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Operación Milagro, ejemplo humanitario

Fuentes:

El programa de atención oftalmológica desarrollado por los gobiernos de Cuba y Venezuela conocido como Operación Milagro ha devuelto la vista a más de un millón de personas en distintos países, incluido el nuestro, según se informó en la Jornada Científica Nacional de Oftalmología 2008, que se celebra en la isla. Desde que fue puesto […]

El programa de atención oftalmológica desarrollado por los gobiernos de Cuba y Venezuela conocido como Operación Milagro ha devuelto la vista a más de un millón de personas en distintos países, incluido el nuestro, según se informó en la Jornada Científica Nacional de Oftalmología 2008, que se celebra en la isla. Desde que fue puesto en marcha, en 2004, el proyecto ha proporcionado atención médica e intervenciones quirúrgicas gratuitas a personas de escasos recursos que padecen de problemas de la vista como cataratas, desprendimiento de retina, carnosidades y estrabismo.

La tarea a la que se han consagrado los gobiernos cubano y venezolano mediante la Operación Milagro es loable por varias razones. En primer lugar, porque constituye una muestra de solidaridad internacional y de conocimiento de las condiciones sociales que imperan en los países menos desarrollados: los principales beneficiarios del programa son personas -en su mayoría adultos mayores- de naciones cuyos sistemas de salud pública exhiben grandes deficiencias y limitaciones, como es el caso de México, y en los que la medicina privada, por sus elevados costos, es inaccesible para amplios sectores de la población. Es decir, la Operación Milagro es un halo de luz en un contexto lacerante, en el que los servicios de salud de calidad parecieran estar sujetos al poder económico y destinados sólo a quien puede pagarlos.

Es de reconocerse, además, el hecho de que Cuba y Venezuela destinen una importante cantidad de recursos públicos a la educación, la capacitación y el desarrollo de tecnología en el terreno de la medicina, pues ello refleja el carácter prioritario que tiene la salud para esos gobiernos. El caso cubano es particularmente loable, habida cuenta de que la isla enfrenta, desde hace décadas, la embestida de un embargo comercial contrario a la legalidad internacional y a los derechos humanos, que ha afectado severamente su economía y causado un sufrimiento sostenido e inaceptable a la población de esa nación caribeña. Debe saludarse el esfuerzo realizado por los médicos cubanos en regiones donde persisten condiciones logísticas, económicas y sociales adversas.

Algo que no deja de llamar la atención respecto de la funcionalidad de la Operación Milagro es que prácticamente no se le hace publicidad, contrariamente a lo que ocurre con la mayoría de los programas gubernamentales en México, sobre todo los que cuentan con tanta aceptación popular como éste. En lo que toca a nuestro país, ha representado una esperanza para centenas de mexicanos, aparentemente condenados a padecer de por vida los estragos de la ceguera y otros males oftalmológicos, en muchas ocasiones causados por la exposición de los ojos a sustancias abrasivas que se encuentran en sus lugares de trabajo.

En suma, a pesar de las cortapisas y las críticas de las que ha sido objeto, las cifras referidas muestran que la Operación Milagro ha sido un éxito a escala internacional. En buena medida, ese éxito radica en que el programa ha sido concebido y conducido con buena fe y espíritu humanitario. Sería deseable, por tanto, que los gobiernos de los países beneficiados, incluido el mexicano, se sumen a los esfuerzos de este proyecto, que es sencillamente ejemplar.