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Orden de matar

Fuentes: Brecha (Uruguay) [ Manifestación a favor de Bolsonaro en Brasilia, en 2021. Créditos: Sergio Lima/AFO, tomada de Brecha]

El asesinato de un militante petista a manos de un simpatizante de Jair Bolsonaro es apenas la última pieza de una larga serie de hechos violentos, con un presidente que no se ha cansado de llamar al extermino físico de la izquierda y glorificar el uso de las armas.


«¡Aquí somos de Bolsonaro!», gritó el simpatizante del presidente brasileño que el sábado 14 invadió un cumpleaños en Foz de Iguaçu y mató a tiros a un militante del Partido de los Trabajadores (PT). La decoración de la fiesta consistía en imágenes del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva y símbolos del PT. La víctima fue un guardia municipal llamado Marcelo Arruda, quien era tesorero del PT en el estado de Paraná. Al día siguiente, Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente, festejó su propio cumpleaños, el número 38, con una torta decorada con un revólver de ese calibre, tras participar de un acto a favor del porte de armas.

El peso de la palabra

«Mi especialidad es matar», «Hay que matar más», «Vamos a fusilar a la petralhada», «Vamos a acabar con todos los activismos en Brasil», «Vamos a acabar con el cocô [la caca] en Brasil: los corruptos y los comunistas», «Quiero a todo el mundo armado, comprando fusiles», «Esos marginales rojos serán barridos de nuestra patria», «Yo apoyo la tortura, yo apoyo la dictadura», «El error fue torturar y no matar». Todas estas frases fueron pronunciadas por Jair Bolsonaro a lo largo de su carrera política, algunas ya bajo su mandato. El presidente las dice; algunos de sus seguidores las materializan. El domingo de noche, casi 24 horas después del crimen de Foz de Iguaçu, se pronunció en Twitter, retuiteando un mensaje de 2018 en el que ataca a la izquierda: «A ese tipo de gente [en referencia al asesino] le pido que por coherencia cambie de bando y apoye a la izquierda». En el mismo posteo, dijo que recibe ataques 24 horas al día. No hubo de su parte ningún repudio, ningún pésame.

El lunes, el mandatario dijo que lo ocurrido en la ciudad fronteriza había sido una «pelea entre dos personas». El martes, dijo que «los petistas son de la violencia de bien: patearle la cara a quien está caído en el piso», e intentó justificar el crimen: es necesario esperar la investigación policial del caso «para que así la gente vea que el problema comenzó afuera, donde el tipo que murió le tiró una piedra al auto del otro». También llamó a dos hermanos de la víctima, que son simpatizantes suyos y no fueron al cumpleaños, y les dijo que la izquierda le quiere achacar el crimen a él. Quien intermedió en la llamada y fue enviado por el presidente para encontrarse con los familiares fue el diputado federal y pastor evangélico Otoni de Paula, que en abril de este año, en una sesión de la Cámara Baja, dijo: «En Río de Janeiro tenemos un método para tratar a los vagabundos como Lula: la bala». Esta semana, ministros del gobierno, parlamentarios, la prensa oficialista y ejércitos de trolls en las redes sociales rápidamente intentaron desviar el foco del asesinato de Foz de Iguaçu y culpar de la violencia al PT.

Victimación

No es la primera vez que el discurso de odio bolsonarista se cobra una vida. El 8 de octubre de 2018, un día después de la primera vuelta de las elecciones, un votante de Bolsonaro mató de 12 puñaladas al maestro de capoeira Moa do Katendê, en Salvador de Bahía. Según la investigación policial, Katendê, que con su arte contribuía a diversas vertientes de la cultura bahiana, fue asesinado por motivos políticos. El crimen fue cometido durante una discusión política en un bar, luego de que la víctima dijera que había votado por el candidato del PT y manifestara su oposición a Bolsonaro.

En aquel momento, la postura del entonces candidato y actual presidente fue la misma que la de esta semana. Cuestionado sobre el caso, dijo: «Va un tipo con una camiseta mía y comete un exceso. ¿Y yo qué tengo que ver con eso? Lo lamento y le pido a la gente que no lo haga. Pero no tengo control sobre millones y millones de personas que me apoyan». Y repitió una de sus muletillas: «La violencia y la intolerancia comenzaron del otro lado, y yo soy la prueba viva de eso». Se refería así al ataque con cuchillo que sufrió en setiembre de 2018, en un acto de campaña en Juiz de Fora, Minas Gerais. Adelio Bispo, el agresor, fue declarado inimputable y todavía está internado en una institución psiquiátrica. Dos investigaciones de la Policía federal descartaron la hipótesis de que Bispo haya actuado bajo las órdenes de la oposición a Bolsonaro. Sin embargo, el caso es citado hasta hoy por los bolsonaristas ante cualquier nuevo caso de violencia y, según la familia del presidente, Bispo cumplía una misión encomendada por dirigentes opositores.

Según un relevamiento de la Fundación Getúlio Vargas encomendado por la revista Veja, los picos de menciones del caso Adelio en Twitter coinciden con los momentos en los que el gobierno enfrenta problemas por actos violentos: el último fue durante la desaparición y el asesinato en la Amazonia del indigenista Bruno Pereira y el periodista inglés Dom Phillips. Con el crimen de Foz de Iguaçu, el mantra de la puñalada volvió a ser invocado y el primero en hacerlo fue el propio presidente.

Más violencia y más armas

Desde que Bolsonaro asumió, en 2019, fueron registradas más de 1 millón de nuevas armas particulares en el país, según los datos de la Policía federal y el Ejército obtenidos por los institutos Sou da Paz e Igarapé, y publicados por el portal UOL. Un informe publicado el lunes por el Observatorio de Violencia Política Electoral de la Universidad Federal de Río de Janeiro afirma que los casos de violencia política crecieron un 335 por ciento en los últimos tres años. El estudio recoge datos que incluyen amenazas, atentados y homicidios. En los primeros seis meses de este año fueron 214 los casos de violencia.

«Una de las pocas promesas de campaña que el presidente cumplió fue la de armar a la población. Hoy tenemos miles de familias con pequeños arsenales de armamento y municiones en sus residencias, algo que por sí solo ya implica un peligro bastante grande y que, sumado a la actitud y el discurso del presidente, lo es todavía más», dijo el abogado criminalista Augusto de Arruda Botelho, uno de los fundadores del Instituto de Defensa del Derecho de Defensa y precandidato a diputado federal por el Partido Socialista Brasileño. En conversación con Brecha, manifestó estar preocupado por la campaña electoral y el período subsecuente a la votación de octubre. «La tragedia de Foz de Iguaçu no fue un hecho aislado: se enmarca en un crecimiento de la violencia. Y el gobierno federal no solo continúa incentivando la violencia, sino que también amenaza con rupturas institucionales si el resultado de las urnas no le es favorable», señaló. El asesinato de Arruda es el episodio más grave hasta el momento de una campaña que ya se preveía violenta y a la que todavía le quedan casi tres meses.

Fuente: https://brecha.com.uy/la-promocion-oficial-de-la-violencia-politica-en-brasil-orden-de-matar/