A partir de hoy, las delegaciones de los 191 estados que forman parte de la Organización de Naciones Unidas se embarcan en el sprint final de las negociaciones de cara a elaborar el documento sobre la reforma de la organización, que se abordará en la Asamblea General prevista para mediados de setiembre. A lo largo […]
A partir de hoy, las delegaciones de los 191 estados que forman parte de la Organización de Naciones Unidas se embarcan en el sprint final de las negociaciones de cara a elaborar el documento sobre la reforma de la organización, que se abordará en la Asamblea General prevista para mediados de setiembre. A lo largo de seis meses se han cruzado propuestas y contactos pero, cuando se acerca la recta final del proceso, Estados Unidos ha empezado a jugar fuerte con sus cartas, poniendo patas arriba lo hecho hasta ahora y haciendo que el mundo entero se ponga, una vez más, a danzar a su ritmo. El nuevo embajador de Bush en Naciones Unidas, John Bolton, en unas declaraciones en las que despreció a esta organización internacional asegurando que es Estados Unidos quien manda en el mundo, dejó, sin saberlo, impreso negro sobre blanco el objetivo de George W. Bush respecto a la ONU. La Administración americana quiere un instrumento a su servicio. En más de 700 enmiendas al borrador de discusión elaborado en los seis meses anteriores, Estados Unidos pretende eliminar de un plumazo del debate todo lo referido al desarrollo, al medio ambiente, a la pobreza, al desarme, a la mortalidad infantil, al sida. Por el contrario, subraya su posición en temas como la revisión de las regulaciones para el uso de la fuerza, y la «lucha contra el terrorismo». Bush y Bolton no quieren debate y pretenden limitarse a una reforma burocrática.
La ONU necesita, más que nunca, redefinirse y reforzarse, en un momento en el que se da un grave contraste entre la enormidad de los retos a los que debiera hacer frente en un mundo azotado por la pobreza, las enfermedades, los desequilibrios, la contaminación… y su debilidad y su cada vez mayor falta de legitimidad. Porque Naciones Unidas se ha visto salpicada de escándalos internos, y el mayor de los escándalos políticos al haber sido suplantada su autoridad en el lanzamiento de la guerra contra Irak.
Estados Unidos ha puesto con claridad sus cartas sobre la mesa; ha dejado claras sus intenciones de hacer valer su posición de poder para que se realice una reforma descafeinada con el objetivo de que la ONU no recupere protagonismo ni legitimidad en el concierto mundial. Lo que falta por saber es si los 190 estados restantes van a actuar con la misma determinación y sinceridad, o van a dejar que G8, FMI, Banco Mundial y demás estructuras controladas por EEUU acaben definitivamente con todo atisbo de multilateralidad en la política internacional.