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Elecciones presidenciales

Nueva victoria del candidato bolivariano Hugo Chávez

Fuentes: cetri.be

Traducido para Rebelión por Caty R.

El 7 de octubre se celebraron las elecciones presidenciales venezolanas: Hugo Chávez se presentaba para un nuevo mandato tras 14 años al frente de la «Revolución bolivariana» que ha contribuido a transformar ese país sudamericano. En efecto, desde su victoria electoral de 1998, apoyada fervorosamente por millones de partidarios, ha impulsado un proyecto nacional popular progresista ampliamente defendido por el pueblo. La redistribución de la renta petrolera redujo a la mitad la pobreza del país al tiempo que desarrolló experiencias inéditas de participación popular. El nuevo gobierno también promovió con convicción la idea de una nueva unidad latinoamericana con un fuerte acento antiimperialista. Así, la elección del domingo tuvo un carácter geopolítico evidente. La derrota del candidato del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) y sus aliados del Gran Polo Patriótico (entre ellos el Partido Comunista) habría deteriorado gravemente las relaciones de clase continentales amenazando las conquistas sociales y democráticas del último decenio.

La impresionante y festiva «marea roja» que invadió las calles de Caracas el jueves 4 de octubre constituyó una indiscutible demostración de fuerza bolivariana, bajo los auspicios del eslogan: «Chávez, corazón de la patria». Este fervor existe gracias a los sólidos logros de la revolución bolivariana: reducción de la pobreza, alfabetización, acceso a la sanidad gratuita, establecimiento de tiendas subvencionadas en los barrios populares, gratuidad de las universidades bolivarianas, nacionalización de sectores claves de la economía, control bancario, etc. otras tantas medidas que están lejos del discurso mundial dominante.

Frente a la hostilidad permanente de la oligarquía y de Estados Unidos, el proceso bolivariano también padece numerosas contradicciones: burocracia galopante, inseguridad endémica, consolidación de una burguesía bolivariana, sector privado ampliamente dominante o incluso la política internacional con respecto a Oriente Medio. La omnipresencia del propio Hugo Chávez también estaba en juego en estas elecciones cuando apareció debilitado por un cáncer.

Desde entonces la oposición derechista representada por la candidatura de Henrique Capriles Radonski, empresario y abogado, navegó sobre las debilidades del gobierno saliente, adoptando un discurso de «centro izquierda» con la afirmación de que no cuestionaría las medidas sociales vigentes. Consiguió movilizar a cientos de miles de personas en sus mítines. Pero en realidad su programa es una auténtica arma de guerra ultraliberal: privatizaciones, liquidación de los servicios gratuitos, fin del control bancario, etc. Si Capriles consiguió el 45% de los votos es también porque el campo chavista le atacó poco, confiando solo en el carisma del Presidente para ganar. Debido a esto, añadido al estancamiento del proceso desde hace casi cinco años, no es sorprendente que Chávez haya pasado del 63% de las anteriores elecciones presidenciales (2006) al 54,5% en 2012. La polarización política es tal que los otros cuatro candidatos no han tenido ningún peso. Orlando Chirino, sindicalista revolucionario y candidato del PSL (Partido Socialismo y Libertad) sigue encerrado en una candidatura testimonial con el 0,02% de los votos.

Con esta nueva victoria electoral y de cara a las elecciones regionales (gobernadores) de diciembre, ¿superará el campo chavista esas contradicciones que serán determinantes en el rumbo político de los próximos seis años? El reto para el movimiento obrero y los sectores radicales de la izquierda bolivariana sigue siendo construir una dinámica que impulse la autoorganización colectiva, sin esperar las decisiones de arriba, con el fin de dar un contenido político concreto al denominado «Socialismo del Siglo XXI».

Fuente: http://www.cetri.be/spip.php?article2785&lang=fr