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Conquistar votos para aniquilar democracias

¿Nuevos Golpismos Democráticos?

Fuentes: Rebelión/Universidad de la Filosofía

Hoy la antidemocracia está operando por adentro de las democracias. Es como un parásito que para vivir destruye el cuerpo que lo hospeda. No dejemos que nos aturda esa «casa de espejos» o «fiesta de disfraces» oligarca, plagada con paradojas y hurtos demagógicos de ocasión. Ellos saben que una de sus pocas alternativas golpistas es […]

Hoy la antidemocracia está operando por adentro de las democracias. Es como un parásito que para vivir destruye el cuerpo que lo hospeda. No dejemos que nos aturda esa «casa de espejos» o «fiesta de disfraces» oligarca, plagada con paradojas y hurtos demagógicos de ocasión. Ellos saben que una de sus pocas alternativas golpistas es la alternativa «destituyente» operada desde las fisuras internas de las democracias. El objetivo es meter su «Caballo de Troya» electoral para desembarcar privatizaciones travestis. Han sofisticado las formas y los medios, se han vuelto más escurridizos y más chantajistas y han logrado convencer a muchas de sus víctimas de que ellos son «alternativa». No nos confundirán, el debate de fondo sigue siendo es el debate capital-trabajo.

5 disfraces de la antidemocracia:

· Se victimizan a ultranza para hacernos creer que «democracia» es cosa de «candidatos» y de «márquetin», no de programas.

· Hablan con parsimonia y acusan de «confrontativo» a todo lo que no les acomoda.

· Esconden sus negociados de clase con palabrería «progresista», reformista y elitista.

· Mucha televisión, mucha «imagen pública», mucha prensa y mucho maquillaje. Carnaval de vanidades vende patria.

· Usurpan todas las banderas, los vocabularios y las fuerzas para asaltar el poder y luego desecharlas.

Ahora las oligarquías se empeñan el llegar al poder político legitimándose con votos y disfrazados como «opiniones libres» de «ciudadanos demócratas» y pagan fortunas para borrar su pasado, para imponer la amnesia que segura impunidad a la impudicia burguesa. Pasean por sus «medios de comunicación» exhibiendo su preocupación y crítica de oropel contra la «inseguridad» que ellos financian y la «gestión de gobierno» que ellos desean suprimir. Exhiben su lógica de camaleones con ansias de gestión privatizadora y de Estado adelgazado. El cinismo se ha vuelto moral de clase cuando el trasfondo es saquear las riquezas petroleras, hidráulicas, marítimas o turísticas mientras explotan a la clase trabajadora a cambio de sueldos míseros, desprotección y humillaciones sin fin. El capitalismo exultante.

En la ensalada de «personalidades» que se proclaman candidatos del «cambio» (¿cómo olvidar a Obama?) entran faunas de la farándula más decadente y centavera; entran gerentes en desgracia urgidos de esconder su mediocridad con afiches callejeros; entran académicos de la estulticia y entran fanáticos que, en público y en privado, confiesan sus amores nazi-fascistas como si se tratara de preferencias futboleras. En su degradación la mezcla de terratenientes y empresarios que se hacen pasar por demócratas de la primera hora, cocinan un menú de espanto desde las embajadas yanquis que les aportan condimentos ONG plenos de espionajes, intervencionismo y planes represores. Eso sí será televisado.

Si el escenario electoral ha de ser laboratorio de ensayos en el que se prueba todo tipo de canalladas; si ha de ser campo de concentración para que la voluntad democrática termine siendo paredón rentable que acribille a los pueblos; si ha de ser juguete predilecto de los operadores de la guerra psicológica mass media… en fin si los procedimientos, las leyes y las autoridades electorales han de ser testigos inútiles secuestrados por la imaginación delincuencial de las oligarquías y sus publicitas y pase, entonces, por «democrático» el imperio de la antidemocracia burguesa… entonces es hora de encender las alertas de los pueblos para que tomen en sus manos, de manera directa, el camino que ha de seguir su voluntad política desde abajo.

Vivimos un momento magnífico para poner en escena la perspectiva de la revolución proletaria y combatir a aquellos que en nombre de la democracia sólo pretenden destruirla. La dinámica que se presenta a los pueblos es inevitable hacia la organización política para la toma del poder hacia una nueva sociedad basada en órganos de poder popular anti-imperialistas y anti-oligarcas. La lucha contra la degeneración de esas democracias que se han ganado contra la monstruosa experiencia de las dictaduras, no puede abandonarse para dejar el futuro en manos de oligarcas travestidos de «populares».

La «dictadura democrática» que planifican consiste en legalizar su moral de no confesar lo que se piensa «porque entonces nadie les da su voto». Ninguna manobra deberá obligar al proletariado a someterse al yugo oligarca por más «democrática» que ellos la pinten. No aceptemos que la usurpación de los de medios de producción obligue a los trabajadores a someterse al capital. No aceptemos al capital ni a sus gerentes, por encima de los pueblos. Aunque ganen «votos». Es preciso garantizar a los pueblos no sólo su libre vida y forma democrática, sino también su contenido de clase. Bajo consenso de los pueblos hay que expulsar de los procesos electorales a los manipuladores de opinión y garantizarle la toma del poder político y la instauración de un régimen de democracia con blindaje contra oligarcas donde la Revolución sea el camino del pleno ejercicio de la libertad. Sin amos, sin esclavos, sin clases sociales. Sin chantajes de candidatos.

Fernando Buen Abad Domínguez. Universidad de la Filosofía

Página del autor: http://fbuenabad.blogspot.com/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.