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Otras miradas sobre la situación de Venezuela y los intereses geopolíticos

Fuentes: Rebelión

Las siguientes notas surgen de diálogos con diferentes amig@s y compañer@s de Venezuela y de Colombia, con ocasión del debate que ha surgido por la posición política que han asumido una serie de personas que se consideran de izquierda y progresistas (entre ellos un numeroso grupo de intelectuales «decoloniales») frente a la situación actual del […]

Las siguientes notas surgen de diálogos con diferentes amig@s y compañer@s de Venezuela y de Colombia, con ocasión del debate que ha surgido por la posición política que han asumido una serie de personas que se consideran de izquierda y progresistas (entre ellos un numeroso grupo de intelectuales «decoloniales») frente a la situación actual del hermano país.

Algunas de esas personas se han alineado abiertamente con Guaidó (López-Rubio-Pence-Trump) y se suman abiertamente al llamado a la intervención e injerencia del gobierno de los EE.UU. en los asuntos internos de Venezuela, incluyendo la acción militar (https://goo.gl/yEfMS6), argumentando que la «dictadura madurista» representa los intereses económicos de una camarilla corrupta vendida o entregada a Rusia, China y Cuba.

Otras de esas personas asumen una posición supuestamente neutral, pero se han acercado a Guaidó y conversado con él para impulsar un Referendo Consultivo, a fin de supuestamente retomar el camino democrático. También argumentan que la «dictadura madurista» entregó la soberanía nacional al gran capital (incluyendo al chino y ruso) como en el caso del Arco Minero y otras riquezas petroleras, y rechazan la política extractivista que, de acuerdo a ellos, violenta o cercena la autonomía territorial de pueblos indígenas y, agudiza el desequilibrio ambiental y ecológico de la tierra en detrimento de la supervivencia de la humanidad.

Acudo a las categorías de la dialéctica materialista (análisis de contradicciones) para expresar las ideas en la forma más clara y precisa (aunque limitada), dado que la aplicación de las herramientas conceptuales que están en desarrollo por las ciencias de la complejidad, harían farragoso el ejercicio. No obstante, en la visión general intento abordar la «trama de la vida» con los ojos de las «multiplicidades complejas» o «complejidades múltiples».

Clases y sectores de clase a nivel global y en Venezuela

1. Existe hoy una contradicción fundamental entre una oligarquía financiera global OFG y los trabajadores y los pueblos de todo el mundo, que se expresa como contradicción principal en cada región, país, etc. El arte es identificar esa contradicción principal y las secundarias sin caer en unilateralidades o separaciones artificiales.

2. Esa OFG se materializa en la existencia de poderosos conglomerados financieros que dominan todas las áreas de la economía global. Unas cuantas decenas de multimillonarios estadounidenses, europeos, japoneses, chinos, rusos, indios y de todas las nacionalidades controlan más del 85% de la riqueza global. Solo 8 súper-ricos acaparan la mitad del capital mundial (https://goo.gl/iqfaMx).

3. Esa OFG es la clase hegemónica al interior de las potencias económicas y militares (USA, Europa, Japón, Rusia, China, etc.) y también en todos los demás países. Ese dominio genera contradicciones con sectores de la burguesía industrial en el mundo híper-desarrollado y con sectores de burguesías locales, burocráticas parasitarias y emergentes en los países de la periferia capitalista (países dependientes y «en desarrollo»).

4. Esas contradicciones inter-burguesas se expresan en la lucha política al interior de cada región, bloque económico y país. Los fenómenos «Brexit», «Trump», «Bolsonaro», de gobiernos neo-populistas en Europa y demás «nacionalismos de derecha», son expresiones de esas contradicciones que logran involucrar a los trabajadores y a las clases medias golpeadas por la globalización neoliberal.

5. Fruto de la crisis sistémica del capital, de fricciones entre intereses sectoriales y de tradiciones históricas acumuladas en el tiempo, al interior de esa OFG surgen dos actitudes políticas predominantes en torno a la tarea de mantener su hegemonía: a) Aquellas que exacerban los imperialismos nacionales de gran potencia (Trump, Putin, en parte Xi Jinping y otros) y b) Los que aspiran a profundizar la globalización neoliberal manteniendo a nivel mundial la «dictadura liberal» del gran capital sin acudir a «formas extremas». Los Obama, Macron, Clinton y muchos otros, son su expresión política.

6. La existencia de esa OFG no niega las contradicciones geopolíticas a su interior como se observa en las guerras comerciales y tecnológicas que están en desarrollo, y se agudiza en la lucha por el control estratégico de las fuentes de energía y de materias primas.

