Una gran nevada. En los campamentos de refugiados saharauis de Argelia. Y en el Sáhara Occidental ocupado por Marruecos. Un gran manto que lo cubra todo. Un desierto blanco. Una invitación a comenzar de nuevo. Una gran nevada que le devuelva al pueblo saharaui su tierra, su mar, su mañana. Hoy, la realidad es muy […]
Una gran nevada. En los campamentos de refugiados saharauis de Argelia. Y en el Sáhara Occidental ocupado por Marruecos. Un gran manto que lo cubra todo. Un desierto blanco. Una invitación a comenzar de nuevo. Una gran nevada que le devuelva al pueblo saharaui su tierra, su mar, su mañana.
Hoy, la realidad es muy otra. Y durante gran parte del día un sol de injusticia golpea inmisericorde este rincón del Sáhara. Un fuego plomizo que vacía el desierto y obliga a esconderse bajo las jaimas. Un calor enfermizo que revela, una y otra vez, sin tregua, que aquí la vida no vale nada.
Cae la noche, noche de fiesta. El campamento de refugiados de la wilaya de Dajla acoge una nueva edición del Festival Internacional de Cine del Sáhara, FiSahara, y la arena bulle con la presencia de las familias saharauis refugiadas y de los casi dos centenares de visitantes llegados desde diferentes rincones del planeta. La magia del cine, ventana de esperanza, coloca a esta tierra y a sus gentes en el mapa.
La película arranca el primero de enero de 2007. También con una fiesta. La protagonista celebra y brinda con sus compañeros. «Este año va a ser el nuestro», le anima uno de los jóvenes. «Siempre me digo lo mismo», responde ella apenada. «Alguna vez tendrá que ser», sentencia, ilusionado, su amigo. Estela de Carlotto llevaba ya para entonces 30 años buscando a su nieto Guido. Su hija, Laura Estela de Carlotto, fue secuestrada a finales de 1977 en la ciudad de Buenos Aires. Estaba embarazada y por los relatos de varios compañeros presos su familia pudo saber que había llegado a parir y que ese recién nacido fue entregado a otra familia con la identidad cambiada. Un año después de la desaparición, los militares entregaron el cadáver de su hija a Estela de Carlotto.
«Verdades verdaderas. La vida de Estela» narra la lucha de la activista de derechos humanos y presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo por recuperar a su hija y a su nieto. Su historia cobra de nuevo sentido en mitad del desierto, al aire libre, frente a cientos de saharauis que cada día sienten más lejano el retorno a casa, el reencuentro con sus familiares. La magia del FiSahara, que este año ha escogido la justicia universal como eje central de sus proyecciones. El milagro de sentirte reconocido y parte de las vivencias y anhelos de personas que no conoces.
La pantalla gigante, colocada sobre un tráiler de camión, ilumina una noche de luna llena. Entre el numeroso y variado público, tumbado o sentado sobre las alfombras que cubren el suelo, destaca, brilla, una persona, la única que dispone de una silla de plástico. Vestida de blanco, desde la falda hasta el pañuelo, Nora de Cortiñas observa muy atenta la película. A sus 85 años, la fundadora de Madres de Plaza de Mayo ha acudido al FiSahara, a los campamentos de refugiados, a mostrar su solidaridad y apoyo a la causa del pueblo saharaui. Ella también busca. Su hijo, del que lleva siempre una fotografía colgada del cuello, fue detenido-desaparecido por miembros de las fuerzas armadas argentinas en 1977.
«Lo que nosotras hemos vivido es lo mismo ha pasado en otros pueblos», cuenta infatigable Nora. «Nuestras historias desvelan la inhumanidad que hay en este mundo, el deseo de las grandes potencias de apropiarse de los bienes de los países». Su ejemplo, cercanía y fuerza recibieron el premio Especial de Derechos Humanos del FiSahara. «Hasta la victoria siempre. Nos vemos todos los martes, a las cinco y media, en la Plaza de Mayo. No avisen. Simplemente vengan. Y sigan luchando», fueron las últimas palabras que le escuché, de despedida, en el aeropuerto de Madrid.
Verdades verdaderas. 30 años llevaba Estela de Carlotto tras su nieto. 40 lleva el pueblo saharaui en lucha por recuperar su tierra. La película del director Nicolás Gil Lavedra se estrenó en el año 2011. No fue hasta julio de 2014, tras enterarse un mes antes de que era adoptado, que Ignacio Hurban se presentó voluntariamente a las pruebas de ADN para resolver su identidad. Unas semanas después, Ignacio se convirtió en el número 114 de la lista de nietos recuperados y se reencontró con su abuela, que llevaba, para entonces, 36 años persiguiéndolo.
Verdades verdaderas. La película sobre Estela de Carlotto no tiene final feliz. Y casi ni somos capaces de imaginárselo. Menos aún desde los campamentos de refugiados saharauis. Su vida, su sueño, sin embargo, sí. La última escena del film muestra una imagen blanca de la capital argentina y, sobre ella, una frase. «El 9 de julio de 2007 nevó sobre Buenos Aires». Una nevada imposible. Unos copos que fructificaron pocos años más tarde. ¿Quién sabe? Quizás algún día también nieve en el Sáhara. ¿Y por qué no? Alguna vez tendrá que ser.
Blog del autor: www.mardefueguitos.info
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