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Otro anticapitalismo es posible

Fuentes: Rebelión

El capitalismo es una ideología dirigida a promover el culto al capital. Aparentemente inocua en cuanto al fondo, aunque no lo sea tanto en los términos llevados a la práctica por las empresas, para bien o para mal rige los destinos globales. Como ideología, si realmente fuera nefasta, el capitalismo podría combatirse con otra ideología […]

El capitalismo es una ideología dirigida a promover el culto al capital. Aparentemente inocua en cuanto al fondo, aunque no lo sea tanto en los términos llevados a la práctica por las empresas, para bien o para mal rige los destinos globales. Como ideología, si realmente fuera nefasta, el capitalismo podría combatirse con otra ideología opuesta, siempre que contara con instrumentos eficaces para la acción. El problema reside en que el capitalismo en el terreno real ha venido derrotando abiertamente a todas las ideologías opositoras, básicamente porque dispone de un soporte efectivo no superado por los contrarios y, como punto clave del asunto, las empresas que lo desarrollan están dispuestas para satisfacer la mayor parte de las necesidades humanas. Con lo que la parte ficticia que acompaña a toda ideología, se ve asistida por la realidad, Pretender destruir el sistema construido por el capitalismo tiene un inconveniente importante y es que la satisfacción de las necesidades a las que atienden algunas de sus empresas quedarían abandonadas ante la falta de alternativas para satisfacerlas. Por unas u otras razones, hablar de anticapitalismo como oposición al capitalismo suena más a publicidad que a la realidad del producto que trata de venderse.

Buena parte de las corrientes llamadas anticapitalistas se han limitado a plantear la oposición al capitalismo en el terreno político, quizá en la creencia de que es allí donde exclusivamente tiene lugar la confrontación entre fuerzas, y su propuesta -etiquetada como anticapitalista, aunque pudiera rotularse con cualquier otro término, porque el nombre es lo de menos- acabe por llegar a ser dominante. Pero el capitalismo, aunque ideología fundamentalmente económica, va más allá de la política y tiene presencia real en todo lo que afecta a la sociedad. Plantear un anticapitalismo serio no puede reducirse a simples palabras vacías de contenido, a propaganda para tratar de ganar un puñado de votos y ascender a sus promotores, unos pocos oportunistas que ni creen en su propio discurso, a la condición de elite. A la oposición en el terreno ideológico con fines electoralistas le siguen las políticas de parcheo para contentar a parte de los votantes, mientras bajo cuerda se sigue el juego a las empresas que practican la doctrina capitalista, puesto que son quienes disponen de las claves del poder. Visto el fracaso de un anticapitalismo ideológico y de gobierno, si se aspira a tomar una postura sólida al respecto, la resistencia debiera ser integral, habría que plantearla en todos los frentes y no solamente con la pretensión de ganar votos para gobernar y luego poder utilizar la fórmula legal para aparentar que hay oposición al modelo capitalista generador de desigualdades. Conviene tener en cuenta que el capitalismo, dado su arraigo social, no se le puede derrotar exclusivamente con especulaciones acompañadas de leyes de quitar y poner, y se impone descender al terreno de la existencia real.

Socialmente ir en contra del sistema establecido por el capitalismo tampoco parece asumible, básicamente porque no existe otro capaz de sustituirle. Considerando que el capitalismo vino a ser un revulsivo frente al modelo de fuerza física, desterrando del primer plano la violencia abierta -y nunca la encubierta- como instrumento de poder, se muestra, pese a sus notables deficiencias, como un avance en el proceso de civilización. Si el elemento clave de la transformación viene con la construcción del capital representado como valor , frente a la materialidad de la riqueza, y una dinámica de acumulación del capital sobre la base de la producción frente al simple expolio del modelo precedente, la violencia deja de ser el motor de la riqueza desplazada por la habilidad en el manejo de la mercancía. Hay otro argumento que aporta el capitalismo llevando el asunto al terreno de la igualdad de las personas y es que la inversión para la producción de bienes con fines comerciales está al alcance de cualquiera. Con lo que el argumento elitista propio de la fuerza física que se vino imponiendo durante siglos acabó por desmontarse. Aunque fundamentalmente especulativo, la idea subyacente de crear empresas para satisfacer necesidades sociales, lo que sirve para dar sentido a la producción, que en realidad mira hacia la riqueza del inversor, le da cierto sentido social. Pero la evidencia es que la mejora de las condiciones de vida no es una simple ficción de las ideologías defensoras del capitalismo como sistema, sino una realidad histórica.

Pese a las supuestas virtudes derivadas de la fórmula original del culto al capital, lo evidente es que al asumir los resultados aparentemente beneficiosos de las prácticas capitalistas ha generado en el terreno social, entre otras consecuencias, desigualdades, consumismo y dependencia. El espejismo de bonanza creado por las empresas capitalistas para mejor vender sus mercancías y así cumplir los fines del capital ha llevado a su terreno a las masas haciéndolas perder el control de la situación, pese a la oportunidad que se las dio a raíz de la revolución burguesa. En ella participaron las masas y en la actualidad lo hacen a través del consumo. Ambos decisivos para la marcha del capitalismo. Entonces lograron derechos y ahora algo de bienestar, pero ni en uno ni en otro momento controlaron ni controlan la situación.

Frente a las alternativas representadas por los movimientos anticapitalistas basados en el elitismo, que aspiran a reemplazar a las elites capitalistas por otras, hay que abandonar el modelo para hacer del anticapitalismo un compromiso de masas. Aunque, como afirmaba Veblen, las masas tienen el control de la actividad capitalista al hacer depender la producción del consumo, en el plano real sucede a la inversa porque es el marketing empresarial el que está diseñado para crear la demanda. En definitiva las masas no dirigen el proceso, son simplemente conducidas al consumo motivadas por la euforia irracional. Una posición anticapitalista auténtica está encaminada a poner freno al dominio empresarial creador de necesidades artificiales, para dar salida a la producción mirando exclusivamente al beneficio, y reorientar el proceso, bajo la dirección de las masas, a satisfacer estrictamente necesidades reales.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.