7. No existe una expresión política autónoma e independiente de los trabajadores debido, en lo fundamental, a los cambios operados en la naturaleza de las clases sociales por efecto de la reestructuración pos-fordista (deslocalización, descentralización, desconcentración y nueva especialización de los procesos productivos), la revolución tecnológico-cibernética, y también, por la incomprensión (no asimilación) de las derrotas históricas de la clase obrera durante el siglo XX (colapso de los «socialismos estatistas»).

8. En Venezuela se pueden identificar tres sectores dominantes: la expresión de la oligarquía financiera global (Escotet, Cisneros, Mendoza), una burguesía parasitaria pro-imperio USA (la mayoría está en Miami, la lidera López-Guaidó-Rubio), y una burguesía burocrática emergente representada por Maduro-Cabello. Los trabajadores y otros sectores populares no han logrado desarrollar su propia expresión política independiente y autónoma y están subordinados a los intereses de esas burguesías.

La situación de Venezuela

En América Latina las grandes potencias imperiales luchan por sus intereses geopolíticos y lo hacen de acuerdo a una tradición histórica e intereses concretos. Trump y su camarilla neocon, han decidido violentar todas las normas de relacionamiento internacional entre naciones desconociendo las formalidades «liberales» establecidas en la ONU. Usando a gobiernos títeres como el de Colombia, impulsa un injerencismo abierto como estrategia política para toda la región. Mientras tanto, sus adversarios geopolíticos (Putin, Xi, otros) defienden la legalidad internacional vigente, y aunque lo hacen para defender sus intereses estratégicos, lo hacen dentro de la formalidad legal. Es una realidad que se ha concretado en los fracasos de Trump en la OEA y en UN, lo que es positivo para las naciones débiles.

En ese sentido es importante entender que una cosa es que te presionen económicamente, y hasta te obliguen a negociar las riquezas del país que administras, y otra cosa es que promuevan de frente tu derrocamiento para arrodillarte ante sus pretensiones o para sacarte del juego. Y te lo dicen sin rubor: «Es a las buenas o a las malas» o «todas las opciones están sobre la mesa». Guaidó y la oposición golpista se han sumado a esa posición que no tiene ninguna justificación en el campo de la diplomacia y la política, y lo coloca como un títere confeso. Es por ello, que, ante la eventualidad de una guerra impuesta por los EE.UU., se debilitan y pierden a las mayorías a nivel interno. Es una situación evidente que Maduro ha sabido aprovechar para -a pesar de todo lo que representa y de la inconformidad de la mayoría de la población- sostenerse en el gobierno (y parte del poder).

Es por esa razón que no es posible igualar el comportamiento político de Trump con el de Obama, ni el de Trump con el de Putin o Xi, ni el de Maduro con Guaidó. Querer pasar o «posar» de neutral con el argumento de la defensa de la democracia, de los derechos humanos o del medio ambiente («anti-extractivismo») es no solo ser muy ingenuo sino a-político.

La inexistencia de un sector crítico-autónomo de carácter democrático en Venezuela que desarrollara una estrategia independiente frente a la línea burocrático-extractivista que se impuso a la sombra de Chávez y, que, además, estableciera una gran distancia frente a la línea entreguista y golpista de la MUD, apoyándose en los sectores más avanzados de los trabajadores y el pueblo, es la causa principal de que los intereses de la OFG (en sus diferentes variantes) y de la burguesía burocrática emergente, se hayan impuesto en el vecino país. Algo similar ocurre en los demás países de América Latina.

La situación actual es extremadamente compleja y peligrosa. Al no tener claro el panorama completo, unos sectores democráticos en medio de su desespero se colocan al lado del injerencismo abierto (caso de Nicmer Evans y otros), y algunos otros sectores, que se consideran de izquierda, hacen acercamientos incoherentes con Guaidó como los de la Plataforma de Defensa de la Constitución e incluso de Marea Socialista, que los coloca en una posición política totalmente incomprensible frente a su inmediato pasado. Al igualar a todas las fuerzas económicas y geopolíticas comprometidas, desechan utilizar las contradicciones inter-burguesas para impedir los intentos de imponer una dictadura declaradamente pro-estadounidense. A eso, le llamo «neutralidad ingenua y principista».

Creo que un sector democrático autónomo en Venezuela tendría que estar totalmente en contra de ese injerencismo gringo, señalando abiertamente porqué se pueden admitir alianzas con Rusia y China, sin idealizar esas alianzas (sin pintarlas de falsas solidaridades). Creo que hay que ser realistas y prácticos sin dejar de señalar que para poder avanzar como nación y como pueblo, se debe promover la organización de los trabajadores y de las gentes «por abajo», no solo para defender la soberanía nacional sino para profundizar y desarrollar la soberanía popular en medio de la lucha por la sobrevivencia como pueblo y como nación.

