Me parece importante analizar las elecciones seccionales del Ecuador y de Quito en particular. Suponer o simplificar los resultados de la votación al cobro de una multa por mal parqueo o a la simpatía del actual alcalde no permite comprender lo que está sucediendo y subestima la participación política de la capital ecuatoriana. Si gana […]
Me parece importante analizar las elecciones seccionales del Ecuador y de Quito en particular. Suponer o simplificar los resultados de la votación al cobro de una multa por mal parqueo o a la simpatía del actual alcalde no permite comprender lo que está sucediendo y subestima la participación política de la capital ecuatoriana. Si gana Rodas, no es él quién gana, es un rechazo al gobierno, a Barrera y a la ausencia de un alcalde en Quito. Si Barrera gana será gracias al respaldo del gobierno en pleno.
Encuestas como punto de partida
La definición de candidatos se realizó en función de las encuestas previas de intención de votos y de aceptación de gestión de autoridades locales.
Es así como cabe preguntarse por qué tanta diferencia entre las encuestas iniciales de aceptación a la gestión y las intenciones de voto o por qué en la capital la indecisión fue aumentando a medida que avanzaba la campaña.
Seguramente se pensó que estas elecciones eran fáciles y se podía poner un candidato que supuestamente tenía respaldo. Pero respaldo no equivale a intención de voto y menos aún en el caso de una reelección. Por un lado, parecería que las personas no responden con la verdad a las encuestas por agobio o por no hacerse problema.
Sin embargo, por el otro también se puede desprender que las personas tienen un sentimiento de temor a expresarse libremente. ¿Por qué? Seguramente porque existe un discurso agresivo contra las personas y no sobre los hechos. Y aquí no cabe poner ejemplos porque sería caer en lo mismo.
La primera lección es que mirar la realidad desde las encuestas puede ser muy engañoso.
Comunicación a través de la publicidad
Pensar que comunicar las obras previstas, en curso o futuras a través de la publicidad de forma goebbeliana, es pensar que la realidad se puede construir desde la manipulación. Esto desconecta aún más al gobernante de lo que sucede en el mundo real y se construyen barreras con la ciudadanía.
La publicidad no sirve para comunicar, algunos piensan que sirve para «vender» una realidad y a cambio recibir votos pero ¿qué pasa si quién se supone debe capitalizar esta votación está desintonizado con las percepciones y necesidades de los ciudadanos?
Lo que se ha comunicado como emblemático ha sido el futuro metro de Quito, y más allá de discutir si la decisión fue la acertada o no, si estará lista cuando dicen que estará, ¿este tipo de obras despiertan el interés de los ciudadanos?
¿Las obras alrededor de los centros comerciales son parte del modelo incluyente? ¿Es verdad que los ciudadanos tienen hambre de modernidad y de cemento? O ¿quieren ser escuchados? ¿La necesidad de tolerancia y respeto ha sido reconocida y visibilizada?
La segunda lección es que la comunicación a través de la publicidad tiene un límite y muestra sordera respecto a lo que los ciudadanos piden o necesitan.
Orfandad en Quito
Pero ¿qué más pasa en Quito?
El descontento con la gestión del alcalde actual parte de que este no existe o pasa inadvertido. Cuando se han presentado eventos fortuitos en Quito, el alcalde actual ha brillado por su ausencia o ha tomado tiempo en aparecer. Para temas conflictivos ha preferido designar a otros concejales para que asuman vocería, posiblemente para no perder popularidad.
Hace pocos meses se produjo un derrumbe de la vía a Guayllabamba (septiembre 2013), nadie del Municipio salió a decir nada, menos aún del Ministerio de Transporte, fue la Policía Nacional quién dio algo de información confusa. Suponer una campaña sucia es desconocer que el alcalde no pudo mantener su cuenta en una de las redes social porque no soportaba las críticas y dijo: «La verdad es que no tenía ni tiempo ni capacidad, la idea es mejor consolidar una respuesta institucional para que los ciudadanos de buena fé, no los que no tienen nada más que hacer que insultar, puedan tener respuestas concretas a las demandas planteadas» (El Comercio, julio 2012).
La tercera lección es que la ciudad se siente huérfana, no es escuchada, no hay comunicación de ida y vuelta con lo que la población piensa o quiere. El discurso agresivo contra las personas genera miedo. Algunas personas perciben intolerancia a la opinión del que difiere. Ante eso, si ni siquiera el actual alcalde opina, ¿qué se puede esperar que hagan los electores? El silencio se convierte en malestar y enojo.
Descrédito presidencial
A esto se suma que el Presidente tampoco ha mostrado mayor consideración por el actual alcalde.
Recordemos cuando se desconoció un proceso aparentemente inofensivo de poner nuevo nombre al nuevo aeropuerto o como el Presidente se refirió humorísticamente al alcalde en la visita al complejo de la Contraloría «se nos coló el alcalde de Quito» en mayo del 2013.
Estos ejemplos nos hacen preguntar ¿Quién lidera el gobierno local de Quito? ¿No será que Quito busca más que infraestructura, participación, tolerancia y respeto?
Si se percibe que el alcalde no es respetado por otras autoridades, es lógico pensar que la situación difícilmente cambie.
La cuarta lección es que no se avizora un cambio en la situación porque los errores siempre son de los otros.
Algunas reflexiones
¿No será que hubo un olvido de Quito por concentrar esfuerzos en recuperar ciudades que estaban lideradas por la oposición como Guayaquil o Machala?
¿Los funcionarios públicos sienten que se respetan sus derechos políticos y laborales?
¿No hay también un sentimiento de malestar en los senderos de intolerancia que se perciben del Gobierno y por eso se teme decir la verdad en las encuestas?
¿No hubo una inconformidad desde la consulta del 2011 o desde la negativa a realizar una consulta para la explotación del Yasuní ITT? Sin duda no es un tema de las pasiones que despierta el actual alcalde, quién dicho sea de paso fue quién hacía de «enlace» entre la Asamblea Constituyente y el Ejecutivo con su conocido desenlace sino de la falta de liderazgo que Quito percibe.
¿Qué significa perder Quito?
Perder Quito, porque las actuales autoridades locales prefirieron mirar la realidad a través del oportunismo y del cálculo político sin pensar en las consecuencias es grave pero más grave es que se resistan a ver lo que ha estado pasando en estos años en los que ha primado una visión regional de la realidad (ver en «En el sur quiteño se escoge binomio guayaquileño»).
Perder la alcaldía en Quito debería llamar la atención de los lentes con los que se mira la realidad, de donde provienen las personas que miran esa realidad y que son quienes tienen realmente tienen influencia en las decisiones. ¿Cuál es la orientación que está tomando el gobierno actual? En definitiva el costo no debería ser solo para el actual alcalde, sino debería haber una profunda mirada hacia adentro.
Gobernar no es imponer es dialogar. Un proceso de cambio no puede estar centrado en una sola persona, requiere pluralidad. Las elecciones no son piezas de colección, son el termómetro de la calidad de la sintonía de los gobernantes con sus mandantes, y al parecer no hay sintonía.
Notas
[1] En el sentido amplio, de representación, participación y liderazgo [2] El Comercio, 16 julio 2012 consultado en http://www.elcomercio.com/quito/Alcalde-Quito-explica-cuenta-twitter-Augusto-Barrera_0_737926224.html el 17 febrero 2014
Katiuska King, ex-ministra de Coordinacióon de Política Económica del gobierno de Correa