Desde Karl Marx, por lo menos, la cuestión de la transformación de la sociedad es un imperativo; sin embargo, lo difícil no es enunciarlo, sino acometerlo. Es decir, transformarnos como sociedad ante este orden vigente de hecatombe social y ambiental.
Las desigualdades y el deterioro ambiental siguen aumentando. No hay duda de la necesidad de buscar alternativas. Uno de los problemas de fondo sigue siendo la organización: la intermitencia y dispersión siguen siendo la nota discordante. Necesitamos organización en un sentido amplio y orgánico, no solo aquella delimitada a los intereses inmediatos. Amplio en la diversidad y orgánico en contenido.
No hay fórmulas secretas para la organización, no se trata de la falsa unidad encubridora del viejo sectarismo. Se trata como decía Hegel: “el capullo desaparece al abrirse la flor, y podría decirse que aquel es refutado por ésta; del mismo modo que el fruto hace aparecer la flor como un falso ser allí de la planta, mostrándose como la verdad de ésta en vez de aquella” o, como diría Marx: “una rica totalidad con múltiples determinaciones y relaciones”. Nos cuesta excesivamente, en particular a aquellas organizaciones de izquierdas con mayor capacidad, la síntesis y aceptar la diversidad.
A estas alturas hay quienes simplemente no renunciarán a sus rígidos esquemas, aunque estos no funcionen para comprender la compleja realidad. Y, para transformarnos como sociedad, también es necesario cambiar a lo interno de las organizaciones; ya que, no podremos cambiar nada sino cambios nosotros también, allí la autocrítica juega un papel fundamental.
La organización de aquellos sectores dispersos será el acicate para la transformación. Por más voluntarismo sin organicidad, no se logrará. Las transformaciones por lo menos en el plano político, económico, social y cultural son procesos complejos e intermitentes, lo importante es mantenerse firmes en los principios. Anudemos aquellos esfuerzos en esa dirección, más allá de las elecciones. La política como servicio, si bien no prescinde de lo electoral, no se reduce a ello. El ejercicio de la democracia implica la permanente organización de la indignación.
No es posible ninguna transformación sin organización. Es difícil ponerse de acuerdo, ya que, trastoca nuestro estado de confort. Pero, el hecho de que distintos sectores de la sociedad se empiecen a cuestionar sobre este tema, es un paso importante en la medida de tener como horizonte la tan urgente transformación de la sociedad.
Abdiel Rodríguez Reyes. Profesor de Filosofía en la Universidad de Panamá.