Indudablemente, esa posición coloca a ese sector democrático autónomo (de existir), mucho más cerca de Maduro que de Guaidó. La contradicción con la OFG y sus expresiones locales se manifiesta en la defensa del derecho a la determinación de las naciones y la autonomía de los pueblos, mientras que la contradicción con la burguesía emergente (interna) se enfrenta en la lucha contra el burocratismo, por la democracia directa y de abajo, y contra el extractivismo depredador, sin caer en fundamentalismos inmediatistas que los aíslen del grueso de la población que no puede renunciar de un momento para otro a la explotación de sus recursos naturales, pero dando pasos prácticos en esa dirección.

Solo así, ese sector democrático autónomo se puede convertir en alternativa política, tanto para construir poder político por las bases como para aspirar a gobernar y actuar en el terreno del Estado «heredado». Soy consciente que para desarrollar esta política en Venezuela las condiciones no son las mejores. La polarización existente es un gran obstáculo, pero no es un imposible. Se debe intentar.

Breve comparación con Colombia

En Colombia la oligarquía financiera global OFG está constituida por los grandes grupos económicos hegemónicos que encabezan las familias Sarmiento Angulo, Santodomingo, Ardila Lulle, Gilinski, etc. La burguesía local (medianos empresarios del campo y la ciudad) y la burguesía burocrática parasitaria (contratistas, burócratas) es absolutamente pro-imperial USA, por cuanto comparte con esa oligarquía financiera sus oscuros orígenes terratenientes y esclavistas, y desde la independencia mostró su carácter absolutamente anti-nacional y entreguista (por ello sus contradicciones con Bolívar). Es la gran tragedia de Colombia.

Es tan profunda esa cultura pro-imperial que amplios sectores de pequeños y medianos productores (rurales y urbanos) e incluso de trabajadores, están influidos por esa mentalidad entreguista y compradora que conciben a los EE.UU. como un supuesto amigo y aliado.

Esta situación es muy diferente a la que ha predominado en Venezuela en donde -incluso antes de la aparición de Chávez- existía entre el pueblo un fuerte espíritu anti-imperialista heredado desde la independencia y fruto de importantes luchas por la nacionalización del petróleo durante el siglo XX.

No obstante, en términos políticos la OFG «colombiana» se alinea principalmente con la política de globalización neoliberal de Obama-Clinton. Juan Manuel Santos es quien mejor expresa esa posición. Están de acuerdo con la terminación negociada del conflicto armado y con la apertura de Colombia a la inversión internacional, incluida la de «occidente» y «oriente». Son conscientes de la decadencia de los EE.UU. y al igual que la OFG brasileña, saben que Rusia, China e India son unas potencias emergentes a tener en cuenta por cuanto están a la ofensiva estratégica a todo nivel. Esa gran burguesía trans-nacionalizada de Colombia apoya la «presión diplomática» al gobierno de Maduro, pero no está de acuerdo con la intervención militar, igual que la de Brasil.

En ese sentido, los sectores más cosmopolitas de la oligarquía colombiana se deslindan de las posiciones de Uribe (Duque) que, subordina totalmente sus intereses políticos inmediatos a lograr su impunidad frente a los crímenes cometidos durante el conflicto armado y, por ello, está obligado a coincidir con las políticas ultra-derechistas de los Pence, Pompeo, Bolton, Rubio, etc., que pretenden utilizar la situación de Venezuela para agredir a Cuba, Nicaragua, Bolivia y exterminar cualquier proyecto progresista que ponga en peligro sus planes de hegemonía «paisa» (su sueño «nacional-comunitario» de carácter neo-proto-fascista).

Es por ello que algunos sectores de izquierda y progresista en Colombia entienden que hay que aprovechar esas fisuras y contradicciones inter-burguesas y no se puede hacer tabla rasa identificando totalmente a Uribe (Duque) y a Santos.

Creo que es similar a Venezuela… no se puede identificar totalmente a Leopoldo López-Guaidó-Rubio y Cía., con Maduro-Cabello-Padrino.

En Colombia la burguesía emergente es muy débil y, ello, en parte, es positivo. En ese ámbito las fuerzas de los trabajadores (antiguos y «nuevos» o precariados), campesinos, pequeños y medianos productores, comunidades indígenas y afrodescendientes, pueden y deben -si se lo proponen- construir una fuerza autónoma e independiente que aprenda de las experiencias del país vecino (Venezuela), que combata desde ahora las tendencias burocráticas (corruptas) y levante un programa que se proponga cambios estructurales en el aparato productivo, que como lo ha planteado Gustavo Petro, se plantee una matriz productiva no dependiente de las energías fósiles e impulse la superación de la eterna dependencia de la exportación de materias primas mediante un proceso de industrialización a todo nivel.

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