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Otro mundo es posible

Fuentes: Rebelión

Traducido del inglés para Rebelión por S. Seguí

Una riada de participantes en el Foro Social Mundial se dirige hacia el estadio Poliedro de Caracas. Mientras se espera el discurso de Hugo Chávez, miles de voces afirman a coro: «¡Oh, ah, Chávez no se va!». Hileras de banderas de toda América Latina ondean en apoyo del presidente de Venezuela.

En abril de 2002 hubo un golpe de Estado, financiado en buena parte por Estados Unidos, que consiguió deponer a Chávez. Sin embargo, el pueblo lo devolvió al poder en dos días.

Ahora, en este estadio, los eslóganes y las canciones continúan durante tres horas hasta el comienzo del discurso. Nadie se impacienta, todo el mundo está feliz. Una vez que Chávez aparece en escena, toma la palabra un sacerdote, que pronuncia unas palabras de bienvenida. Pide más amor en el mundo e invita a todos a abrazar a la persona que se encuentre a su lado. Una mujer de Ecuador me echa los brazos encima y también lo hace su marido, que la acompaña. Yo no hablo español, pero la comunicación no es un problema.

En este ambiente, el pleno significado del eslogan «Otro mundo es posible» se hace claro. El eslogan no afirma que queramos el cambio o que éste sea deseable. Se trata de que otro mundo es posible y de que, en realidad, está a nuestro alcance. Cuba es una realidad. Para compartir los frutos de su revolución, Cuba ha enviado un contingente médico y sanitario de 27.000 personas a 48 países del mundo. Chávez ganará las elecciones venezolanas de noviembre y conseguirá un nuevo mandato de siete años. Con ayuda cubana, los chavistas han enseñado a leer a un millón y medio de venezolanos en sólo dos años. Un indígena, Evo Morales, es presidente de Bolivia. Michelle Bachelet, ex presa política y torturada durante la dictadura, además de socialista, es la primera mujer que presida Chile. Brasil y Argentina han liquidado totalmente su deuda externa al Fondo Monetario Internacional, que ascendía a 15.460 millones y 9.600 millones de dólares, respectivamente. Estos países se han anticipado a los pagos, con el fin de liberarse de los requisitos y las exigencias neoliberales del FMI, que impiden un desarrollo independiente.

Cuando analizamos nuestra propia actividad política, ¿estamos nosotros, en Estados Unidos, imbuidos por el convencimiento de que «Otro mundo es posible»? ¿No estaremos, quizás, atrapados en nuestro propio cinismo y resignados a aceptar eternamente nuestro sistema bipartidista? ¿Participamos activamente en la creación de una alternativa? ¿Debemos soportar la guerra contra el terror hasta que el presidente decida que ya basta, o podemos ponerle fin? ¿Cuál es la hipótesis operativa en que descansan nuestras opciones?

Cuando nosotros, en la Asociación de Juristas*, analizamos el desarrollo de nuestra propia organización, ¿debemos seguir haciendo las cosas del mismo modo que las hemos hecho siempre? En estos dos últimos años hemos comenzado a cambiar la cultura de nuestra organización en aspectos esenciales que permitan su desarrollo como una organización multirracial dotada de un programa antirracista. Es preciso, y es posible, seguir adelante. También debemos preguntarnos si estamos obligados a seguir siendo una organización con un presupuesto tan modesto que no nos permite tomar las iniciativas e iniciar los proyectos que el movimiento de justicia social requiere. ¿Somos capaces de hacer lo necesario para crear una comunidad que dé respaldo a nuestro trabajo y permita su crecimiento?

Hugo Chávez puso fin a su discurso en el Foro Social Mundial con el grito desafiante de «¡Socialismo o muerte!» La respuesta de miles de gargantas, que retumbó desde las gradas, fue también de «socialismo o muerte». Las palabras de Chávez no fueron simplemente un valiente compromiso de aceptar la muerte por el socialismo. La tesis central de su discurso fue que el tiempo apremia. Chávez afirmó: «Si no cambiamos el mundo quizás no haya un siglo XXII para la Humanidad. El capitalismo ha destruido el equilibrio ecológico sobre el planeta. ¡Es ahora o nunca!» Otro mundo es posible… y necesario.

Asistir al Foro Social Mundial ha sido una experiencia transformadora. Una cosa es leer acerca de los vientos de cambio que soplan a lo largo y ancho de América Latina; otra, estar rodeado de revolucionarios y activistas sociales y estar expuesto a rachas de viento real que te elevan y te transportan. Uno de los profetas sociales de nuestro movimiento nos instó, hace ya algunas décadas, a reconocer que el cambio de los tiempos estaba en el viento. Hoy, al mirar hacia el Sur, debemos llegar al convencimiento de que «Otro mundo es posible». Y ajustar nuestros actos a este convencimiento.

* En el original, Lawyers Guild