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Ovarios y Rosarios

Fuentes: Rebelión

«Eres como nosotras». Eso gritan a Sarah Palin, en esos multitudinarios shows en los que se han convertido los mítines de los partidos de las democracias realmente existentes. Hemos llegado a un punto en el que el tradicional fascismo político, que resquebrajó el orden de las ya poco perfectas democracias liberales en Europa, ha escogido […]


«Eres como nosotras». Eso gritan a Sarah Palin, en esos multitudinarios shows en los que se han convertido los mítines de los partidos de las democracias realmente existentes. Hemos llegado a un punto en el que el tradicional fascismo político, que resquebrajó el orden de las ya poco perfectas democracias liberales en Europa, ha escogido ahora métodos más sutiles para llevar a cabo algo una sacralización laica del orden realmente existente a escala planetaria. Bajo el sonriente rostro de Palin, bajo la apariencia de «mujer del montón» orgullosa de su provinciana y neoconservadora sencillez, late aquello que Boaventura de Sousa Santos denominaba el «fascismo socia», y que se está extendiendo urbi et orbe a escala global. Palin, que al igual que nuestros post-modernísimos estadistas, no tiene verguenza alguna en vomitar su verborrea ante la acalorada expectación de sus seguidores, sin importarle el criterio o el rigor sobre el que se apoya, representa a ese sentido común de toda ama de casa orgullosa de serlo, y esa imagen de mujer de férreos y muy conservadores principios morales cala perfectamente en la entraña cotidiana de la América Profunda.

Como José María Aznar, que presumía ante todo de no tener carisma frente a Felipe González, Palin enarbola la bandera de hockey mom del montón ante el carisma teatral y retórico de Barack Obama. La descomunal pasión colectiva por buscar referentes, el infantilismo y la ingenuidad de la masa que ha dejado de ser pueblo y ha tirado por la borda ya hace tiempo aquello de la conciencia de clase, consume imágenes, formas de vida, formas de ser y estar en el mundo, identificándose con la provinciana y neo-romántica costumbre de hacer de la vida privada y de la propia biografía personal un recurso político de indudable eficacia. ¿No es acaso desesperanzador el ver cómo el ciudadano-masa, cómo el ciudadano-consumidor engulle de forma acrítica e irreflexiva todo este lacrimógeno exhibicionismo narcisista , como si fuese digno de consideración a la hora de votar un proyecto político? El fascismo social se ha extendido a todos los lugares a los que han llegado las muy poco «liberales» democracias-mercado, y allí donde llega el sistema económico que se postulaba como el único realmente posible y deseable, llega también la poderosa arma del marketing político, que convierte los sueños y anhelos de los plebeyos en carne de cañón para crear el efecto de mímesis o identificación con el líder político de turno.

La imagen, hoy más que nunca, se ha convertido en un recurso del poder para promocionar algo más que la necesidad de conservación o ruptura del sistema social realmente existente, se ha convertido en una neo-romántica religión conservadora en la que se ejerce el machacón y muy mediático recurso de promocionar la forma de vida, la forma de construir y tejer la propia vida, la forma de ser y estar en el mundo realmente correcta, necesaria, acorde con la reproducción del sistema como totalidad.

El mundo es el que es porque somos como somos y actuamos como actuamos; he escuchado esto en boca de más de un sociólogo, filósofo y, por supuesto, en otro registro lingüístico, a eso que solemos llamar «gente de la calle». Y es cierto, quienes mandan en el mundo saben de sobra que la ruptura entre lo personal y lo político, si bien puede ser potencialmente incómodo y peligroso para la conservación de las estructuras y mentalidades tradicionales, también puede ser tremendamente provechoso a la hora de persuadir, a la hora de promocionar machaconamente las virtudes y defectos que debe reunir el aspirante a presidente o el buen ciudadano.

La pasión por lo personal es un arma de doble filo, y cuando a esta pasión se le une una ciudadanía que consume, hoy más que nunca, imágenes, fotografías, poses o historias de vida con las que identificarse y encontrarse a sí misma, se puede entender como alguien puede llegar a creer que esta mujer-sargento encarna a un nuevo feminismo. Un nuevo feminismo que, además, se presenta como anti-abortista. Delirante, surrealista, pero cierto. En estos tiempos de pensamiento blando, en los que ya no se respeta en absoluto la seriedad y el rigor intelectual, bien por resultar demasiado anacrónico o bien por infantil necesidad de ejercer el caprichoso derecho a vomitar la innovadora opinión que a cualquier imbécil se le viene a la cabeza, es realmente difícil no resultar autoritario al exigir, de una vez por todas, el razonar con autoridad sobre lo que se habla.

Mientras el nuevo feminismo anti-abortista de Sarah Palin entusiasma a las complacientes y muy fieles amas de casa y esposas Norteamericanas, hasta el punto de provocar un libertario y neoconservador desmelene cuando alzan al unísono sus pinta labios en los mítines de la mujer-sargento, feministas mejicanas salen a la calle con un mensaje menos amable pero más efectivo, menos confuso y menos estético. Un mensaje que posiblemente Benedicto 16 no ha tenido tiempo a recibir en su visita a París ante 200.000 fieles, y que va directo a Roma: «Quiten sus rosarios de mis ovarios». Y es que, bajo tan provocativas y vehementes declaraciones de principios, hay fundamentos y razones históricas y sociológicas muy razonadas; razones que, sin duda, escandalizarían a la curia Vaticana y a las mujeres-sargento de Sarah Palin. La ecuación Ratzinger-Palin no falla, el feminismo antiabortista de la nueva dama de hierro yankee le va de perlas a Roma, el poder blando y persuasivo que ejerce en las cocinas de las muy cristianas familias de la nación del Tío Sam agrada al otro lado del Atlántico. Mientras las fans de Sarah Palin voten desde la cocina y sus votantes se identifiquen con la buena ama de casa aspirante a presidenta, la cocina seguirá siendo el lugar predilecto del nuevo feminismo ultraconservador.

Mientras tanto, Benedicto 16 sigue su gira mediática por la aldea global. En su homilía en París llamó a los jóvenes a rechazar los ídolos modernos del dinero, el poder, el tener e incluso, fíjense, el saber. Lamento no compartir tan cristianas declaraciones de principios, siempre he creído que el dinero es buena cosa si pone los cimientos para la propia autonomía, que hay posesiones muy placenteras como la música, los libros y una pequeña casa de madera en las afueras con aire limpio, mar y silencio, que la izquierda política necesita hacerse con el poder para materializar sus proyectos, y que el saber no sólo no debiera tener fronteras, lugares o límites, sino que además ayuda en parte a conseguir la verdadera felicidad que Sir Benedicto 16 encuentra en su íntima e intensa relación con Dios. «No tengáis miedo de regalar vuestra vida a cristo», exclamó en París, y como «la razón no entra nunca en contradicción real con la fe», según el máximo representante de Dios en la tierra, los rosarios de Roma y el cristianismo planetario, al igual que otras muy santas creencias que expanden su mensaje por el mundo, seguirán metiéndose en los ovarios de todas las mujeres del mundo.