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Los profesores Antonio Ariño y Juan Romero publican “La secesión de los ricos” (Galaxia Gutenberg)

Oligarquías que rompen el vínculo

Fuentes: Rebelión

«La explosión de los ricos». Así denominaba recientemente una revista al fenómeno por el que los potentados incrementan su riqueza, y al selecto club del 10%, el 1%, el 0,1% o incluso el 0,01% de la población mundial se le agrega anualmente un pequeño número de personas. Podría tal vez compararse al especulador de «Hudge […]

«La explosión de los ricos». Así denominaba recientemente una revista al fenómeno por el que los potentados incrementan su riqueza, y al selecto club del 10%, el 1%, el 0,1% o incluso el 0,01% de la población mundial se le agrega anualmente un pequeño número de personas. Podría tal vez compararse al especulador de «Hudge Funds» Paul Johnson, cuya fortuna la revista Forbes calcula en 13.700 millones de dólares, o a los compradores del Hotel Ritz de Madrid por 130 millones de euros -el grupo árabe Olayan y la compañía hotelera Mandarin-, con quienes piden una bolsa de comida en Cáritas o en un banco de los alimentos. En «La secesión de los ricos», libro publicado en septiembre de 2016 por Galaxia Gutenberg, los autores Antonio Ariño y Juan Romero sostienen que ricos y pobres han existido siempre, al menos desde el neolítico: Marco Licinio Craso, Cosme de Médici, Luis XIV, Andrew Carnegie…. ¿Cuál es la diferencia respecto a la actualidad? La magnitud que ha adquirido la brecha, en un tiempo breve, tras la fractura del llamado Estado del Bienestar en las democracias occidentales. Resulta un fenómeno «singular» e «insólito», subrayan los autores. Es «la gran disparidad», la diferencia entre Bill Gates y Warren Buffett (Estados Unidos), Amancio Ortega (España) o Carlos Slim (México), con un desarrapado que habite en estos países. La distancia, mucho mayor que en cualquier otro periodo de la historia, crece aún más si se mira con una perspectiva planetaria.

Prolifera la información estadística con la que demostrar estas afirmaciones. El economista del Banco Mundial, Branco Milanovic, ha estudiado cómo el crecimiento sin precedentes entre 1988 y 2008 de algunos países «emergentes» -China, India e Indochina, entre otros- sacó a millones de personas de la pobreza, al tiempo que concentró la riqueza en las élites globales. El «Global Wealth Report» que elabora todos los años Credit Suisse señala que el conjunto de la riqueza global aumentó un 4,9% entre la mitad de 2012 y mediados de 2013, mientras que el número de millonarios creció un 6,15% en el mismo periodo; y más del 10% el de megarricos. Particularmente aumentaron los ultramillonarios (más de 30 millones de activos en dólares), incluso en un contexto de conflictos geopolíticos y volatilidad financiera. Un informe de Wealth-X de 2014 señala que el 0,004% de la población adulta del planeta (211.275 personas) llega a controlar el 13% de la riqueza mundial. Los catedráticos de Sociología, Antonio Ariño, y de Geografía, Juan Romero, de la Universitat de València concluyen de estos datos lo siguiente: «Tras el impacto inicial de la crisis, los años recientes han sido excelentes para los más ricos». En 2015 el 71% de la población controlaba el 3% de la riqueza mundial, mientras que el 0,7% de los adultos más ricos del planeta poseían el 45,2%. Si se amplía un poco el espectro, el 8,1% controla el 84,6% de la riqueza. Según datos de la OCDE (2010), los ingresos promedio del decil (10%) más rico fueron 13 veces más elevados que los del decil menos favorecido.

Los listados anuales de Bloomberg y Forbes permiten poner rostro al exquisito club de «millardarios» (millardo: mil millones), que en 2015 sumaban 1.826 personas, de las que 290 eran nuevas en la lista. Superaban los 70.000 millones de dólares Bill Gates (a quien El País dedicaba una información y fotografía de portada, el 28 de octubre de 2016, con la siguiente afirmación: «El auge del populismo supone una amenaza para la ayuda internacional») y Amancio Ortega. En la horquilla entre 50.000 y 70.000 millones de dólares se sitúan Warren Buffett, Carlos Slim y Lawrence Joseph Elison. Constituye el reverso de estas cifras el 68,4% de la población mundial que en 2013 poseía menos de 10.000 dólares, y en 2015 ya son el 71%. Muchos de estos patrimonios, destacan Ariño y Romero, se han fraguado en el sector de las nuevas tecnologías; es el caso de Jeff Bezos (Amazon), Mark Zuckerberg (Facebook), Larry Page (Google), Lawrence Ellison (Oracle) y William Gates (Microsoft). En los últimos años se añaden a la nómina «millardarios» rusos y chinos. Además, las fortunas acumuladas se corresponden con un estilo de vida. «Te encuentras con gente de treinta años que, mediante los fondos especulativos y trabajando en Goldman Sachs, ganan veinte, treinta, cuarenta millones al año… Viajan por el globo juntos, como ‘super-rollers’ globales y las diferencias entre ellos y el resto del mundo son exponenciales…», afirmaba Chrystia Freeland en el libro «Plutocrats» (2012).

