Es un título que sugiere rutina, sensación de agotamiento en el vivir (más aún con la demoledora crisis), imposibilidad de ancorarse a unos valores fuertes. Un cansancio existencial, una astenia, que también afecta, a día de hoy, a la poesía. Pero «Según la costumbre de las olas» (Ed. Salto de Página), el último libro de […]
Es un título que sugiere rutina, sensación de agotamiento en el vivir (más aún con la demoledora crisis), imposibilidad de ancorarse a unos valores fuertes. Un cansancio existencial, una astenia, que también afecta, a día de hoy, a la poesía. Pero «Según la costumbre de las olas» (Ed. Salto de Página), el último libro de los poetas Jenaro Talens y Clara Janés, no se resigna, trata de romper con estas tendencias de hierro, y como afirma el también poeta Antonio Méndez Rubio, apunta a «la invención de lo posible».
Presentado esta semana en la Librería Primado de Valencia, «Sobre la costumbre de las olas» mezcla los textos en prosa poética de Jenaro Talens con los fotomontajes o iconotextos de Clara Janés. Combina, así, palabras, imágenes y música, pero sin caer en retorcimientos innecesarios, efectismos inútiles ni incurrir en un lirismo facilón. Méndez Rubio ve a los dos autores como «un par de desertores del agotamiento, de la redundancia de lo obvio en que nadamos todos».
El poeta Víctor Silva resalta la música, el sonido y la muerte como ingredientes esenciales de un libro («Según la costumbre de las olas»), cuya sensación al leerlo es la de «instantáneas fotográficas que se componen en su propia fugacidad». Le viene a la mente la reflexión de Foucault en los años 70 sobre «La pipa» de Magritte. Afirmaba que cuando Magritte realizaba una composición era para deshacerla. También le sugiere el libro de Jenaro Talens y Clara Janés una conocida idea de Deleuze: «El poeta aprende que lo esencial está fuera del pensamiento, está en lo que fuerza a pensar».
El libro se inaugura con la composición titulada «Todas las mañanas del mundo»: «Quien fuera dueño un día de este mar y este cielo, deambula sin rumbo por los desvanes de una memoria que no tiene fin. Ya no recuerdo en qué momento la maldita luz del alba buscó refugio en otros ojos. Sabe que, acorralado entre miradas pálidas como larvas de abeja, apenas si consigue distinguir graznidos y gorjeos del gemir del viento. No ignora que el ladrido de un perro nunca ahuyentó los nubarrones. Siente cómo late con fuerza el corazón y evoca el éxtasis incomparable de escuchar el silencio, notas pulsadas al azar, tan frías como un témpano, sobre el tenso cristal de las estrellas».
La poeta y traductora Clara Janés obtuvo en 1997 el Premio Nacional de Traducción por el conjunto de su obra. Destacan sus traducciones de la lengua checa y, singularmente, de la obra poética de Vladimir Holan y Jaroslav Seifert. También ha hecho un importante trabajo difusor de la poesía turca en el estado español. Se estrenó en la poesía con «Isla del suicidio» y «Las estrellas vencidas» (1964), pero su obra en verso es vasta: «Poemas humanos», «Antología personal» (1959-1979), «Eros», «Vivir», «Fósiles», «Lapidario», «Creciente fértil», «Ver el fuego», «Movimientos insomnes» y «Orbes del sueño», entre otras. En 2007 fue galardonada con el X Premio Nacional de las Letras «Teresa de Ávila». Ha publicado asimismo cuentos, biografías, novelas y ensayos.
La escritora barcelonesa confiesa que en la génesis del libro se esconde un enigma. «Jenaro y yo somos muy distintos y, en cierto modo, partimos de planteamientos opuestos». «A la hora de escribir, yo me dejo llevar por un ritmo». En esa pulsión inicial, los versos no están completos y cerrados en la cabeza de la poeta. No escribe previa planificación y con la cabeza fría. Clara Janés se introduce dentro de sí, se tumba en la mesa de vivisección, y extrae el material que lleva dentro pero, aclara, «de manera objetiva». No se trata de volcar emociones sin más sobre el texto.
