“Ruboriza leer a presuntos intelectuales de la tierra teorizando la resignación como una cualidad genética del pueblo extremeño, como si lleváramos a Régula y a Paco el Bajo en nuestro ADN”, dice Manuel Cañada en su último libro, Otra Extremadura, materiales para una historia alternativa de Extremadura. No le falta razón. En Extremadura primero no hubo historia para los de abajo, y cuando esta ya se pudo escribir, los intelectuales extremeños (con las honrosas excepciones de Víctor Chamorro, Francisco Espinosa y algunos otros), decidieron huir hacia la metafísica, ese refugio confortable a donde los eruditos vuelven sus ojos cuando los verdugos se instalan en el poder para defender el atraso y la ignorancia del pueblo.
La Historia, como propiedad privada de los dueños de todas las cosas, relato legitimador del status quo y de ellos mismos como clase dominante es lógico que deje poco espacio a los dominados, los explotados, los perdedores de la lucha de clases. Así, los trabajadores, despojados de todo mito fundacional, sin referentes, sin personajes ni ancestros que admirar, cuando se deciden a dar la batalla, tienen siempre que improvisar, empezar de cero, porque toda experiencia colectiva de rebeldía ha sido borrada y toda lección sobre cómo cambiar las cosas se ha perdido, y sin la ejemplaridad de las luchas pasadas, toda lucha tiene que darse separada de las que le precedieron, con el vértigo añadido que ese flotar sobre el vacío produce entre los que se atreven a romper con lo viejo y hacer crecer la utopía desde la nada.
En efecto, ese lleno histórico, ese relato cerrado que es la Historia de Extremadura que el poder impone, parece sacado del manual de la neolengua implantado en 1984, la distopía de Orwell. Si al patrono explotador hoy se le llama emprendedor, si al colegio segregador y elitista se le premia desde las instancias públicas por hacer todo lo contrario que debería defender un gobierno socialista en materia de educación, si a los ricos se les regala millones sin control ni garantías mientras a los pobres se les tima con la Renta Básica y su laberinto fiscalizador y burocrático… ¿Por qué no llamar conquistadores a este pueblo expulsado de sus tierras por derecho de conquista o por la violencia legal de la rebatiña de tierras desamortizadas durante el siglo XIX y obligado a emigrar desde el mismo fin de la conquista cristiana?
Frente al relato orweliano, Manuel Cañada nos recuerda los destellos de rebeldía y voluntad colectivista de los de abajo para organizarse y cambiar las cosas, las primeras asociaciones obreras, los primeros congresos campesinos en los albores del siglo XX, la larga cuota de sangre que los trabajadores extremeños han pagado por la defensa de sus derechos, el inmenso genocidio fascista y las fosas de la memoria, los nombres propios de Matilde Landa, Miguel Hernández, Pedro Rubio, Margarita Nelken, Manuel Fernández Márquez, Manuel Vital o Juan Canet, las pírricas victorias de los jornaleros de las viñas y los andamios, el terrorismo patronal y policial, los fermentos de comunismo ahogados en los lodos del clientelismo ibarrista y la corrupción estructural, y las nuevas luchas en las plazas, en los tajos, en las puertas de las familias desahuciadas… estos son los materiales con los que Cañada construye la otra historia de Extremadura, la que no está en los libros, la que no se enseña, pero que explica como ninguna otra el presente de la región.
Mientras España ha duplicado su población en los últimos cincuenta años, Extremadura tiene cuatrocientas mil personas menos que en 1960. Los gobiernos extremeños siguen hablando de la emigración y el desempleo como la mayor lacra de la región, pero en más de cuarenta años de democracia no han hecho nada por poner coto a esta sangría humana y, en cambio, se han dedicado a profundizar en la hemorragia energética, económica y ecológica; abriendo estas maltratadas tierras a los proyectos más delirantes, destructivos y nocivos, algo tan propio como habitual a toda economía periférica, neocolonial y subdesarrollada como impropio debería ser de unos políticos que dicen querer lo mejor para Extremadura aunque, de momento, esas mejoras solo se hayan traducido en dar continuidad a la energía nuclear, regalar dinero público a megaproyectos obsoletos, financiar la agroindustria latifundista, favorecer los pelotazos urbanísticos y eliminar trabas a la destrucción medioambiental en pos del beneficio capitalista.
