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Owen Jones: «Quieren acabar con el sentimiento solidario de clase trabajadora»

Fuentes: Atresmedia

Transcripción de la entrevista de Jordi Évole en Salvados emitida el 22 de noviembre de 2015

Existe una tendencia en contra de la clase obrera y de las clases bajas para demonizar a la gente. Hace tiempo que en Gran Bretaña se nos dice que todos somos clase media, que la antigua clase trabajadora ha dejado de existir y que los que quedan de la clase obrera son todos unos vagos, perezosos, delincuentes, antisociales… La palabra chav resume esa idea: la degeneración de lo que queda de la clase trabajadora. Es una palabra peyorativa usada para demonizar a las personas y, a menudo, para culpar a la gente de sus condiciones sociales.

Te encuentras con mucha gente que siendo clase trabajadora se siente clase media. Empleados de una cadena de comida rápida que probablemente cobraban el salario mínimo decían «El Gobierno no está cuidando a gente de clase media como nosotros» y utilizaban la expresión «clase media» donde yo usaría «clase trabajadora». O sea, debido a la demonización de la identidad de la clase trabajadora, algunas personas en lugar de decir «Sí, estoy orgulloso de ser clase trabajadora» dicen: «No, yo quiero ser clase media» porque eso parece sofisticado y auténtico y no se ve como algo negativo. Este es el problema.

En ese sentido se intenta que la gente culpe a su vecino de sus problemas. «Tú trabajas duro, tú pagas tus impuestos, pero ese parado vive de lujo con los impuestos que tú pagas. No tienes que enfadarte con tu jefe porque te paga un bajo salario ni con el Gobierno por recortarte servicios, debes enfadarte con el desempleado». Este divide y vencerás es muy efectivo en todo el mudo occidental y lleva a la gente a votar en contra de sus propios intereses económicos. Cada vez menos pobres votan en elecciones. Cuanto más pobre eres en Gran Bretaña menos probabilidades hay de que votes. Puedes castigar a la gente pobre todo lo que quieras. Como no van a votar no hay castigo.

Esta imagen negativa de la clase trabajadora comienza con Margaret Thatcher y sus políticas. Básicamente es un cambio en la percepción que tenemos de la pobreza y del paro. Antes se veían como problemas sociales, injusticias que el Gobierno debía solucionar. En los años 80 empezaron a verse como problemas individuales. Incluso cuando el paro subió masivamente en Gran Bretaña en lugar de culpar al Gobierno por sus políticas económicas culparon al desempleado. Y pasa lo mismo con la pobreza: «Si trabajases duro dejarías de ser pobre». Thatcher defendía que no existe la sociedad sino solo individuos y sus familias. Antes de llegar al poder los conservadores lanzaron una declaración de objetivos que decía que el problema en Gran Bretaña no era la existencia de clases sino la existencia del sentimiento de clase. Thatcher quería acabar con ese sentimiento solidario de clase y hacer que cada individuo sintiera que progresaba con su esfuerzo.

Aún continuamos en la Gran Bretaña de Thatcher. Ella transformó este país. Promovió una sociedad donde cada uno va a lo suyo. Esta actitud está muy extendida y los políticos y los medios la difunden. En este país la gente cree que el 27% de lo que gastamos en servicios sociales responde a un fraude. Pero ese fraude solo afecta al 0,7%. También piensan que hay veinte veces más embarazos entre adolescentes de los que hay y que el nivel de ayudas sociales es mucho más alto del que realmente es. De hecho tenemos una política de ayudas de las más bajas de Europa Occidental pero la gente cree que es generosa y que algunos la reciben durante años. ¿Por qué ocurre? Porque los medios desinforman a la gente. Intentan que la gente se enfrente entre ella.

Tenemos un pequeño grupo de medios de comunicación, politizado, que controla casi toda la prensa de este país y utiliza su posición para ganar influencia política. En las últimas elecciones menos del 37% de los votos fueron para los conservadores pero el 70% de los medios apoya a los conservadores. A su vez, el periodismo está lleno de gente que proviene de entornos privilegiados porque es complicado trabajar en los medios a no ser que te puedas permitir hacerlo gratis. Por eso los medios no centran su atención en los poderosos como los banqueros, que han empujado al país a este desastre económico, sino en los pobres y los inmigrantes. Encuentran los ejemplos menos representativos y antipáticos y afirman que sí son representativos.

