sudamericana posee un carácter estrictamente «disuasivo», es decir, su fin es ampliar la capacidad de respuesta militar para repeler cualquier ataque de otro país contra su territorio. Dentro de dicha estrategia, uno de los objetivos prioritarios es negarle el uso del mar al enemigo.
Por su parte, el mandatario brasileño ha justificado las decisiones de su gobierno en el área de defensa en función del potencial riesgo de conflicto que hay en torno a la llamada Amazonia Azul, particularmente en la llamada zona «pre-sal» frente a las costas de dicho país sudamericano donde se han hecho nuevos e importantes hallazgos de recursos petroleros. Lula ha manifestado su preocupación por la presencia de la Cuarta Flota de Estados Unidos en esa zona: » Yo había hablado con Bush y tenemos que hablar con Obama. La Cuarta Flota está casi encima de la pre-sal«.
En ese sentido, el presidente brasileño insiste en que su objetivo es «cuidar el territorio» nacional. «El petróleo ya fue motivo de muchas guerras y no queremos ninguna guerra y ningún conflicto» en torno a los nuevos yacimientos hallados, puntualiza.
A pesar de que Estados Unidos sigue siendo el principal mercader de armas en el planeta, responsable por más de dos terceras partes de las ventas de armas en el mercado mundial, según cifras del 2008, el acuerdo Brasil-Francia confirma ya una tendencia creciente de los gobiernos sudamericanos en romper con la dependencia, que prevaleció hasta el pasado siglo, en Estados Unidos como principal proveedor de equipos militares a sus países.
Otro acuerdo estratégico en esta dirección es el suscrito entre Venezuela y Rusia. El rearme venezolano incluye la adquisición de varios batallones de tanques medianos T-72, vehículos de combate BMP-3, 24 aviones caza Sukhoi, 53 helicópteros de combate Mi-28, 200 misiles antiaéreos Igla-S, lanzacohetes portátiles RPG-7, 5000 fusiles Dragunov para francotiradores y 100,000 fusiles de asalto Kalashnikov. También, el gobierno venezolano se propone además la adquisición de unos 20 sistemas de misiles tierra-aire TOR M1, varios aviones de reconocimiento Ilushyn y 3 submarinos Project 636 Varshavyanka, entre otros equipos.
El presidente venezolano Hugo Chávez Frías explicó que los nuevos tanques rusos T-72 forman parte de lo que llama el «Plan Escudo de Occidente», que doblará las fuerzas blindadas actuales para defender la frontera con Colombia luego de la expansión amenazante de la presencia militar estadounidense en ese país vecino. Chávez ha anunciado igualmente que impulsará la creación de «tropas de combate», a modo de milicias de trabajadores, campesinos y estudiantes, cuya misión será la defensa de la Revolución bolivariana frente a sus enemigos internos y externos.
Bolivia suscribió recientemente un convenio para la compra de armas a Rusia, cuyo objetivo insistió el presidente Evo Morales Ayma no será «provocar guerras», sino modernizar a las Fuerzas Armadas para poner al país en condiciones de «defenderse y evitar provocaciones». Ecuador también ha informado de nuevas compras de equipos y armamentos con fines defensivos. El proceso de rearme de ambos países andinos se inscribe claramente, al igual que en los casos de Brasil y Venezuela, dentro del clima de desconfianza generado por la ampliación de la presencia militar de Washington en la región.
Los países miembros de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) crearon a principios de año el Consejo de Defensa Sudamericano para coordinar la cooperación y el diálogo entre éstos sobre los temas militares. Dicho Consejo se ha dado cita para el próximo 15 de septiembre en Quito para discutir, como tema central, el acuerdo reciente firmado entre Colombia y Estados Unidos. También habrán de abordar las preocupaciones manifestadas por algunos en su seno sobre lo que alegan constituye una carrera armamentista en la región.
Según el Instituto de Investigación para la Paz Internacional de Estocolmo (SIPRI), el gasto militar en toda la América nuestra se ha incrementado en un 91 por ciento entre 2003 y 2008. Sin embargo, aún sigue siendo una de las regiones que menos invierte en armamentos en el mundo. Pero, tal parece que ante los designios imperiales en la región, ésta no tendrá tregua y no le quedará otra alternativa más que armarse para obligar a Washington a respetar la voluntad soberana de cambio que se potencia en su seno.
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El autor es Catedrático de Filosofía y Teoría del Derecho y del Estado en la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos, en Mayagüez, Puerto Rico. Es, además, miembro de la Junta de Directores y colaborador permanente del semanario puertorriqueño «Claridad».