En este artículo el autor hace una semblanza del pensador latinomearicano Pablo González Casanova.
El 8 de noviembre del 2012, hace 10 años, Don Pablo González Casanova recibió el Premio Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales, durante la inauguración de la Asamblea General de Clacso (Consejo Latinoamericana de Ciencias Sociales), en Ciudad de México. Durante la entrega, yo, como Secretario General de Clacso, afirmé que Don Pablo es el intelectual de mayor importancia en América Latina. Este viernes Don Pablo cumple cien años.
Don Pablo dio ese día de 2012 una conferencia magistral, donde trató tres temas principales: la ciencias hegemónicas, la presente agudización de la crisis y la respuesta social de presión, negociación o conformismo; y las ciencias sociales y el pensamiento crítico alternativo y revolucionario, con tanta riqueza en América Latina.
Don Pablo explicó que las ciencias hegemónicas de la globalización no son solo ideologías, sino también “tecnologías y tecnociencias para la dominación y la acumulación, cuyo desarrollo corresponde al crecimiento de las ciencias de la comunicación y la organización, destinadas a alcanzar los objetivos del capitalismo corporativo y de subsistemas de organización para la maximización de ganancias y la minimización de perdidas.
“En las guerras formales e informales las políticas de desinformación y desconocimiento se complementan con medidas de debilitamiento por eliminación y destrucción física y moral de competidores y opositores, corrupción y colusión de los mismos”, dijo Don Pablo.
Añadió que la ciencia mas avanzada, de acuerdo con los gerentes de la globalización, es la de la toma de decisiones para la maximización de utilidades y la disminución de riesgos, tanto en el campo económico como en el político-militar. Combinada con la política de pan y palo, o con la psicología para la domesticación de animales humanos, o la dominación de los pueblos con bananas y garrotes, más que rigor científico indica cuán fuerte se siente el mundo de la corporaciones y de los complejos militares-empresariales para imponer su política de dominación y acumulación con gobiernos enteros a su servicio.
Para Don Pablo, con la integración de estos complejos empresariales, militares, políticos y mediáticos, el capital corporativo perfeccionó políticas de cooptación y represión. Las nuevas políticas permitieron al capital corporativo quitar las principales facultades soberanas a los estados, hasta disponer de un nuevo tipo de estados privatizados, cuyos jefes de gobierno hacen de la competitividad , la eficacia y la gobernanza su principal tarea. Buscan y se enorgullecen de atraer capitales, con exenciones de impuestos, subsidios, desregulación de los trabajadores o de lavado de dinero que maneja la compraventa de armas y narcóticos y contribuye a la creciente recolonización de países enteros con la creciente cooperación del crimen organizado. Sin embargo, a pesar del panorama, Don Pablo finalizó su intervención recordando que la fuerza de América Latina hace pensar que otra realidad es posible.
Quise reproducir esas palabras de Don Pablo, de exactamente hace 10 años, para certificar la perennidad de su visión del mundo contemporáneo.
Si alguien personifica el pensamiento critico latinoamericano, ése es Pablo González Casanova o Don Pablo, como le llamamos, con reverencia y con cariño. Es quien, como trayectoria y como obra, resume, antológicamente, el pensamiento crítico latinoamericano, uno de los mejores patrimonios que nuestro continente ha producido a lo largo del siglo XX y del siglo XXI.
Don Pablo pertenece a esa generación de oro del pensamiento social de América Latina, que tiene como sus maestros fundadores a José Carlos Mariátegui, a Julio Antonio Mella, a Luis Emilio Recabarren, a Sergio Bagu, a Rodolgo Stavenhagen, entre otros.
Su obra es contemporánea de lo mejor que el pensamiento social latinoamericano ha producido, así, entre los que han convivido con Don Pablo, están Orlando Fals Borda, Edelberto Torres Rivas, Agustin Cueva, Antonio Candido, Caio Prado Jr., Florestan Fernandes, Ruy Mauro Marini, Roger Bartra, Sergio Bagu, Darcy Ribeiro, Ernesto Laclau o Juan Carlos Portantiero entre tantos otros grandes pensadores latinoamericanos.
Don Pablo participó, desde su fundación, de Alas –Asociación Latinoamericana de Sociología-, de la que fue presidente entre los años 1969 y 1971, elegido en el Congreso realizado en México.
El pensamiento de Don Pablo nos llegó, en primer lugar, con la lectura de «La democracia en México«. Por primera vez teníamos una gran explicación histórica del país que había asombrado al mundo con su Revolución y después se había vuelto un enigma difícil de desvendar.
Don Pablo nos presenta un método histórico concreto de comprensión, sin apología ni pesimismo, que nos ha encantado. Finalmente comprendíamos a México con todas las contradicciones concretas que lo articulan y lo explican. Un breve trecho nos recuerda el tono de sus análisis:
“El hecho de que en el desarrollo europeo y norteamericano el motor para el establecimiento del mercado interno haya sido un sistema de partidos y sindicatos cercanos al modelo clásico y que en México el desarrollo clásico logrado hasta ahora se deba a un sistema sui generis de gobierno nos obliga a pensar que la democratización del país al interior del régimen capitalista exige una imaginación política especial, una verdadera creación democrática, evitando imitar las formas de gobierno de la democracia clásica, pero sin detenerse tampoco, en las formas parademocráticas que hasta ahora nos han sido relativamente útiles como nación: la trasformación no exige necesariamente llegar a un régimen parlamentario que, además, se encuentra en decadencia y ya no corresponde a las expectativas de la política neocapitalista; la transformación exige idealizar formas democráticas dentro del partido gubernamental, instituciones parlamentarias que controlen obligadamente al poder económico del sector público, instituciones representativas para la descolonización nacional, instituciones que favorezcan a la manifestación de ideas de los grupos minoritarios políticos y culturales, incluidos los grupos indígenas; instituciones que fomenten los periódicos en los partidos y la representación indígena, instituciones que fomenten la democracia sindical interna y las formas auténticas de conciliación y arbitraje, o sea, formas de gobierno nuevas que se valgan de la experiencia nacional y la lleven adelante en un acto de creación política, cuya responsabilidad quede en las manos de la propia clase gobernante y, sobre todo, de los grupos políticos e ideológicos más representativos de la situación nacional.”
Fuimos acostumbrándonos, desde entonces, a sus obras, sobre el Estado, sobre la explotación, sobre las clases sociales. Las de interpretación propia y las que organizaban el pensamiento de varios autores sobre un tema.
Con sus interpretaciones, que siempre ubicaban los temas latinoamericanos en una óptica política e histórica general, nos abría nuevos horizontes de comprensión. Podemos decir que varias generaciones de intelectuales del pensamiento critico latinoamericano se hayan apoyado en sus análisis. Su presencia fue omnipresencia a lo largo de la trayectoria de tantos de nosotros.
Que estos 100 años se cumplan para Don Pablo con un nuevo marco histórico del pensamiento critico latinoamericano, del cual él es la mejor y más alta expresión.
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