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David Robb, reportero del 'Variety' y 'The Hollywood Reporter', analiza en su libro la intromisión de los militares y los dirigentes de EEUU en las películas bélicas

‘Operación Hollywood’: cuando el Pentágono usa el cine como arma

Fuentes: El Mundo

«Más que una buena película, lo que gusta en Hollywood es un buen negocio». No es una máxima histórica, sino palabras de un periodista cuya carrera profesional se ha desarrollado en las trincheras de la Meca del cine. Se trata de David Robb -reportero de Variety y The Hollywood Reporter-, que decidió investigar el entendimiento […]

«Más que una buena película, lo que gusta en Hollywood es un buen negocio».

No es una máxima histórica, sino palabras de un periodista cuya carrera profesional se ha desarrollado en las trincheras de la Meca del cine. Se trata de David Robb -reportero de Variety y The Hollywood Reporter-, que decidió investigar el entendimiento no oficial entre el Pentágono y Hollywood. El resultado, publicado en un nuevo libro que lleva por título Operation Hollywood, descubre dicha relación y los usos que el ejército de Estados Unidos ha hecho de las películas en las que ha participado. Una relación que data de, al menos, 1927 con Wings, la primera película que ganó un Oscar.

Mientras los productores se benefician con la utilización de material bélico para sus películas, el Pentágono aprovecha para maquillar su presencia en la gran pantalla y aparecer siempre con luz positiva. «Casi siempre te piden cambios en el guión», asegura Robb sobre los proyectos presentados a examen por parte de la máxima jerarquía militar, a la que se le pide desde barcos, tanques y aviones hasta bases militares, submarinos o tropas.»Si no haces los cambios que quieren, tienes que llegar un compromiso o no te dejan el material».

Una vez aprobado el proyecto y los cambios, el Pentágono o la rama militar correspondiente mandan lo que ellos llaman un consejero técnico, que no es más que un guardián de los intereses del ejército y se asegura que las escenas retocadas no se cambian. Pero el control va más allá. Uná vez finalizado el rodaje y el montaje, el producto final se debe proyectar ante la plana mayor del Pentágono antes de que sea visto por el público. «Creo que cualquier americano encontraría esto cuestionable», apunta Robb claramente sin mencionar la palabra censura.

Sólo en dos ocasiones el Congreso del país ha cuestionado dicho comportamiento y las consecuencias de la participación del ejército en las películas: «Primero, cuando el director Robert Aldrich se quejó -en la segunda mitad de los años 50-, de no haber recibido ayuda para su película Attack, y luego en los años 60 cuando salió a la luz que el ejército había sufragado los costes de todos los aparatos militares que aparecían en The Green Beret, de John Wayne», explica Robb sobre la aparente violación de la Primera Enmienda de la Constitución del país que protege la libertad de expresión.

En ambos casos, el Pentágono -que por norma general evita involucrarse en películas que tengan extraterrestres-, se limitó a decir que su intención no era la de influenciar el contenido de las películas.»Y el Congreso no hizo nada», acusa Robb. «Es uno de los lastres de la Guerra Fría», se queja el periodista, que no augura un futuro más brillante «porque la relación entre el Pentágono y Hollywood interesa a ambas partes».

Ni tan siquiera WGA (Writers Guild of America), el sindicato de guionistas cuya misión es la de proteger los derechos creativos y económicos de sus miembros, ha levantado la voz. Como resultado, una de las medidas que toman los guionistas es la de autocensurarse para conseguir que sus guiones se conviertan en realidad.

Un ejemplo reciente se dio en Black Hawk derribado, que narra el trágico asalto de un reducido grupo de militares estadounidenses contra la base de un señor de la guerra en Mogadishu, Somalia.Uno de los momentos más crudos, que no aparece en el filme pero que se dio en la realidad, es cuando los cuerpos sin vida de soldados estadounidenses son arrastrados por un grupo alterado de guerrilleros por las calles de la capital somalí. «Quién sale perdiendo es el público, que está siendo saturado de propaganda militar en el cine y la televisión», avisa Robb.

Una propaganda que, según el periodista, persigue un fin común, «reclutar personal», y vender al público la necesidad de un cuerpo militar victorioso.

Por esa razón necesitan limpiar la cruda realidad de la vida militar. Y eso trae consecuencias. Robb asegura que muchos de los integrantes del ejército se alistaron tras ver una película.Matt Morgan, antiguo jefe de la oficina de relaciones con el cine de los Marines, admite que se apuntó después de ver Top Gun, protagonizada por Tom Cruise. Después del estreno aumentaron drásticamente los reclutas del programa naval de vuelo, donde el personaje de Cruise hacía maravillas.

El gran objetivo del ejército es el público joven. Uno de los mejores ejemplos es el filme The Right Stuff, sobre los primeros días del programa espacial. El guión original estaba cargado de tacos y lenguaje soez. El ejército -que elimina todo rastro de consumo de drogas y alcohol en personajes militares-, mandó una carta a los productores sugiriendo suavizar el diálogo para evitar que el comité de catalogación de la MPAA (Motion Picture Association of America), que protege los intereses de los estudios, le diera una R -que impide la entrada a los cines de los menores de 17 años sin compañía adulta-.

«Si se distribuye con una R», dice el documento, «elimina gran parte del público adolescente, prioritario para los servicios de reclutamiento».