El periodo veraniego no ha dado tregua y la crisis económica mundial, lejos de amainar, arrecia entre convulsiones financieras. La amenaza de una recesión internacional es inminente y se combina con una crisis descontrolada de la deuda soberana en la periferia de Europa, que alcanza de lleno al Estado español y a Italia. Ahora mismo, […]
El periodo veraniego no ha dado tregua y la crisis económica mundial, lejos de amainar, arrecia entre convulsiones financieras. La amenaza de una recesión internacional es inminente y se combina con una crisis descontrolada de la deuda soberana en la periferia de Europa, que alcanza de lleno al Estado español y a Italia. Ahora mismo, antes de que se haya formalizado su segundo «rescate», Grecia está a punto de suspender pagos y disparar una crisis en la que se juega la supervivencia de la zona euro y de la propia Unión Europea (UE) (1).
LA CRISIS DE LA DEUDA
El problema de la deuda aparece en primera línea de la crisis capitalista y el empeño de los gobiernos en su pago alcanza tal punto que modifican Constituciones, como acaban de hacer PSOE-PP, para dejar claro a los «mercados» (o sea, a los bancos y otros fondos especulativos) que, gobierne quien gobierne, pagarles la deuda contraída es la «prioridad absoluta», a costa de desmantelar los servicios públicos y del empobrecimiento de la población.
Los gobiernos y la banca, por medio de sus «expertos», repiten machaconamente frases como: «Las deudas deben pagarse. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y ahora hay que pagar». «Si no se paga la deuda, la economía se hundirá». «Esto es como en cualquier familia: no se puede gastar más de lo que se tiene». Con estos argumentos quieren legitimar el gigantesco atraco social que están cometiendo y hacernos creer que el interés privado de una minoría parasitaria es el «interés general» y que la deuda es «de todos» y que la debemos pagar «entre todos». Pero la realidad es muy otra.
¿CUÁL ES EL ORIGEN DE LA CRISIS DE LA DEUDA PUBLICA?
El origen de la deuda pública hay que buscarlo en las medidas de salvamento masivo de los bancos (y grandes multinacionales) que los gobiernos capitalistas tomaron hace tres años, cuando pinchó la burbuja gigante que se había creado a lo largo de 15 años de especulación financiera desenfrenada. Esta enorme burbuja tocó de lleno a los bancos de todos los grandes países imperialistas, afectados por las hipotecas «subprime» y, en casos como el español, por una década larga de especulación inmobiliaria, donde los bancos y cajas españoles financiaban generosamente las hipotecas con préstamos tomados de la banca alemana y francesa.
Al explotar la gran burbuja, los principales bancos se encontraron ante la quiebra, ya que buena parte de sus inversiones eran bonos basura sin valor. Para evitar esta quiebra y que la economía mundial cayera en una «Gran Depresión» al estilo de la de los años 30, los gobiernos capitalistas salieron en masa al rescate, comprometiendo sumas enormes de fondos públicos, que superaron el 20% del PIB mundial.
Con ello, no revirtieron la crisis capitalista, aunque sí consiguieron ganar tiempo y que la situación no se les fuera de las manos. Sólo que, a cambio, una buena parte de la deuda privada de bancos y grandes multinacionales se convirtió en deuda pública y daba comienzo la llamada crisis de la deuda soberana.
Para refinanciar esa masa de deuda pública, el Banco Central Europeo (BCE) ha estado todo este tiempo prestando ilimitadamente dinero al 1 o 1,5% de interés a los mismos grandes bancos que los gobiernos habían «rescatado» antes, para que esos bancos, a su vez, en un atraco escandaloso, prestaran ese dinero a los gobiernos de los países periféricos a tipos de interés mucho más altos.
¿DE QUIÉN ES LA DEUDA?