Sí, son los mismos políticos que llevan cuarenta años diciendo que quieren lo mejor para los extremeños, aunque de momento, los gobernados solo encuentren detrás de esas promesas trabajos precarios y sueldos de miseria cuando no es el paro y los desahucios los que llaman a sus puertas. Pero la consternación que pueda exhibir la clase política de cara a la galería y los medios de comunicación se torna alivio en privado, en los consejos de administración y en los índices bursátiles… qué mejor noticia que el que los extremeños sigan emigrando, pues la emigración no solo es la espita que desinfla la contestación social sino también la que aprieta sobre los que se quedan para ser administrados desde las atalayas del neocaciquismo clientelar. Al fin y al cabo, él es el verdadero Estatuto de Autonomía de la región, el libro sagrado donde se hayan fijadas las recompensas en cargos, mercedes, prebendas, subvenciones, medallas, elogios y aplausos para los que doblando la rodilla rindan pleitesía a su señor, se sumen a la red de tratables, prácticos y realistas que conforman la maraña clientelar, pero también donde se encuentran numerados los castigos y escarmientos que recibirán los rebeldes, los sediciosos, los insumisos, en forma de ostracismo, de sanción, de calumnia.
Manuel Cañada, en Otra Extremadura: materiales para la una historia alternativa de Extremaduratoma como vórtice de la historia de esta comunidad la singular fecha del 25 de marzo de 1936 para desplegar, desde ella, todos esos materiales insumisos, rebeldes, solidarios, que dieron razón de sí a la clase trabajadora extremeña y que avizoraron, si quiera fugazmente, un horizonte diferente en el que vivir, crecer, luchar y soñar. Frente a unas instituciones públicas volcadas en los megaproyectos agroindustriales que solo traerán a Extremadura una mayor concentración latifundista y nuevos impactos ecológicos de carácter irreversible, Manuel Cañada nos devuelve, con su libro, la ilusión por una Reforma Agraria que aquellos campesinos de la primavera de 1936 se adelantaron a hacer, hartos de esperar, ocupando fincas, desmontando cercas y abriendo, en muchas de ellas, por primera vez, surcos con el arado. Qué contraste entre estos y los políticos extremeños del PSOE y el PP que, en 2011, cerraron un pacto para borrar del Estatuto de Autonomía de 1983 toda mención a la Reforma Agraria. Teniendo en cuenta que más de la mitad de la superficie agraria utilizada se concentra en fincas de más de 300 Ha. los terratenientes extremeños pueden seguir durmiendo tranquilos, cuentan con la complicidad del Partido Popular de Extremadura, algo lógico y normal, pero lo del PSOE extremeño solo se puede entender si aceptamos que los que hoy mercadean con estas siglas nada tienen en común con un Pedro Rubio o una Margarita Nelken. Unidos al PP por los negocios, que no otra cosa fue eso que llaman los Pactos de la Moncloa, y puestos a buscar referentes, es en las páginas de color salmón, no en los textos sobre ecosocialismo, donde nuestros políticos encuentran las epopeyas de sus héroes y las hagiografías de los sátrapas ante los que se inclinan con devoción y a los que arriman sin tasa ni control dineros de todos para seguir haciendo aún más ricos a los que ya lo son. Este libro de Manuel Cañada no es para ellos, pero los de abajo, los precarios, la gente de los barrios más machacados, el cani y el becario, el sanitario y el profesor interino sí deberían leerlo, porque este libro nos ofrece unos magníficos materiales no solo para construir la otra historia de Extremadura, también para que sirvan de cimientos a la que está por venir, una, en la que definitivamente, la Régula y Paco el Bajo habrán cambiado de bando.
Otra Extremadura. Materiales para una historia alternativa de Extremadura, Manuel Cañada, Editorial Jarramplas, 2020. Contacto: [email protected]