Felix Salmon está impresionado por la respuesta del presidente Obama a la pregunta por una possible nacionalización de los bancos. Yo, no tanto. Sí: Obama impresiona con su discurso articulado y bien informado, y su respuesta revela que tenido en cuenta la posibilidad de la nacionalización de la banca. Está a años luz de la […]
Felix Salmon está impresionado por la respuesta del presidente Obama a la pregunta por una possible nacionalización de los bancos. Yo, no tanto.
Sí: Obama impresiona con su discurso articulado y bien informado, y su respuesta revela que tenido en cuenta la posibilidad de la nacionalización de la banca. Está a años luz de la mediocridad a la que nos hemos acostumbrado en estos últimos años.
Pero los dos argumentos básicos de que se sirve no son realmente demasiado buenos. Es verdad: nosotros tenemos miles de bancos; pero los problemas se hallan concentrados en un pequeño puñado de gigantes. El propio plan de Geithner, tal como está ahora concebido, parte de este reconocimiento: el «test de tensiones» sólo tiene que aplicarse a bancos con activos superiores a los 100 mil millones de dólares, cuyo número, se supone, es de unos 14.
Y en lo que hace al argumento de que nuestra tradición cultural no se condice con las nacionalizaciones… bueno, tampoco es muy pronta a rescates bancarios de ningún tipo. Sin embargo, esos rescates son de todo punto necesarios; y hasta en los EEUU resultarían más digeribles, si los contribuyentes consiguieran, al menos y a cambio, librarse de gilipollas.
¡Ah! Y no pasa semana sin que la FDIC [Corporación Federal de Seguros de los Depósitos Bancarios, por sus siglas en inglés] se haga con unos cuantos bancos. La nacionalización es ahora tan norteamericana como el pastel de manzana.
Paul Krugman ganó el premio Nobel de economía de 2008