Lo que hacen estos medios es encontrar a gente pobre que recibe ayuda social y descubrir los peores ejemplos. Por ejemplo: una mujer secuestró a su hija hace unos años, en Yorkshire con la intención de sacar dinero a los medios sensacionalistas simulando que su hija había desaparecido. Cuando se descubrió la verdad se dijo que esta historia era representativa de en qué se ha convertido la clase trabajadora, en una subclase. Se transmitió la idea de que todos los que viven en pisos de protección oficial son como la madre que secuestró a su hija, en lugar de decir que esto no era representativo de un grupo social y que sólo era representativo de esa mujer. Es obvio que en estos barrios las madres no secuestran a sus hijas para ganar dinero pero así lo contaron los medios, como si ella representara a todo un grupo social. Con la gente adinerada no actúan de la misma manera. En este país hubo un doctor, Harold Shipman. Fue un asesino en serie que envenenó y mató a sus pacientes. Imaginate que digan «Este es un ejemplo de lo que es la clase media». Es ridículo. Se representa a sí mismo. Su entorno social no tiene nada que ver con sus crímenes.

La imagen negativa de la clase trabajadora se transmite mediante programas como «La calle de los subsidios» basado en una calle de Birmingham donde vive gente que depende de las ayudas sociales. No hemos tenido ningún programa llamado «La calle de los banqueros» o «La calle de los defraudadores fiscales». Es parte del problema. Pregunté al productor de «La calle de los subsidios», un programa que triunfó cuando apareció en Channel 4 el año pasado, por qué no hacían un programa sobre el mal comportamiento de los ricos. Y me dijo: «No me interesa».

Existe otro programa llamado «Sinvergüenza» localizado en un barrio de protección oficial de Manchester que es caótico, lleno de drogadictos, de gente que practica sexo con todo el mundo y que se pasa todo el día de fiesta… No creo que la gente que vive en los barrios de protección oficial lo mire pensando: «Ese soy yo». La gente se ríe y no se lo toma como una ofensa. La diferencia es que alguien de clase media que no vive en esos barrios y no conoce a la gente que vive ahí es más probable que mire estos programas y piense que esa gente es así.

En una sociedad desigual y segregada el peligro es que la clase media piense que está viendo un documental cuando en realidad es un programa de entretenimiento basado en caricaturas.

Pienso que el sistema de clases es como una prisión. Atrapa a la gente en unas circunstancias que no deberían existir en un país rico. Creo que aquí hay muchos problemas. El primero que los desequilibrios educativos empiezan al nacer. La comida, la casa… Vivimos en Londres, una de las ciudades más prósperas del planeta, pero uno de cada cuatro jóvenes londinenses crece en una casa sobreocupada. Eso tiene un gran impacto en su salud, su bienestar y también en su educación. También cosas como los becarios no remunerados. Para entrar en el mercado laboral tienes que trabajar un tiempo gratis, hacer masters carísimos y siempre hay gente que no puede permitírselo. De nuevo se discrimina por al riqueza y no por las habilidades personales.

El estándar de vida de la clase obrera ha caído durante el periodo más largo desde que la reina Victoria llegó al trono hacia 1870. Es grotesco, injustificables.

No obstante pienso que podemos dar la vuelta a la situación. No te puedes involucrar en ninguna lucha si no tienes esperanza. La esperanza nos dice que todas las injusticias y problemas son temporales y transitorios y pueden superarse con la determinación adecuada. Y la historia de este país, y de otros países como España, demuestra que los cambios no se producen por la generosidad de los poderosos. Los poderosos no se levantan un día y dicen: «Me siento generoso, voy a conceder el voto a las mujeres». La gente luchó por la Seguridad Social en este país, los sindicalistas lucharon por la dignidad de los trabajadores y cuando los trabajadores vean que si son atacados pueden luchar contra ello y ganar… puede servir de ejemplo.

Desde el feudalismo hemos avanzado, luchamos para superar esas injusticias. Se supone que tenemos que ir a mejor, tener más seguridad y comodidad. El problema es que en los últimos años vamos para atrás. En 2008 la izquierda pensó: «El libre mercado ha quedado desacreditado, vamos a ganar». No teníamos ideas, lo único que teníamos eran eslóganes a la defensiva: «No a los recortes», «no a las privatizaciones». Y la única forma de ganar es tener alternativas coherentes que aglutinen a la gente. La derecha no usa palabra técnicas como esta. Habla el lenguaje del sentido común, del día a día. Y la izquierda debe encontrar una nueva forma de comunicación y aprender de la derecha.

La clave no es que la gente se sienta orgullosa de la clase a la que pertenece. Entiendo clase como una desigualdad que debería erradicarse. Me gustaría tener un día una sociedad sin clases y yo creo que debemos luchar por alcanzarla, que no tengamos esas enormes y grotescas distribuciones de riqueza y poder. Y esto supone una sociedad distinta a la que tenemos actualmente. No es algo que tenga que ver con la identidad y el orgullo, simplemente se trata de acabar con la desigualdad que viene del poder y de la riqueza. Solo me interesa eso.

Owen Jones, Transcripción de la entrevista de Jordi Évole en Salvados emitida el 22 de noviembre de 2015

Fuente: http://www.mrafundazioa.eus/es/articulos/owen-jones-quieren-acabar-con-el-sentimiento-solidario-de-clase-trabajadora