Cada día nos machacan con el argumento de que «hemos gastado más de lo que podíamos» y que la deuda es responsabilidad de todos. Pero esto es una mentira descomunal. En primer lugar, porque la deuda no la hemos decidido nosotros sino los gobiernos, sin que haya habido nunca la menor transparencia ni control popular. En segundo lugar, porque la deuda contraída no se corresponde en absoluto a las necesidades populares, sino a los intereses de los poderosos: los banqueros, los grandes empresarios y los políticos con acceso a los fondos públicos. En tercer lugar, porque es obsceno poner al mismo nivel la deuda de los banqueros, las grandes empresas e inmobiliarias con la deuda de las familias trabajadoras hipotecadas por la compra de una vivienda, cuando durante los años de la especulación inmobiliaria se han dedicado a expoliar suelo público, cerrar el mercado de alquiler y hacer de la vivienda una inversión financiera, convirtiendo una necesidad social en un bien de lujo para los trabajadores. Mientras ellos hacían el gran negocio, los trabajadores nos endeudábamos hasta las cejas y desde que llegó la crisis son más de 400.000 las familias trabajadoras desahuciadas por los bancos.
Los gobiernos se han endeudado para salvar a bancos y cajas pringados hasta el cuello en oscuros manejos inmobiliarios. Se han endeudado para financiar negocios multimillonarios ruinosos y chanchulleros como las obras del AVE, super aeropuertos sin viajeros o gastos de decenas de miles de millones en armamento inútil. Esta deuda no es nuestra. Nunca la hemos decidido ni nos favorece para nada. ¿Por qué hemos de pagarla nosotros a costa del trabajo, la salud y la educación?
LA ESPIRAL DE LA DEUDA, LOS PLANES DE RESCATE Y EL SAQUEO
Tras el salvamento de los bancos, una vez ya endeudados los gobiernos hasta las cejas, comenzó el círculo vicioso de la deuda. Cada vez que vence parte de ésta y hay que devolvérsela a los bancos prestamistas, los gobiernos se endeudan más y más, con más préstamos y más caros. Los bancos prestamistas son los mismos que antes habían sido salvados por los gobiernos (convirtiendo sus deudas privadas en deuda pública) y que ahora hacen negocio financiando a alto precio la deuda pública con fondos baratos que les ha ido suministrando el BCE.
Entonces resulta que cuanto más se paga, más deuda hay. Es como una espiral imparable. Para pagar la deuda los gobiernos imponen planes de ajuste con los que robar al pueblo y pagar a los bancos acreedores. Los planes de ajuste hacen retroceder la economía y generan desempleo, haciendo que los ingresos públicos, con los que se paga la deuda, sean cada vez más pequeños y la deuda más cara y más grande. Entonces, ante las dificultades para poder pagar, los gobiernos endurecen los planes de ajuste, con recortes cada vez mayores de los servicios públicos y aumento de impuestos al pueblo (a los empresarios, en cambio, se les reduce). Pero esto lleva a más desempleo, más retroceso económico, menos ingresos públicos y más endeudamiento. Hasta que llama a la puerta la suspensión de pagos. Esto es lo que les sucedió a los países más débiles del euro, empezando por Grecia, a la que siguieron Irlanda y Portugal.
Es justo entonces, cuando los bancos acreedores se encontraron ante la inminencia de dejar de cobrar, que llegaron los «planes de rescate europeos», donde la UE y el FMI aparecen en escena para salvar -otra vez- a los bancos. Ahora son la UE y el FMI quienes otorgan los nuevos préstamos y la Troika (la Comisión Europea, el BCE y el FMI) la que impone directamente draconianos planes de ajuste. Los planes son tan brutales, sangran tan salvajemente a los trabajadores y a las clases medias y hacen retroceder de tal manera la economía que, lejos de resolver el problema de la deuda, lo agravan mucho más. La contrapartida es que ganan tiempo y garantizan el cobro y las ganancias de los bancos, mientras estos se van desembarazando de sus títulos de deuda periférica y traspasándolos a los gobiernos, a través de las instituciones europeas y el FMI.
