Estaba en la Feria del Libro de Frankfurt, el domingo 10 de octubre. Presentaba ante el público asistente al pequeño Foro Belltristik, lo que será la XIV edición de la Feria del Libro de La Habana (del 3 al 13 de febrero de 2005) y dos poemarios de editoriales cubanas: La Estrella de Cuba. Inventario […]
Estaba en la Feria del Libro de Frankfurt, el domingo 10 de octubre. Presentaba ante el público asistente al pequeño Foro Belltristik, lo que será la XIV edición de la Feria del Libro de La Habana (del 3 al 13 de febrero de 2005) y dos poemarios de editoriales cubanas: La Estrella de Cuba. Inventario de una expedición, una antología de Letras Cubanas donde se recogen textos de 27 poetas cubanos nacidos después de 1960, que en octubre de 2003 realizamos una gira por todas las provincias del país en homenaje al Bicentenario de José María Heredia; y Lejos de la corriente, un libro de UNION que hace un recorrido por buena parte de la poesía que he escrito y publicado desde 1984 hasta ahora.
Ninguno de los dos volúmenes se ha presentado aún en Cuba. Sin embargo, ese día, en Frankfurt, leí con particular agrado un texto que no aparece en esos libros, el poema que me obliga a estas líneas: «Otro color, otras figuras geométricas», un canto cuyo motivo principal es la bandera cubana. De regreso a La Habana encontré en mi buzón de correo electrónico una felicitación y la noticia de que ese mismo día (10 de octubre) se había anunciado en la prensa que «Otro color…» obtenía el Premio Extraordinario aniversario 65 de la CTC, otorgado por un Jurado integrado por el narrador, ensayista, poeta y periodista Reinaldo González, Premio Nacional de Literatura 2003, el poeta, narrador, traductor y editor Jesús David Curbelo, y el poeta e investigador Frank Upierre.
Varias personas me han preguntado por el origen de este poema, algún amigo ha sospechado que lo escribí explícitamente para ese premio al cual parece ajustarse muy bien, y mucha gente se ha sorprendido de mi participación en un concurso donde concurren más de 200 autores pero que no puntea entre los de mayor reconocimiento literario en el país, como es el Regino Pedroso. Ya expliqué antes (el 5 de agosto, durante mi lectura junto a Wendy Guerra en el Café Literario «Aire de Luz») la génesis de este texto, hasta donde yo mismo puedo comprenderlo. Como el público de aquella tarde era ideal para la poesía pero no alcanzaba las cien personas y los comentarios y preguntas sobre «Otro color…» siguen llegando, regreso en La Jiribilla a los diversos elementos que confluyeron en su escritura y ofrezco el texto para su lectura.
Un amigo bibliógrafo, editor y periodista, Omar Perdomo, me preguntó hace unos meses si en alguno de mis poemas aparecía alguna referencia a la bandera cubana, pues preparaba una antología con ese tema. Le dije que no, pero la curiosidad me llevó a revisar la amplia lista de autores fichados. Me llamó la atención que prácticamente ninguno de los escritores nacidos después de 1950 apareciera en la relación. Omar me explicó que había indagado mucho pero que los poetas contemporáneos, al menos en Cuba, ya casi no escriben poemas a la bandera. Habría muchas razones para explicar ese hecho incontestable, todas válidas. Y yo mismo no había sentido ninguna necesidad de hacerlo hasta ahora. Así que me olvidé conscientemente del asunto.
Pero unos días después, la escritora y editora Olga Marta Pérez, que ahora dirige UNION, me obsequió un libro que leí con extraordinario placer: Las metáforas del cambio, de la historiadora Marial Iglesias, ensayo que se sitúa en la inquietante Cuba de entreimperios: 1898 a 1902, para preguntarse cómo operó en el imaginario popular y en las imágenes oficiales la transición que va de la colonia a la neocolonia, de la antigua dominación imperial española a la dominación del naciente imperialismo norteamericano. El caso es que, entre otras muchas virtudes, el libro documenta muy bien cuánto se cantaba entonces a la bandera cubana, en una época crítica para nuestra existencia como nación, y cuánto aportó ese imaginario a la confirmación del ideal de independencia y a la consolidación de la nacionalidad cubana, forjada durante 30 años de lucha anticolonial.
Un atardecer de los primeros días de junio, mientras viajaba en una 400 hacia el este de La Habana y terminaba de leer Las metáforas del cambio, me sorprendió la intensa policromía del cielo, sus caprichosas formas, y los colores que allí prevalecían: azul y blanco sobre rojo, triángulo y rectángulo y estrella solitaria. En los cientos de metros que bajan desde la parada del ómnibus hasta el reparto Bahía me llené del cielo de la tardenoche y fui encontrando y apuntando estos versos. Esa misma madrugada escribí el poema completo, que apenas modifique la noche siguiente.
