Traducción para Rebelión de Gorka Larrabeiti Fue a partir del Fórum Social de París de hace dos años cuando explotó abiertamente la cuestión con la consecuencia hasta ahora de una ruptura en el movimiento altermundialista y de una crisis en su seno, que había venido a la luz en el Fórum Social de Londres: ¿por […]
Traducción para Rebelión de Gorka Larrabeiti
Fue a partir del Fórum Social de París de hace dos años cuando explotó abiertamente la cuestión con la consecuencia hasta ahora de una ruptura en el movimiento altermundialista y de una crisis en su seno, que había venido a la luz en el Fórum Social de Londres: ¿por qué parte de la izquierda se ha dejado arrastrar por una aplicación selectiva de los valores universales? Hemos planteado esta pregunta a Bernard Cassen, presidente honorario de ATTAC y director general de Le Monde Diplomatique, que ha afrontado esta laceración, más debatida en Francia que en ningún otro lugar. La ocasión nos la brindaba la entrevista con Tariq Ramadan, publicada recientemente en Il manifesto, en la que éste habla de su propuesta de una «moratoria» sobre la lapidación, o sea, de la posibilidad de sentarse en torno a una mesa a debatir si es oportuno o no discutir sobre un crimen contra la humanidad.
¿La extrema izquierda está sacrificando los principios universales en aras del diálogo con los oprimidos?
Sea quien sea el interlocutor con el que tenemos que trabajar -y son muchos- no podemos sacrificar los principios republicanos fundamentales, como el de la igualdad hombre-mujer o el de la laicidad, y , en consecuencia, el de la distinción entre un «yo» religioso y un «yo» político, favoreciendo consideraciones a breve plazo.
¿Qué es, entonces, lo que empuja en esta dirección?
En Francia hay una situación específica, que, sin embargo, también existe en otros lugares: es la mala conciencia del colonizador, que provoca que su culpa no termine nunca de ser expiada. Es como un pecado original, que asume incluso quien ha luchado contra la colonización, hasta arriesgando. Yo, que participé en esta lucha cuando era estudiante, por ejemplo en la manifestación en Charonne donde hubo ocho muertos, no tengo nada que reprocharme personalmente, pero debería asumirme la responsabilidad de las desgracias de la colonización del XIX. Esta actitud está presente en la extrema izquierda y entre los Verdes: invitan a recordar, justamente, las derivaciones y los crímenes de este o aquel gobierno, endosando la responsabilidad al país entero, mientras muchos ciudadanos estaban en contra. Es decir, se opera una focalización sobre una parte de la historia colonial y postcolonial que determina el resto de los comportamientos.
Existen, además, otros objetivos inmediatos: una parte de la izquierda cree que ha llegado el fin del proletariado tradicional, el de Marx para entendernos, que ya no existiría -aunque en Francia haya 6 millones de obreros- y se crean un «proletariado de sustitución», constituido por los inmigrantes. Así dicen que el nuevo proletariado tiene razón y crean un cortocircuito: inmigrante igual a islam igual a Ramadan, quien se autoproclamó portavoz de las periferias (banlieues). Su argumento es que, en la periferia, vive también gente no musulmana, y que la mayoría de los musulmanes no son practicantes. Su argumento es que en las periferias hoy los jóvenes sufren discriminaciones -lo que es cierto- y por esto se reconocen en el islam; y, que, dentro del islam, es con Tariq Ramadan con quien hay que dialogar si se quiere evitar que estos jóvenes caigan en el integralismo. El mal menor.
Sin embargo, como militante de ATTAC, tengo que decir que no he visto nunca ni a Ramadan ni a su gente participar en las luchas de los altermundialistas, en contra del liberismo, en contra de los paraísos fiscales, la especulación financiera, los ogm: ni una palabra. Además, Ramadan se aprovecha del sentido de culpa de la izquierda con los inmigrantes. Hay que recordar que no hemos estado esperándolo para luchar por los derechos concretos de los inmigrantes: él, en cambio, hace pasar esta lucha bajo otro registro y muchos no ven la diferencia.
A pesar de todas las precauciones de estilo a las que recurre, Ramadan afirma que las leyes de la república valen sólo hasta que no entran en contradicción con el islam. Cuando propone la moratoria sobre la sharia, ¿a quién se dirige? Ramadan no se ve como ciudadano suizo (que lo es), sino como un miembro de una comunidad de creyentes. Es escandaloso esperar que teólogos diriman si la lapidación está bien o mal, porque aceptando este nivel de discusión, nos situamos en la lucha fundamentalista.
Que algunos altermundialistas laicos y feministas acepten servir de trampolín para esta empresa de islamización, reaccionaria en el sentido estricto del término, puede parecer increíble. Pero tienen una respuesta lista y sincera sin duda: como Ramadan dispone de un público joven que lo escucha y lo reverencia, discutamos con ellos. En contacto con nosotros, modificarán su visión de las cosas y quizá les convenceremos para que acepten nuestras ideas. Este cálculo, que suena a recuperación, es de un candor desarmante. Parece el partido comunista francés de los años de oro, que se proponía «desplumar el pollo socialista»; estos ingenuos quieren «desplumar el pollo musulmán».
