En marzo de 1972 vio la luz por primera vez nuestra obra intitulada El festín del petróleo, que pasa revista a un sinnúmero de gobiernos constitucionales y dictatoriales que ha sufrido Ecuador desde comienzos del siglo veinte, todos los cuales -unos más, otros menos- habían entregado a las compañías petroleras multinacionales concesiones territoriales y derechos […]
En marzo de 1972 vio la luz por primera vez nuestra obra intitulada El festín del petróleo, que pasa revista a un sinnúmero de gobiernos constitucionales y dictatoriales que ha sufrido Ecuador desde comienzos del siglo veinte, todos los cuales -unos más, otros menos- habían entregado a las compañías petroleras multinacionales concesiones territoriales y derechos de exploración y explotación de nuestros hidrocarburos por medio siglo y más a cambio de miserables centavos.
Uno de los contratos más inicuos y desvergonzados fue el suscrito por el ministro Jaime Nebot Velasco en 1960 a favor de una compañía fantasma denominada Minas y Petróleos: cuatro millones y medio de hectáreas en la Amazonía. El gánster norteamericano favorecido por la increíble concesión era Howard Steven Strouth, quien por esos días fue entrevistado por el periodista alemán Thylo Koch, al que manifestó entre risotadas: «Tengo en mi poder cinco millones de dólares para mantener de buen humor a los gobernantes ecuatorianos».
Ya por entonces la corrupción petrolera campeaba en el país, al cual el presidente Galo Plaza pretendió engañar diciéndole «El Oriente es un mito» y que en la Amazonía, entonces entregada a la Shell, no había petróleo. Luego vendría la dictadura de ‘los cuatro coroneles de la traición’, presidida por el almirante Ramón Castro Jijón, la cual abrió generosamente las puertas del más grande festín petrolero a la Texaco (Chevron), cuya presencia fue una maldición para los pobladores amazónicos y la naturaleza misma.
Luego desfilarían gobiernos como los de Otto Arosemena, Velasco Ibarra, los triunviros, Osvaldo Hurtado, Febres-Cordero, Borja, Sixto Durán, Mahuad, Lucio Gutiérrez, en fin, toda una saga de demagogos y de vendepatrias. Durante ese largo festín tuvo lugar el reinado más vil e impune de la corrupción prohijada por la riqueza petrolera: bancos privados, fiebre de urbanizaciones y plusvalía, oleoductos, compraventa de hidrocarburos y derivados, casas en Miami, camaroneras, compañías de seguros, brotaron como hongos para consolidar el dominio extranjero y de la burguesía ecuatoriana.
En esas condiciones y sobre tales antecedentes, surgió la Revolución Ciudadana, con banderas de soberanía nacional, derechos de las mayorías, rescate de los recursos naturales. Así, desde 2007 hasta hoy que finaliza 2016, bajo la dirección del presidente Rafael Correa se avanzó un buen trecho del camino, pero ahora surge una montaña de obstáculos erigida por capítulos de corrupción gigantesca en Petroecuador, donde Carlos Pareja Yannuzzelli se ha coronado rey y padrino de una mafia que debe ser perseguida y exterminada, pues resulta inadmisible un segundo festín del petróleo. Peor todavía con Odebrecht encima.
Nota de Rebelión: Jaime Galarza Zavala es periodista, escritor y ecologista ecuatoriano. En su libro El festín del petróleo (1972) documentó las guerras, crímenes, corrupciones y profundas desigualdades sociales alrededor de la explotación petrolera en Ecuador y otros países latinoamericanos. Sufrió la cárcel y el exilio a causa de este libro y de su labor periodística. Otros de sus libros más difundidos son Quiénes mataron a Roldós, El yugo feudal, Petróleo de nuestra muerte, Los campesinos de Loja y Zamora.
Fuente: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/otro-festin-del-petroleo