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Otra razón contra el intervencionismo

Fuentes: 972mag

Traducido para Rebelión por J. M.

Estados Unidos y sus aliados occidentales deberían restablecer el servicio militar obligatorio o deponer las armas, porque su forma de ir a la guerra en la actualidad es demasiado injusta, demasiado desigual para acatarla.

Cada vez que leo u oigo a alguien decir que los Estados Unidos, Occidente o el mundo debe intervenir militarmente en Siria pienso con cinismo que si se lleva a cabo una intervención semejante para agravar la situación, se sabe que las intervenciones militares lo hacen, no son los Estados Unidos ni Occidente ni el mundo los que arriesgan su vida. Serán Bill Jones de Omaha, Jane Smith de Denver y un montón de jóvenes más a los que mandará a Siria su comandante en jefe (nunca en su vida combatiente) Barack Obama.

Así que más allá de las objeciones específicas que tengo a un movimiento militar de Occidente o de los EE.UU. en Siria, o en cualquier otro conflicto donde se asesina masivamente a personas inocentes y el mundo supuestamente «no puede permanecer de brazos cruzados», tengo un problema básico con todos estos usos «humanitarios» de la fuerza, estas operaciones de la «responsabilidad de proteger». Porque, ¿quién soy yo, alguien con inmunidad contra el peligro y cuya familia es igualmente inmune, para instar a otra gente, invariablemente siempre jóvenes, para que hagan lo que nosotros y nuestra familias no tenemos intención de hacer?

Pero esa es la manera en que Occidente va a la guerra en estos días. Esa es la situación en los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y los demás países cuyos líderes y formadores de opinión tienden a considerar un asunto de responsabilidad nacional utilizar la fuerza en Siria, Irak, Afganistán, Libia, Bosnia o cualquier otro lugar estratégico (dejando fuera África, irónicamente) donde se están llevando a cabo grandes crímenes contra la humanidad.

En los Estados Unidos, menos del 0,5% de la población -menos de uno de cada 200 ciudadanos- sirven en el ejército, que es totalmente voluntario desde 1973. Me imagino que las cifras son similares en Gran Bretaña, Francia, Italia, Australia, Canadá y otros países aliados donde el servicio militar es voluntario, y donde se espera que sus dirigentes y formadores de opinión, se muestren al menos interesados cuando se llama a la «coalición de los dispuestos» para ir a combatir en alguna parte.

Y me imagino que igual que en los Estados Unidos, las filas de voluntarios en las fuerzas armadas de los aliados occidentales de Estados Unidos son más bien delgadas, digamos, entre los hijos e hijas de los políticos, gobernantes y expertos diseñadores de las políticas, destacados periodistas y otros moldeadores de consenso que se encargan de enviar soldados a la guerra.

Con la excepción de los hijos de los veteranos de guerra -que actúan por un sentido del deber que el 99,5 por ciento de sus compatriotas no comparten- y los pocos que entran por la aventura, la élite educada urbana de EE.UU. (de donde surgen abrumadoramente los políticos, los diseñadores de las políticas y los mejores periodistas) no combaten por su país. Ni siquiera en una pequeña proporción desde Vietnam, tampoco en mayores cantidades desde Corea. Tampoco sus hijos. El servicio militar es para otras personas, no para ellos.

Estos son los miembros de la clase política, los tomadores de decisiones e «influyentes» que manipularon las guerras de Irak y Afganistán y que aún pueden desencadenar una en Siria. No veo cómo se lo permiten. No veo de dónde sacan el cinismo. Advierten contra el aislacionismo, pero su vida personal y la de sus hijos, que excluyen deliberadamente del servicio militar, son un testimonio de aislacionismo.

Y desde el punto de vista de los soldados, es aún más injusto ya que están les obligan a luchar estas guerras «humanitarias», estas guerras del «nunca más», en lugar de guerras en defensa de su propio país. En lo que a mí respecta, el Gobierno tiene derecho a pedir a los ciudadanos que arriesguen sus vidas para defender a su país, pero no tiene derecho a de ordenarles que arriesguenr sus vidas en una guerra que se elige. Y estas guerras lideradas en el Oriente Medio por los Estados Unidos, incluida la que se está cocinando en Siria, son puramente guerras de elección.

Por esta razón, creo que los israelíes, a pesar de que ellos y sus hijos sirven en el ejército, tampoco están en condiciones de instar a Estados Unidos a ir a la guerra en Siria (la que que los líderes de Israel estaban haciendo implícitamente y el lobby de Israel en Washington explícitamente). ¿Qué padre de Israel está dispuesto a ver que envían a su hijo o hija a Siria o a cualquier otra zona de guerra extranjera en aras de proteger alos civiles de allí? A ningún Gobierno israelí se le ocurriría hacer una cosa así. Así que si está fuera de la cuestión cargar a Yossi Cohen de Rehovot con la «responsabilidad de proteger» a civiles extranjeros, ¿qué derecho tiene cualquier israelí a cargar esa responsabilidad sobre Bill Jones de Omaha? Una vez más, EE.UU. no arriesga su vida en la guerra, los estadounidenses sí. O, mejor dicho, uno de cada 200 o más de los estadounidenses.

Entonces, lo que estoy diciendo es que los EE.UU. y sus aliados no deben luchar en ninguna parte del mundo en la medida en que participa un minúsculo porcentaje de voluntarios en los combates. Sí, eso es lo que estoy diciendo. Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y el resto de los potenciales miembros de una «coalición de los voluntarios» bien harían en restablecer el servicio militar o deponer las armas, porque el modo de ir a la guerra en estos días de Occidente es demasiado injusto, demasiado desigual para acatarlor. La sangre del 99,5% que no lucha no es más densa que la sangre del 0,5% que sí va a la guerra. Si la guerra no es lo suficientemente importante para todos en el país, no es bastante importante como para que cualquier ciudadano participe en ella, entonces no se debe combatir.

Fuente: http://972mag.com/a-case-for-isolationism/79004/

rCR