«Conversaciones con la izquierda anticapitalista europea: Olivier Besancenot-NPA, Ulla Jelpke-Die Linke y Francisco Louça-Bloco de Esquerda». Autor: Miguel Romero. Editorial: Viento-Sur y La Oveja Roja, Madrid 2012
Viento-Sur y La Oveja Roja acaban de publicar un libro particularmente oportuno, «Conversaciones con la izquierda anticapitalista europea», en el que Miguel Romero, uno de los más finos analistas y militantes de esa misma izquierda, explora iniciativas y perspectivas a través de las voces de Olivier Besancenot (NPA, Francia), Ulla Jelpke (Die Linke, Alemania) y Francisco Louça (Bloco de Esquerda, Portugal).
Lo que llama de entrada la atención en este libro es lo que falta. Falta, por ejemplo, la voz de Alexis Tsipras y de Syriza, una fuerza apenas embrionaria en el momento en que Romero emprendió su proyecto y que hoy, al calor helado de los ajustes, eclipsa a todos sus hermanos europeos. Faltan también algunos temas centrales en el repertorio político del último año: las revoluciones árabes, los Indignados, la reordenación de los polos geoestratégicos en torno a la crisis global.
La primera ausencia es del todo contingente y sin duda Romero, de poder hacerlo, habría añadido hoy a Tsipras a la conversación. Pero la segunda ausencia es una elección premeditada. Si las fechas de los encuentros excluían por razones obvias algunos de estos temas (los Indignados, por ejemplo), la intención expresa de Romero era la de hacer abstracción del repertorio mismo, la de dejar fuera todos los contenidos concretos. Besancenot, Jelpke y Louça no son interpelados como analistas políticos -sin duda los hay más finos o más profundos que ellos- sino como dirigentes de prometedoras organizaciones anticapitalistas fundadas al mismo tiempo contra el capitalismo y contra la tradición fallida de los partidos marxistas clásicos. No se trataba, por tanto, de explorar los discursos sino el «enganche» de los discursos con los sujetos colectivos; y no se trataba de interrogarse sobre los programas, conocidos de todos y más o menos compartidos por todos, sino sobre los procedimientos de auto-organización.
Esta elección es, a mi juicio, la que da al libro un enorme interés y una aguda actualidad, subrayada precisamente por las revoluciones árabes y el movimiento 15M: la cuestión -dice Romero en el prólogo- de «como construir hoy una organización política anticapitalista en las condiciones de la crisis del capitalismo». Los acontecimientos del último año -la intensificación de la crisis y la explosión de nuevas formas de protesta- hacen aún más urgente abordar, desde la militancia y desde el pensamiento, los «ejes centrales» de lo que debe ser una respuesta revolucionaria: «las experiencias de unidad a la izquierda de la llamada «socialdemocracia»; las relaciones entre los espacios social y político; las relaciones con las instituciones políticas, y particularmente las políticas electorales; cómo contribuir a la transición entre las luchas actuales y las que lleguen a proponerse derrocar al capitalismo; la comunicación; la democracia en los movimientos sociales, en la organización partidaria y en las relaciones entre ambas».
Besancenot, Jelpke y Louça relatan minuciosamente -sobre todo el último- la experiencia concreta de sus organizaciones mientras Romero, amigo y compañero, les impide apartarse del tema para enfrentarlos una y otra vez a todas estas aporías (o callejones sin salida) que hasta ahora impiden a la izquierda la construcción de una verdadera «hegemonía». Las respuestas son la mayor parte de las veces instructivas y estimulantes e iluminan, junto a algunos errores cometidos y algunos remiendos bien cosidos, la urgencia de inventar nuevas alternativas a viejos problemas sin resolver. Uno de los más viejos y que más preocupa a Miguel Romero es el de la comunicación, «basada en las mismas pautas que los partidos del sistema: salir lo más posible en los medios convencionales, sobre todo en la televisión, y hacer un uso intensivo y enredado de internet». Pero ése es un problema central que va más allá de las estrategias y revela las dependencias y los límites de un marco general de «autoridad pública» que la izquierda es incapaz de erosionar desde dentro, tal y como indica la fórmula paradójica certeramente empleada por Olivier Besancenot para referirse a la «imagen» del NPA entre los franceses: «nos aprecian porque no estamos en el sistema, pero no nos consideran creíbles por la misma razón».
Hay que confiar en que la profundización de la crisis y el aumento de las protestas desplace geológicamente el centro gravitatorio de la hegemonía social, de manera que lo mismo que hace justa a la izquierda la vuelva también «creíble». Entre tanto, conviene estar preparado; tener confeccionado algo así como el «esquema» de una nueva forma de organización. Las experiencias de NPA, de Die Linke y del Bloco de Esquerda (y ahora de Syriza) nos van a resultar enormemente valiosas en esta dirección.
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