Ahora bien, en algo coinciden los dos autores de «Según la costumbre de las olas». Clara Janés apunta este elemento de conexión: «Hay un rigor y una honestidad en lo que pretendemos transmitir». Ninguno de los dos coincide con Pessoa en su idea del poeta como «fingidor».
El libro de textos e iconotextos fue construyéndose paso a paso. «Yo le mandaba las imágenes a Jénaro y él me remitía los textos», recuerda la poeta y traductora. Se iban estableciendo, así, «puntos de contacto» y un relato «cada vez más nítido». Clara Janés se confiesa, además, como una persona muy aficionada a la ciencia que, cuando le interesa un texto, lo disecciona con el microscopio. «Llevo mucho tiempo analizando a Jenaro, pero es un velocista, y se me escapa», ironiza.
La poesía de Talens es tersa, redonda, depurada y limpia de ornamento banal. Tal vez por ello detesta cierta tradición de poesía romanticoide y elegíaca que llora y llora. Para esta escuela, recomienda, parafraseando a Camus, que el suicidio es algo muy sano. La forma de trabajar la poesía del autor nacido en Tarifa no difiere tanto de la enunciada por Clara Janés. Es cierto que con la «cabeza fría» reúne y ordena las «ruinas» y materiales de que dispone. Pero después, «el poema son sobre todo sonidos y palabras, y has de ver hacia dónde te lleva», explica.
Buena parte de la obra de Jenaro Talens se encuentra compilada en tres volúmenes: «Cenizas de sentido (1962-1975)», «El largo aprendizaje (1975-1991)» y «Puntos cardinales (1991-2006)». En 2011 publicó «Un cielo avaro de esplendor» y en 2013 otros dos: «El hombre que miraba al cielo» y «Tabula rasa/el sueño del origen y la muerte». Ha traducido a Petrarca, Shakespeare, Hölderlin, Goethe, Novalis, Rilke, Becket y Natan Zach. La poesía de este autor de la «Generación de los 70» o «novísimos» (autores nacidos después de la guerra civil) ha sido traducida al alemán, inglés, francés, italiano, hebreo y portugués. Jenaro Talens también es autor de libros de ensayo sobre Cervantes, Quevedo, Espronceda y Cernuda, entre otros.
«Según la costumbre de las olas» aborda en sus textos otro asunto trascendental, la muerte, a pesar que el autor rechace de plano la elegía plañidera. Pero no hay una contradicción, apunta. «Clara y yo hemos hablado mucho sobre la muerte, ahora bien, en el libro aparece como una parte de la vida». En cuanto a la forma, Jenaro Talens, poeta, ha escogido la prosa para los textos, y explica las razones: «cuando murió mi padre hace tres años, me planteé hacerle un homenaje musical con sólo ese soporte». ¿Qué aporta la prosa poética? «Es música sin verso, matemática pura (matemáticas y música son lo mismo), que también puede producir un sentimiento, pero sin anécdota», responde. Evitó el verso y, de este modo, los efectos del sonsonete y la rima. Pero encontró otro aliado: los iconotextos de Clara.
Sobre el título del libro, el poeta recuerda cómo la coautora decía que la vida siempre cambia, pero siempre se mantiene estable. Según la costumbre de las olas. «Y a mí me gustaba la frase». De alguna manera, «eso es lo que el libro cuenta». La idea madre se expresa en textos e imágenes (iconotextos), pero no por separado, sino a través de la «colaboración» entre escritura y fotomontajes. Según el autor, «lo poético está en el diálogo», en ese «estallido» que surge de la mezcla. La colaboración se da también en el trabajo de los autores (el primero que hacen en común).
A Jenaro Talens le han llegado a preguntar «¿Cómo un semiótico como tú (catedrático de Comunicación Audiovisual en la Universitat de València) y una poeta metafísica como Clara os habéis juntado en un libro? Talens responde con una anécdota bien elocuente. Cuando un amigo de Samuel Beckett se lo encontró en la playa de Túnez, le espetó. «Sam, yo creía que te gustaba el desierto». A lo que el novelista y el dramaturgo irlandés respondió: «Sí, pero de lejos». Es decir, «que uno reflexione sobre la muerte o sobre problemas cosmológicos no quiere decir que viva en la inopia», reflexiona el coautor de «Sobre la costumbre de las olas». El libro, a fin de cuentas, es un «canto a la vida».
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