Ramadan seduce a parte de la extrema izquierda porque pretende hablar en nombre de los oprimidos. Es un análisis grotesco; en efecto, no hace referencia a un análisis de clase, visto que entre los musulmanes hay ricos y pobres, y que ser musulmán es relevante sólo en una lógica interclasista. Ramadan es un predicador, como los misioneros católicos: quiere atraer a la gente hacia su causa.
¿La alianza entre islam y extrema izquierda ha tenido lugar especialmente en Gran Bretaña?
En Gran Bretaña se da también una cuestión electoral, ya que, en Londres, una parte consistente del electorado es de origen inmigrante, y su mayoría es musulmana. Para la extrema izquierda anti-Blair, ésta es una alianza electoral que funciona y que se justifica sosteniendo que los musulmanes son el nuevo pueblo oprimido. Pero se ha de hacer una crítica de fondo a esta posición: en un diálogo abierto, se deben afrontar interlocutores que, en lugar de en cuanto ciudadanos, dialogan en cuanto musulmanes, y que anteponen la pertenencia religiosa a la ciudadanía. Se trata, por tanto, de un diálogo imposible, pues no se habla de lo mismo y se consideran finalidades muy diferentes: si actúan como musulmanes, tienen reglas y códigos que no tienen nada que ver con el lugar concreto en el que viven. Para mí, esta es una ilusión completa de una parte de la izquierda. Alex Callinicos, líder del partido troskista Socialist Worker Party, teoriza esta alianza paragonando los musulmanes con los trabajadores irlandeses católicos de hace siglo y medio por el hecho de que, en periodos distintos, tanto los unos como los otros sufrieron la opresión imperial británica, pero olvida voluntariamente que los irlandeses se consideraban trabajadores comprometidos en las luchas sociales, mientras los militantes de algunas organizaciones musulmanas se consideran musulmanes y basta.
La presencia de Ramadan en el Fórum social de París concitó muchas críticas. ¿Por qué fue invitado?
Nadie invitó a Ramadan. Sin embargo, los Fórum, el de París como el de Londres, son gestionados por organizaciones que declaran adherirse a los principios de Porto Alegre y nadie puede impedir las iniciativas de los miembros, que tienen derecho a celebrar seminarios y a invitar a quien quieran.
La consecuencia de la aceptación del relativismo cultural es la explosión de los comunitarismos. Últimamente, en Francia, se han sucedido una serie de peticiones, desde la de los «indígenas de la república» en nombre de los colonizados tiempo atrás, hasta esa contra el «racismo anti-blanco» de las manifestaciones en los institutos. Cada uno se cierra en su propia identidad comunitaria, los pueblos de origen inmigrante (divididos, a su vez, en su interior), los hebreos, los blancos franco-franceses etc.. con el riesgo de llegar incluso a choques violentos. ¿Estamos creando una Bosnia en nuestra propia casa atizando el fuego de las pertenencias comunitarias y optando por una aplicación selectiva de los principios universales?
Es una buena imagen. En Holanda vemos ya los resultados de esta tendencia. Hay que recordar que éste es un filón explotado por la derecha, y entra dentro de la lógica de la actual administración estadounidense. Es una tendencia que, una vez en marcha, es imposible parar. En su origen está la ausencia culpable de la política de los distintos gobiernos sucesivos en las periferias, lo que ha favorecido un repliegue hacia la comunidad, única fuente de valores y criterios de estructura. Pero éste es el colmo de la inconsciencia política, racista, que deja a la gente anclada en su propia condición de origen y esencializa condiciones contingentes: se constriñe a los inmigrantes a aceptar su condición de colonizados, y a los otros, la de colonizadores. Se crea así un impasse sobre la realidad de hecho, que, por suerte, está más diversificada. Se crean condiciones cercanas a la guerra civil, un callejón sin salida: si hay colonizados, la única vía es la lucha por la liberación. Ahora bien, así se juega con fuego, se mete a todos los musulmanes en el mismo saco, mientras la mayoría es hostil al integralismo: son personas laicas como nosotros. Los decenios de escandalosa indiferencia por parte de los gobiernos en relación con las zonas urbanas donde se concentran todos los problemas sociales, el desempleo masivo juvenil, las discriminaciones y, a veces, el racismo cotidiano del que muchos son víctimas, han hecho de estas zonas territorios de «no-derechos», donde se niega toda aspiración a una ciudadanía plena y entera, lo que implica la desaparición de todo proyecto colectivo. Esto explica el repliegue hacia las comunidades, que, después de todo, son refugios de solidaridad imposible de encontrar en otro lugar.
Ésta es la situación concreta. Una situación que desafía a todas las estructuras del movimiento social -y en particular las que se reconocen en el movimiento altermundialista- a reunir, en cuanto ciudadanos, a los jóvenes de origen inmigrante, sean musulmanes o no, en torno a objetivos de transformación social directamente tangibles, y, en consecuencia, de ruptura con las políticas neoliberistas de las que estos jóvenes son las primeras víctimas. Pero, repito, sea quien sea nuestro interlocutor, no debemos sacrificar los principios fundamentales para establecer contacto con ellos.