GRECIA SEÑALA EL FUTURO DE RUINA AL QUE NOS QUIEREN CONDENAR
La medicina es tan bestia que Grecia, a un año de de su primer plan de «rescate», brutalmente golpeada, no podía asegurar los pagos del mes de julio de este año y sólo le faltaba declararse formalmente en quiebra. Todos los créditos del primer «rescate» habían ido a pagar préstamos anteriores, y cuanto más devolvía más dinero debía. Esta vez, sin embargo, a diferencia del momento del primer rescate, el «contagio» (expresado en la llamada «prima de riesgo»: la diferencia entre el tipo de interés de la deuda del país y la alemana), no sólo afectó a Portugal e Irlanda, sino que tocó de lleno al Estado español y, por primera vez, a Italia, uniendo los destinos de estos dos Estados y colocando a toda la zona euro ante una gravísima crisis. Al final, la UE llegó en julio a un frágil acuerdo para un segundo plan de «rescate» de Grecia, que el mismísimo Financial Times definía como «provocación política y vandalismo económico».
Grecia es el lugar donde más lejos han llegado y donde podemos entrever el futuro que cocinan para otros países de la periferia. Grecia dedica más del 50% de los ingresos públicos a pagar la deuda y sus intereses. Su situación es como si hubiera sido devastada por una guerra. Y ahora, para culminar el saqueo, el punto estrella del segundo rescate es la privatización masiva, a precios de saldo, de todo lo que resta del patrimonio nacional: infraestructuras de turismo, puertos, aeropuertos, telecomunicaciones, correos, energía, ferrocarriles, compañías de aguas, bancos, loterías… en beneficio de los mismos bancos y multinacionales que han arruinado a Grecia, en especial alemanes y franceses.
NO AL PAGO DE LA DEUDA, POR UN PLAN DE RESCATE DE LOS TRABAJADORES Y EL PUEBLO NO HAY SOLUCION SIN ROMPER CON EL EURO Y LA UNION EUROPEA, SIN ABRIR EL CAMINO A LOS ESTADOS UNIDOS SOCIALISTAS DE EUROPA
La socialdemocracia europea, ejecutora de los planes de ajuste y corresponsable de este engendro antidemocrático al servicio de banqueros y multinacionales que es la UE, dice que la solución a la crisis son los «eurobonos» y unas cuantas medidas de política keynesiana. Pero esta gente no cuestiona la Europa del Capital ni los bancos y multinacionales que la manejan. Su defensa de los «eurobonos» no es sino un intento de salvar la zona euro y la UE, haciendo más «digerible» la deuda española e italiana, con el objetivo de evitar la quiebra. Sin embargo, aunque se acabaran emitiendo eurobonos, lo que es dudoso, en absoluto significarán el final de la crisis ni servirán para dar nueva vida al euro.
La socialdemocracia europea se «olvida» de que la primera condición para que los trabajadores y los sectores populares salgan de la crisis es precisamente el no pago de la deuda, el rechazo frontal de los planes de ajuste al servicio de los banqueros y la defensa de un programa de rescate de los trabajadores y los pueblos. Un programa que comienza por la implantación de medidas de reparto del trabajo y que exige la expropiación de la banca y la nacionalización de los sectores estratégicos, como base necesaria para reorganizar la economía al servicio de la gran mayoría.
Esta lucha no es «nacional» sino europea y mundial. El no pago de la deuda es algo que va forzosamente de la mano de la ruptura con el euro y con la UE. No se puede triunfar si no es en el marco europeo, si no se logra avanzar en la unidad de la clase trabajadora del continente y no se abre el camino a una Europa socialista unida, basada en la democracia obrera. No hay otra alternativa histórica frente a la guerra social que ha declarado el capital para imponernos un retroceso de décadas, «latinoamericanizar» Europa y convertir a los países de la periferia en semicolonias del capitalismo alemán y francés, amenazando en este proceso libertades y derechos democráticos. Es el momento de la revolución europea.
Artículo publicado en Página Roja de septiembre, publicación mensual de Corriente Roja.