Sé que hay otros elementos que subyacen en la génesis de este poema y que de varios de ellos ni siquiera soy consciente. Al menos dos más deben tener algún significado en su origen. Haber estudiado durante cinco años la Licenciatura en Historia en la Universidad de La Habana me facilitó situar en algunos versos momentos históricos claves sin necesidad de recurrir a búsquedas que pudieran interferir en el proceso de creación poética. Y haber recorrido el país de un extremo a otro el pasado año 2003, durante quince días y sus noches, haciendo lecturas, compartiendo con la gente, rastreando la historia y la novedad, como parte del equipo de poetas y trovadores que hizo real el proyecto de La Estrella de Cuba, me permitió redescubrir la patria profunda, actualizarla, acoger una percepción distinta, más integradora, de sus sinsabores y esperanzas, sus rupturas y continuidades.
El resultado me complace, también ha recibido el elogio de numerosas personas, escritores y artistas, poetas y no. Creo, por otra parte, que es un poema necesario. Mucho me cuidé de que no resultara retórico ni demasiado afirmativo y de que su lenguaje correspondiera a lo que considero son esencias propias de la poesía actual. Pero no puedo escamotear el temor a ser extemporáneo que me acosó durante algunos días, después de escribirlo, y me hizo demorar varias semanas para mostrarlo públicamente. Es que aún se padece entre nosotros cierta precaución o ¿miedo? a llevar la poesía a terrenos más abiertos, de mayor transparencia, arriesgarla a que participe mejor en la vida social del individuo, en las grandezas y miserias de una época. No para reducirla ni maniatarla, sino para que se muestre en su otro esplendor.
Eso quería, justamente, cuando envié el poema a ese concurso, que participara, que se midiera como texto literario con otros cientos de textos de autores conocidos y desconocidos, que presumiblemente tendrían temáticas muy distintas. Y, por supuesto, que obtuviera un premio y fuese publicado en una tirada de cientos de miles de ejemplares, como solo puede hacerlo un periódico de gran circulación, a ver qué resulta. Yo, que nunca me he preocupado demasiado de a cuántos lectores llegan mis poemas, quisiera que «Otro color, otras figuras geométricas» esté al alcance de mucha gente sensible, en Cuba y fuera de Cuba y saber, si es posible, lo que piensan esas personas del texto escrito y de lo que el texto escrito pregunta.
Otro color, otras figuras geométricas
Magenta o fucsia,
oro,
turquesa,
lavanda,
negro, canela, marrón,
amarillo y verde
en el Brasil,
que mezcla iguales elementos
a los nuestros.
aguamarina o rosa,
cuadros violeta, círculos naranja,
rombos en ciruela,
ocres espirales discontinuas,
línea que asciende recta diagonal oblicua
del claro al vivo mar oscuro olivo,
maíz, manzana y zarza,
hoz y martillo, soles y constelaciones,
medialuna o cruz, águila o serpiente,
un signo inequívoco de la antigua grandeza
que se despliega en el aire,
como en el México de corrientes simultáneas
a las nuestras.
sí,
pudo ser otro color,
otras figuras geométricas
mostradas en la tela
las que tomaran los abuelos
para reconocer las islas,
para avivar la patria,
para escribir sus himnos y cantares,
para estremecer sus vidas
y ofrecerlas;
pudo ser.
pero
cae la tarde polícroma
en los nuevos cielos de Bahía:
azul y blanco sobre rojo,
cae la tarde dulce y polícroma
en la ciudad de las columnas:
azul y blanco sobre rojo,
cae la tarde dolorosa
en las graves tierras matanceras,
en las villas gastadas del centro:
azul y blanco sobre rojo,
cae la tarde infinita
en Guáimaro y Montecristi,
cae sucesiva la tarde
en Jimaguayú,
en San Lorenzo,
en Dos Ríos,
en Las Damas,
en San Pedro:
azul y blanco sobre rojo,
triángulo y rectángulos y estrella solitaria
en Nueva York y Tampa y Jarao y Baraguá,
en Artemisa y Santiago y La Reforma:
triángulo y rectángulos y estrella solitaria,
azul y blanco sobre rojo,
azul y blanco sobre rojo
en las tardes polícromas de Cuba:
triángulo y rectángulos y estrella solitaria.
pudo ser otro el color,
otras las figuras geométricas
mostradas en la tela;
sí, pudo ser.
pero cae la tarde polícroma en los cielos patrios,
la tarde dolorosa y dulce
en las voces de los vivos y los muertos,
cae la tarde infinita y sucesiva de los cayos y las islas
para volver mañana como antes se avivaba:
que no deben flotar dos banderas
donde basta con una:
azul y blanco sobre rojo
triángulo y rectángulos y estrella solitaria.
¿puede ser otro el color?
¿otras las figuras geométricas mostradas en la tela?
¿acaso pueden ser distintas las palabras
para escribir sus himnos y cantares?