En 1.935, y basado en un juego anterior fechado en 1903, nació el Monopoly. Un desempleado, víctima de la Gran Depresión, llamado Charles Darrow, dedicando lo único que le había quedado tras la crisis capitalista de 1929, es decir 24 horas de tiempo libre al día, supo poner en un tablero la mecánica caníbal […]
En 1.935, y basado en un juego anterior fechado en 1903, nació el Monopoly. Un desempleado, víctima de la Gran Depresión, llamado Charles Darrow, dedicando lo único que le había quedado tras la crisis capitalista de 1929, es decir 24 horas de tiempo libre al día, supo poner en un tablero la mecánica caníbal del capitalismo.
Según el propio fabricante, el juego tiene como objetivo «convertirse en el jugador más rico», resumen como pocos del espíritu capitalista. En el papel de banquero, las instrucciones recomiendan situar: «a un jugador capaz de mantener sus fondos personales aparte de los fondos del banco», en la realidad los bancos no siempre son capaces de mantener sus fondos (o sus intereses particulares) alejados de los fondos de los demás jugadores, es decir, los clientes. Es más, no son capaces de mantener alejadas de esos fondos sus manos, como hemos visto recientemente en el caso del «rescate» irlandés. Y es que para ser banquero hay que estar hecho de una pasta especial, de una pasta especialmente insensible, cruel e inhumana.
Sobre el «banco» como entidad, dice el fabricante «El Banco no se arruina nunca. Si se queda sin dinero puede emitir toda la moneda propia que necesite, con solo escribirla sobre cualquier papel corriente». Es tan deliciosamente real que cuesta creer que se trata de las instrucciones de un juego de tablero y no de la carta fundacional del FMI.
En el juego, el banco realiza el papel de cobrador y pagador de todo el tráfico de dinero que no se produzca entre jugadores, es decir, como en la vida real, pero omitiendo los pasos intermedios de empresas, haciendas, gobiernos y bancos menores, esto es, las presas preferidas de los grandes bancos. Hay una particularidad que le da ese toque especial de crudeza real al juego, cuando un jugador está al borde de la ruina y se ve obligado a venderle al banco una de sus propiedades, el banco solo le pagará el 50% de su valor. ¿Les suena?, según un artículo publicado en Zonaeuribor.com, los bancos expropian la vivienda a sus acreedores, por el 50% de la tasación de la hipoteca, mientras que el resto se le sigue reclamando al deudor. En España, una media de 110 familias pierden diariamente su vivienda por impago de la cuota hipotecaria.
Otro detalle del surrealismo capitalista lo podemos encontrar en el apartado «Hipotecas» de las instrucciones del Monopoly, dice así: «para levantar la hipoteca [de una propiedad hipotecada], el propietario tiene que pagarle al Banco la cantidad de la hipoteca más un 10% de interés». Dicho así, de sopetón, es casi preferible un rescate del FMI, ya que aún andan por el 5% y solo a cambio de hipotecar el bienestar de un país entero.
El manual del juego acaba con un enfático «¡El jugador más rico gana!», o lo que viene a ser lo mismo, en el capitalismo todos pierden menos uno.
La wikipedia, ofrece una «posible» interpretación del juego, según la cuál, éste vendría a ser una escenificación del mundo capitalista, con sus «atractivos» de acumulación de riqueza, competitividad y selección de los mejores para obtener los lugares de privilegio en la sociedad. Añade que «para acumular riqueza es necesario competir y ganarle a los demás, aunque esta ganancia genere pobreza o riesgo de vida en los otros, que son considerados contrincantes». Si cambiamos la palabra contrincante por la expresión «seres humanos» entenderemos un poco mejor la lamentable situación a que ha conducido el capitalismo. Los ricos han estado jugando al Monopoly con los países más pobres (y no tan pobres) durante siglos, siendo las colonias, las calles y propiedades del cruel tablero. Aún cuando está claro quien ha ganado la partida, los ricos quieren seguir jugando con los pobres, en el más amplio sentido de la expresión. Quieren seguir prestándoles dinero para que se les deban más intereses, quieren tener en su poder hasta la última moneda de nuestras huchas.
Puede que solo sean impresiones mías pero creo que la única diferencia entre el Monopoly y el Capitalismo real, es que en la vida real los países pobres no se pueden levantar de la mesa y dejar al codicioso que se quede con todas las propiedades si tanto le place. En la vida real, la partida de Monopoly del Capitalismo, no se acaba hasta el último aliento de vida de los perdedores. Cuando se juega al Monopoly con los ricos, los países pobres pagan la multa de 1.000 y además sacan una carta de suerte, de mala suerte.
Recomiendo como alternativa la versión cubana, rebautizada muy acertadamente como «Deuda Eterna«, en la que los jugadores (países que juegan contra la banca, el FMI), practican la solidaridad entre ellos y tienen derecho a hacer huelgas y protestas para oponerse a las abusivas medidas del FMI.
* Ilustración: La versión cubana del Monopoly incluye términos incompatibles con el Capitalismo, como por ejemplo «solidaridad»
Fuente: http://
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