Me pregunta mi sobrina, una chica joven, sobre el Open Arms. Me dice que entre sus amistades aumenta el rechazo a los emigrantes. No me extraña; la gestión de la democracia burguesa se balancea como una traiña en medio del temporal de la crisis capitalista. Los jóvenes son la carne de cañón de cada guerra. […]
Me pregunta mi sobrina, una chica joven, sobre el Open Arms. Me dice que entre sus amistades aumenta el rechazo a los emigrantes.
No me extraña; la gestión de la democracia burguesa se balancea como una traiña en medio del temporal de la crisis capitalista.
Los jóvenes son la carne de cañón de cada guerra. Cada uno de ellos busca su espacio, la mayoría de las veces sin referentes que generen esperanza en la Humanidad.
Mi sobrina me habla también del poder adquisitivo de los pasajeros del barco. Alguien le ha soplado a los medios de comunicación que tienen medios económicos, y los tertulianos y avispados periodistas hicieron de eso la noticia.
A mí también me ha dado que pensar. Pensaba en la hucha del Domund; en los negritos y negritas muriendo de hambre y enfermedades, y a los blancos y blancas occidentales, generosas y desprendidas, recorriendo África para salvarles la vida y el alma. Amén.
Así desde el tiempo del Imperio Romano, pasando por la Conferencia de Berlín de 1884, donde los países europeos se repartieron África, como si la Cuna de la Humanidad no tuviera sus dueños.
Como si el Dios Blanco y Cristiano, el único verdadero, les hubiese elegido a ellos y a sus ejércitos imperiales, para gobernar y disfrutar del tercer continente más grande del planeta.
Con ese espíritu llegaron a África y convirtieron el territorio africano en su propiedad privada, y a sus habitantes en esclavos, porque eran una raza inferior: una mezcla entre el hombre y el mono. Y aún hoy, lo recuerdan en los estadios de fútbol europeos.
El proceso de Liberación Nacional de los más de cincuenta y cuatro países africanos, con más de mil setecientas lenguas diferentes y mil millones de habitantes, no estuvo exento de represión y muerte.
Los países europeos no se fueron militarmente de África después de la Segunda Guerra Mundial; los echaron los africanos y africanas, y cuando se escriba la Historia de la Humanidad con la mano de los parias de la Tierra, conoceremos en Occidente los nombres de los luchadores por la libertad de África.
Echaron a las tropas invasoras, pero no a sus métodos de explotación y sus herramientas de dominación, entre ellas, un modelo capitalista de desarrollo, inducido a un continente ajeno a ese modelo; otra herramienta fundamental para la opresión, es la Deuda Externa y Eterna.
La población africana sigue siendo esclava de Occidente. Son expropiados de sus recursos estratégicos y cuando no se dejan robar, el Dios Blanco manda una plaga bíblica de destrucción masiva con su brazo de castigar: La OTAN, o cualquier otro ejército imperial.
Pero no miren a África de forma etnocentrista. No piensen sólo en el Domund y en los niños y niñas mal nutridos, que los hay; piensen también en la otra realidad: en África hay millones de escuelas, institutos, universidades, investigadores, intelectuales, artistas…cientos de millones de trabajadores y trabajadoras, oprimidas por las élites locales, pero fundamentalmente por la élite Occidental.
Para mí es muy difícil pensar en africano, a pesar de ser andaluz, y pertenecer a un pueblo oprimido que conoce el hambre, el éxodo y la represión. No pienso yo escribir la historia de la opresión africana, eso les corresponde a mis queridos hermanos y hermanas de ese continente.
Entiendo que el escaparate de la UE llame la atención de los habitantes africanos, un continente que se desangra porque sus riquezas se transfieren a Occidente; todas menos una: la fuerza de trabajo, que será sobre explotada por los capitalistas europeos, que contraten legal o ilegalmente a los emigrantes.
Los pasajeros del Open Arms y los cientos de miles o millones que iran lleguando a Europa, lo hacen porque los Imperistas Europeos han creado las condiciones.
Son mis hermanos y hermanas, a los que se les impide la libre circulación por el planeta; los que tiran de la careta de la élite europea, dejando al descubierto el carácter genocida de la política migratoria de la UE, que incumplen las leyes internacionales de rescate en el mar.
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