Estos patrimonios exorbitantes cuentan con una ideología legitimadora: son emprendedores o «self made man/woman». El informe de Credit Suisse de 2015 los caracteriza así: «Una combinación de talento, trabajo duro y buena suerte». Según Antonio Ariño y Juan Romero, «esto sirve para Bill Gates y Amancio Ortega tanto como para Pablo Escobar y para ‘El Chapo’, jefe mexicano de traficantes» (los autores incluyen esta definición del escritor Elmer Mendoza sobre el narcotraficante: «Es un referente, un ‘self-made’. Un delincuente, pero su trabajo le ha costado». El 60% de los «millardarios» y el 64% de los millonarios han fundado o cofundado sus compañías y negocios, de manera que han desplazado a los ricos por herencia. La mayoría proceden de la Unión Europea, y en segundo lugar de Estados Unidos, aunque han aumentado en China y otros países «emergentes». Además de la tecnología digital, el mundo de la banca es otro de los sectores que nutre la lista Forbes (148 inversores y 94 financieros, un 19% de los presentes en el listado de 2014). «Las grandes compañías desarrollan una agresiva caza de supertalentos», resaltan los autores de «La secesión de los ricos». Una de las directivas de Apple y antes directora ejecutiva de Burberry, Angela Ahrendts, percibió 73,4 millones de dólares en 2014.

La radiografía de los potentados puede realizarse también por zonas residenciales y territorios. Multimillonarios rusos como Roman Abramóvich, propietario del Chelsea Club de Fútbol, cuentan con grandes mansiones en Londres. La consultora Wealth-X analizó a 211 megarricos en 2015, de los que el 79% posee un mínimo de dos residencias. Asimismo el 34% de los «millardarios» se concentra en una veintena de ciudades, principalmente en Nueva York. Hay un «cierre residencial», por el que los ricos deciden segregarse. En algunos casos se compran islas (tras la crisis de 2008 cerca de un millar se hallan en venta); En la isla Júpiter (Florida) residen grandes fortunas de Estados Unidos. En Las Bahamas, el ilusionista David Coperfield posee la isla resort Musha Cay; Mark Zuckerberg adquirió la isla de Poupou. Zonas exclusiva como Mayfair en Londres; Lawrence Park en Toronto o Viktoria Peak en Toronto son ejemplos de «secesión» de los ricos. «Se construyen enclaves privados, protegidos por múltiples barreras de seguridad», subrayan los catedráticos de Sociología y Geografía. Como el barrio de Bel-Air, en Los Ángeles, donde habitan superestrellas de la canción y el espectáculo. En esta zona selecta está construyéndose una mansión valorada en 500 millones de dólares. Trabajan las 24 horas del día, al tiempo que privatizan restaurantes VIP por una noche, contratan a artistas «top» para fiestas familiares y hacen uso de tarjetas VISA de alta gama (sólo disponen de la American Express Centurion 200 personas en Francia). Marcas como Louis Vuitton, Hermès, Gucci, Chanel, Rolex, Moët & Chandon, Tiffany, Etro o Moschino abastecen con productos de lujo esta élite.

Y se relacionan entre ellos. Todos los años se reúnen en el World Economic Forum de Davos (Suiza) o en las conferencias del club Bilderberg, que convoca a 150 líderes estadounidenses y europeos. ¿Subyace un darwinismo educativo? Los estudios de Jonathan Way publicados en la revista Intelligence apuntan que el 34% de los «millardarios» y el 55% de los participantes en el Foro de Davos asistieron a universidades de la élite mundial. Tal vez por ello, agregan los docentes de la Universitat de València, se produzca una «apología del mérito», ya que -según esta idea- los ricos merecen lo que tienen al trabajar duramente y saber aprovechar las oportunidades; por otro lado, los salarios estratosféricos y las ganancias incentivarían el riesgo y la innovación. Pero en la práctica se agregan también otros factores: cuatro de los siete países con mayor opacidad fiscal (Suiza, Hong Kong, Estados Unidos y Singapur), figuran entre los que tienen un mayor porcentaje de hogares millonarios. La ideología meritocrática y el talento individual justifican estos comportamientos, que adquieren a veces formas tan aparentemente contradictorias como la filantropía. Las diez mayores fundaciones del mundo cuentan con unos recursos que suman, aproximadamente, el 30% de la riqueza de sus promotores. Recuerdan Ariño y Romero que en 2014 las donaciones de los más ricos sumaron 112.000 millones de dólares. En la nómina de filántropos figuran, entre otros, Bill Gates, Warren Buffett, Carlos Slim, Mark Zuckerberg o George Soros. «En nuestro tiempo, el prestigio se atribuye no precisamente a quienes van a África de Safari, sino a aquellos que viajan a África para construir una escuela en un barrio empobrecido», escribió Daniel Gross en The New York Times.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.